Sin embargo, esta semana, por primera vez, el diseño de confrontación permanente encontró un paredón. Duro, infranqueable. La marcha por la UBA y la educación pública fue gigantesca y sorprendió al
Gobierno al punto de dejarlo inconexo y con pases de facturas internos como no se había visto hasta ahora. En una primera reacción, previa a la movilización, el oficialismo intentó asociarla a la casta y a los referentes políticos que se pusieron al frente, como si fuera un acto partidario de quienes perdieron las elecciones y no, como terminó siendo, una demostración genuina de decenas de miles de personas -en su mayoría jóvenes- que exigen el no desfinanciamiento de la educación. Apenas trascendieron las imágenes con multitudes en las plazas de todo el país, el discursó libertario entró en crisis.