Se trata de una nueva variante de la modalidad delictiva más propagada, la del arrebato de teléfonos, tan repetido pero no tan denunciado. Aunque, en estos casos, los damnificados tuvieron que
ir obligados a la comisaría porque el robo terminó convirtiéndose en el medio para estafarlos. La pérdida ya no solo era la del aparato, sino la de su plata, la de su sueldo, la ahorrada y hasta la que no tenían: en algunos casos sacaron préstamos a su nombre.