Domingo, 09 Agosto 2015 04:23

VOTAR CON MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

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VOTAR CON MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA VOTAR CON MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA julio molisano reporte24

MÁS ALLÁ DE LO ELECTORAL, ALGUNOS MOVIMIENTOS DE LAS ÚLTIMAS SEMANAS MERECEN ATENCIÓN. OBEDECEN AL MAPA DE PODER, QUE EXCEDE A LAS URNAS.

Por Roberto Caballero/Treinta y dos millones de argentinos estarán en condiciones de acudir hoy a votar en las PASO donde tres precandidatos (Daniel Scioli, Mauricio Macri y, bastante detrás, Sergio Massa) cuentan con las mayores chances para disputar las próximas elecciones presidenciales de octubre.

La jornada presenta una novedad en relación a lo que venía ocurriendo en los últimos años: Cristina Fernández de Kirchner no será candidata. Ni a presidenta, porque la Constitución Nacional lo impide. Ni a senadora, diputada o legisladora del Parlasur, porque ella misma, pese a su imagen en alza, evitó postularse después de ocho años de ejercer la primera magistratura del país.

Por el oficialismo, el candidato será Daniel Scioli. En la oposición, se destacan con alguna posibilidad Mauricio Macri y Sergio Massa. El primero promete continuar las políticas públicas de estos últimos doce años pero a su manera, con el estilo hervíboro que lo caracteriza. El líder del PRO habló de cambio y confundió a sus votantes en las semanas recientes porque asumió como positivas decisiones del kirchnerismo que antes había rechazado. Lo de Massa es todavía más confuso: por fuera del discurso de mano dura que lo llevó a su sillón de diputado en 2011, el resto de sus propuestas transita la ambiguedad.

Los tres tienen algo en común: no despiertan euforias ni apasionamientos. Los suyos son llamados a epopeyas módicas. Sólo Scioli, que recogió la agenda kirchnerista de logros, se desmarca del trío. Un poco. Tampoco en exceso. Sus modales no difieren de los que tienen los otros competidores, aunque está claro que no representa lo mismo, sobre todo por lo que tiene detrás: un vice kirchnerista puro, Carlos Zannini, protagonista central del modelo que gobierna el país desde 2003.

Más allá de lo electoral, algunos movimientos de las últimas semanas merecen atención. También obedecen al mapa de poder, que excede a las urnas.

Pero es cierto. Después de doce años de intensa interpelación del kirchnerismo en materia política, social, económica y cultural, los candidatos tienen sabor a poco. Reflejan un amesetamiento de los fervores. Casi un discurrir armonioso entre carteles y spots que se confunden por la exagerada blandura de su oferta. La "victoria", el "cambio" y el "cambio justo" es un trípode de consignas que podría suscribir cualquiera de los tres, de modo indistinto.

Tal vez sea el reflejo de un país medianamente ordenado, capaz de una transición sin sobresaltos. Cristina Kirchner entregará el bastón de mando y la Argentina no estará envuelta en llamas, ni con sus números en rojo, ni con deudas sociales irremontables. Por el contrario, quien venga a sucederla, partirá de un piso que supera los anteriores en cualquier ejercicio de memoria.

Sin embargo, cabe preguntarse si el clima de apaciguamiento no es, también, el umbral o prólogo de una etapa distinta, donde aquellos relegados por la fuerza gobernante en todos estos años construyen su contraofensiva, ahora que CFK está a meses de dejar la Casa Rosada.

Más allá de lo electoral, algunos movimientos de las últimas semanas merecen atención. También obedecen al mapa de poder, que excede a las urnas. La Unión Industrial Argentina (UIA), que con matices vino apoyando el modelo reindustrialista, se prepara para ceder su presidencia a un hombre de Arcor, que junto a Clarín y Techint expresan a los grupos económicos concentrados de la economía que, hasta ahora, se manifestaban en la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y el Foro de la Convergencia Empresarial, defensor de los fundamentos neoliberales de la década del ’90, hoy soporte de la candidatura de Macri.

Representantes de la UIPBA (la unión industrial bonaerense, alineada con Scioli) y otras centrales empresarias regionales, en conjunto con los grupos de la mediana y pequeña empresa, ya alertaron sobre lo que califican un copamiento de cuadros de AEA en la UIA y, sobre todo, del retorno a la cima de la institución de los grupos oligopólicos que promueven una devaluación del peso.

Leandro Renou y Martín Ferreyra, desde las páginas de Tiempo Argentino, revelaron los detalles del movimiento y las resistencias que, por ahora, éste genera: "Empresarios nacionales de casi una decena de provincias, todos socios de la UIA, denunciaron un acuerdo sin trasparencia ni consenso para posicionar de manera inconsulta a Adrián Kaufmann Brea, de la empresa Arcor, como el nuevo presidente de la central fabril. En el pelotón de distritos figuran la provincia de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Tucumán, La Rioja, Formosa y Misiones. Y se espera que en las próximas horas adhieran al reclamo otros polos productivos del interior (…) La movida que buscaba instalar al tándem Arcor-Techint a espaldas de casi todos los socios de UIA, se concretó esta semana con importante apoyo mediático de Clarín, grupo que junto a las compañías de los Pagani y Paolo Rocca manejan los hilos de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). El miércoles, se realizó un Coloquio de los industriales en Córdoba. Los únicos dirigentes de la mesa chica de UIA que estuvieron presentes allí fueron Luis Betnaza (Techint); Cristiano Ratazzi (Fiat) y Adrián Kaufmann, directivo de Arcor que cerró el encuentro. El jueves, Clarín y La Nación, se encargaron de hacer el resto: ante su consulta, Betnaza confirmó a Kaufmann como el presidente que remplazará a Héctor Méndez. Y su par de Arcor empezó a cruzarse la banda al hablar de que se viene 'una época de cambio y un cambio de época'".

La jornada presenta una novedad en relación a lo que venía ocurriendo en los últimos años: Cristina Fernández no será candidata.

¿Acaso el país conservador se frota las manos? Eso parece. Son los mismos que antes lo intentaron todo para asediar y golpear al gobierno. Presiones, lobby, corridas, aprietes financieros, desabastecimiento, envenenamiento del discurso público a través de sus medios concentrados y satanización de todos aquellos que refutaron sus razones en todo este tiempo.

Pero no sólo hay entusiasmo entre los cuadros empresarios de la derecha por el supuesto giro económico que podría darse después del 10 de diciembre, también los sectores que alimentan la fantasía del cierre de los juicios por violaciones a los derechos humanos (y, en especial, aquellas causas que apuntan a la complicidad empresaria) comienzan a juntarse para diseñar su estrategia.

El 5 de agosto, mientras el país entero festejaba el aniversario del abrazo entre la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y su nieto Ignacio Montoya Carlotto, la Universidad Católica Argentina (UCA) reunió bajo la consigna: "Una reflexión sobre los años ’70: de la lógica del enfrentamiento a la cultura del diálogo" a la senadora del Frente Cívico Norma Morandini, que tiene dos hermanos desaparecidos durante la dictadura cívico-militar, y a Arturo Larrabure, hijo de un coronel ultimado por el ERP en 1975.

El mentor del encuentro fue el obispo Jorge Casaretto y el diario oficialista del genocidio La Nación tituló su crónica "Impulsa la Iglesia una iniciativa en favor de la reconciliación". Si bien Marco Gallo, director de la cátedra pontificia de la UCA aclaró que "la reconciliación es con nosotros mismos, no con los represores", Morandini leyó una carta del Papa Francisco que decía: "Deseo de corazón que el mensaje de perdón y reconciliación ilumine a más personas. El perdón construye y une."

Cuando llegó su turno, Casaretto repitió el eufemismo habitual de los sectores conservadores para criticar las políticas de derechos humanos: "Estamos anclados en el pasado porque no tenemos un proyecto de futuro." Y se quejó porque "ninguna fuerza política ha presentado proyectos para la reconciliación de los argentinos. Puede que eso no aporte votos. La política no se hace eco y nosotros, como sociedad civil, tenemos que hacer algo." Morandini y Larrabure asintieron, según la crónica.

Curioso lo de Casaretto. Porque fue la política la que sentó en el banquillo y dio respuestas a los crímenes aberrantes del Estado, que no son equiparables a los de las organizaciones armadas, según fallos del Poder Judicial de la Nación que la Iglesia endiosa cuando le parece y minimiza o desconoce al argumentar en favor de la amnistía. ¿Qué tipo de "reconciliación", sino, se está buscando, cuando se critican las investigaciones y fallos judiciales que condenan a los militares que arrojaban a los secuestrados desde aviones al mar?

El relanzamiento de la "teoría de los dos demonios" fue canonizado así, en la sede de la UCA, mientras el nieto 114 festejaba el reencuentro con su abuela, que fue posible, precisamente, gracias a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que adoptó el Estado Nacional, después de 36 años de lucha de la sociedad civil y democrática.

¿De qué "pasado" hablan Casaretto, Morandini y Larrabure si todavía hay 400 nietos en manos de sus apropiadores? Eso pasa ahora. No hay nada más presente. Ni nada que sea más importante hacia el futuro.

La derecha cree que el tiempo que viene la habilita a volver a ocupar el centro de la escena con sus temas de agenda. Es verdad que durante los gobiernos kirchneristas fue raleada. Ocurrió en la economía, en la política y también en los derechos humanos. La confusión que la envuelve, en realidad, es que personaliza su desgracia solamente en las figuras de Néstor y Cristina Kirchner.

Se equivoca. Que estas políticas hayan encontrado liderazgo, no quiere decir que se esfumen o se diluyan con ellos. Son parte del capital social de la democracia de todos los argentinos. Por eso, hoy puede hablarse de un Ministerio de Derechos Humanos.

Comprender eso es lo que transforma a un dirigente en un líder.

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