Lunes, 03 Agosto 2015 05:54

JOSÉ MARÍA MORENO: SERVIDOR DEL SUFRIENTE Featured

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JOSÉ MARÍA MORENO: SERVIDOR DEL SUFRIENTE JOSÉ MARÍA MORENO: SERVIDOR DEL SUFRIENTE julio molisano reporte24

Por Bosquín Ortega/“Hundo mis manos en la enfermedad”, escribió Juan Gelman en un verso que contiene la resonancia de un proverbio universal. Hundir en el sufrir para rescatar, se vincula a la palabra Fe que significa “afirmar”; hacer pie en la carnalidad para ascender a la divinidad; la criatura humana que se para y yergue en la conciencia vívida de su cuerpo herido para cobrar altura y hondura, simultáneas, desde su dimensión dolorida de doloridad: transida por el dolor de humanidad.

Escuchar, atender y socorrer al enfermo es un deber natural y un hacer personal, como la prédica y práctica del Raboní de Galilea que cura el cuerpo y, luego, sana el alma para salvar al otro en su ser total. El Calvario es la encrucijada del cuerpo y del alma, donde Jesús carga y soporta -porta sobre sí- nuestro dolor y se hace prójimo y semejante de nuestro sufrir; encarna el desgarro del otro que sostienen los clavos de su ofrenda.

Y de esto se trata, de una ofrenda y un ofertorio que se entrega al modo de prenda de Fe, en su otra acepción de “confianza”: la fianza que paga mi servicio al que hallo herido, enfermo y abandonado en el camino de la existencia; a la manera del buen samaritano que no pregunta, sino que se “afirma” en su condición de auxilio; recoge, actúa y dona su tiempo y su bien, como signo de amor.

Uno de ellos, que siente y piensa, actúa y vive, así, lleva la identidad precisa de José María Moreno, responsable del Instituto de Seguridad Social, Seguros y Préstamos (Insseep), delegación Buenos Aires. Centinela de sanidad, transcurre su existencia “internado” en la antigua casona colonial de dos plantas, de vitrales y patio profundo, situada en la calle Sarmiento 3653, pleno enclave del Once legendario, inaugurada por el gobernador Danilo Luis Baroni el 7 de Abril de 1986.

Atento al uso horario del afiliado y su demanda límite, trabaja, de aurora a ocaso, persuadido que la vigilia del enfermo debe tener su equivalencia en la vigilia del agente, tributada al tiempo en suspenso de su salud. Inmerso en una megalópolis despersonalizada, Moreno conoce y reconoce, a golpe de mirada y certeza de diagnóstico, a la persona de un chaqueño que acude a su casa nativa, a la intemperie de su enfermedad, con la esperanza agonista de hallar un bálsamo a su dolencia; ya sea derivado de la provincia o habitando la diáspora de más de un millón de coterráneos.

Definido con sentido práctico, Moreno es un estadista, en escala sanitaria, que honra al Chaco con su conducta solidaria y sustantiva, distinguida por una discreción ejemplar en cumplimiento del pensamiento evangélico de “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”.

Somos testigos, cotidianos, de su versátil capacidad para proveer recursos a nuestros paisanos, urgidos y urgentes, por aquello de “a mayor necesidad, mayor imaginación”, de Bertolt Brecht o la conciencia límite de “donde hay una necesidad, nace un derecho”, de Eva Perón.

Aplica su experiencia intuitiva a una dificultad y opera en el sentido correcto, mientras ejerce su carácter de amable fraternidad ante la espera dilatada por la angustia. Alerta y despierto, Moreno cumple con el atributo esencial del funcionario, responsable de su dominio: funciona, en tributo a un deber cívico y una carga pública. Y activa su mandato, convencido de que la diaria gestión táctica es, también, conducción estratégica. Su equipo de colaboradores, eficaces y eficientes, templado por una conciencia social probada en demandas extremas y respuestas rápidas, sostiene su impronta institucional, donde la única jerarquía es el conjunto de voluntades frente a la enfermedad que democratiza a todos los hombres con su equidistancia implacable.               Centenares de provincianos expresan la síntesis plural de una memoria agradecida y un elogio a su trabajo de mérito probado.

Cada mañana, acompañado por su dolencia crónica a cuestas que lo hace par de dolor con sus hermanos, ocupa su oficina modesta, embajada de chaqueñidad, dispuesto a una lucha que trasciende su cargo y lo involucra en un destino misional: servir, sirviendo.

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