Iba la historia de zurdos y, en ese terreno, ya se sabe: la lógica aplastante. El bueno de Federico Delbonis lo tenía todo en contra. No ya solo por el hecho
de que en los tres pulsos previos con Rafael Nadal (6-3, 7-6(4) y 6-1 en este último, resuelto en 2h 31m) le hubiera arañado únicamente 10 juegos. Tenía más elementos en su contra. No pierde el número uno un partido contra un zurdo desde hace tres cursos, cuando el canadiense Denis Shapovalov le sorprendió en la tercera ronda de Montreal; desde entonces, una ristra de 13 victorias consecutivas, pero ahí no queda la cosa. Hay más.
El mallorquín, citado en la tercera ronda del Open de Australia con su amigo Pablo Carreño, solo ha perdido tres duelos contra tenistas zurdos en los Grand Slams; rebobinando se agrupan 30 victorias y solo tres concesiones: ante Gilles Müller, reincidente sobre la hierba de Wimbledon (2005 y 2017) y aquella frente a Fernando Verdasco en Melbourne, 2016. Podía terminar aquí el azote, pensaría el bueno de Delbonis. Pero no. Todavía había una última estadística que arrojaba otra palada de arena sobre la moral del argentino.
En el total de su carrera, Nadal se ha adjudicado 104 de los 119 encuentros contra esa enigmática hermandad de los zurdos; estos, por cierto, un 10% de la población mundial: se calcula que alrededor de un 12% de los hombres y un 8% de las mujeres. El de Manacor, en su línea, dio buena cuenta de este último en un partido que controló y manejó como quiso, pese a que le costase abrir el melón y le faltase filo. Delbonis defendió su primer turno de servicio durante 14m 23s y hasta la séptima bola de break (para 3-1) no desniveló el primer parcial. En ese apartado, un borrón importante: el informe reflejó 3 de 20 al final, y mediado el segundo set el porcentaje era muy pobre, una de 18.
“Necesito mejorar y voy a mejorar, porque creo que estoy haciendo las cosas lo suficientemente bien. En los entrenamientos estoy sintiéndome cada día mejor, pero en los partidos no estoy siendo capaz de soltarme lo que necesito soltarme al comienzo. Tanto el primer día como hoy, el tercer set han sido buenos, pero antes restaba corto y cometía errores. No he concedido ninguna bola de break, pero lo que ha sido una catástrofe es no haber ganado un break point en no sé cuántas oportunidades. No sé si iba uno de 18, una barbaridad…”, analizó.
“Cuando van sucediéndose las oportunidades y no eres capaz de coger una… Ya hemos empezado así, porque en el primer juego que he restado he tenido no sé cuántos break points… Han sido demasiadas ocasiones desaprovechadas y a uno eso va tensándole; al final, cuando a uno le ocurren cosas como esta se dice: ya estamos otra vez con las mismas, y se te va metiendo en la cabeza. Cuando he pasado ese punto de tensión, el tenis no ha estado nada mal”, radiografió tras despachar a Delbonis.
Podía haber caído como un castillo de naipes el argentino, pero se agarró con buenos argumentos y mucha dignidad al torneo, hasta que el segundo acelerón del número uno, adjudicándose el tie break de la segunda manga, le dejó prácticamente grogui. Ahí, Delbonis ya sí se derritió. Y mientras tanto, el incorregible Nick Kyrgios demostrando que tiene ojeriza y cierta obsesión por el balear, imitando su liturgia a la hora de sacar, y el devaluado Alexander Zverev, perdido desde hace tiempo, diciendo que ellos, los caprichosos jóvenes del circuito, están pagando la factura del Instagram.
Quien no se despista ni a tiros es Nadal, al que no terminan de convencerle las pelotas australianas de este año; “cansado”, según advertía hace un par de días, porque acumula 4h 32m entre los dos primeros partidos en Melbourne y en la ATP Cup invirtió la friolera de 15h 06m; ni tampoco excesivamente convencido con su último modelo de zapatillas, de ahí el regreso al previo. Por sucederle, le sucedió hasta un desafortunado incidente con una de las recogepelotas, a la que le dio un pelotazo tremendo en un resto. La reacción inmediata, interesándose por ella y dándole un beso, enterneció a una grada entregada en el primer partido nocturno del balear este año.
“Tenía un buen golpetón y me he asustado, porque al final la velocidad de la bola es alta y más en un resto, que se suma a la velocidad del servicio, y yo además la he impactado en medio; cuando la he visto salir disparada hacia ahí me he asustado porque iba directa a la cabeza y no sabes qué puede suceder”, lamentó. “Pero bueno, la verdad es que la niña ha sido una fenómeno, muy entera. Evidentemente le caía un poco de lagrimilla, como es lógico, pero me ha sorprendido porque el pelotazo ha sido fuerte y ella ha aguantado el tipo de manera fantástica, o sea, un muy buen ejemplo”, celebró.
Curiosamente, hace dos años le ocurrió un episodio similar, también en Melbourne, cuando jugaba contra Leonardo Mayer en la segunda ronda. Ahora, en la tercera, el presente interpone en su camino al diestro Carreño, que derrotó a Peter Gojowczyk por 6-4, 6-1, 1-6 y 6-4. Pero la historia de este jueves iba de zurdos y, en el tenis, Nadal es el rey. Y eso que suele decirse que se le atragantan un poco. Y eso que por naturaleza es diestro…
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