Con los médicos de todas las especialidades en combate contra el coronavirus, los farmacéuticos y las farmacias francesas juegan un rol central en la crisis sanitaria que conmueve
al mundo. Más que medicamentos, los farmacéuticos y sus técnicos preparadores calman, resuelven, recetan, reciben recetas electrónicas y reaseguran a sus viejos pacientes y a un público nuevo inquieto, que no logra acceder a las urgencias hospitalarias a causa del virus.
En cada barrio de Paris existen al menos cinco farmacias, la mayor cantidad por metro cuadrado en el mundo. Son los farmacéuticos los que aconsejan, los que producen el gel de alcohol que se ha agotado, los que sugieren cambiar remedios por genéricos u otras drogas cuando las recetas ya no existen. Los farmacéuticos hoy están en la primera línea, con las angustias de los que se creen contagiados, consultan por un virus que confunden con un gripe, con madres con chicos con gripes, con abuelos que se quedaron sin recetas y no pueden ir a la consulta hospitalaria, prevista en el hospital con seis meses de anticipación.
Una sola y angustiante pregunta de todos los congestionados que llegan: ¿”Usted cree que lo tengo?”. El virus es el terror de cada barrio, la angustia de cada uno, la incertidumbre de aquellos que solo pueden consultar a él o a una mecánica voz en el teléfono especial, que nunca responde.
“La farmacia fue siempre la puerta abierta, el vinculo social. Pero creo que su rol se va a reforzar ahora. Los médicos autorizaron a renovar los recetas de pacientes crónicos. Eso evita que las personas más frágiles se desplacen. Uno se siente útil”, dijo Alain Habahou, presidente del grupo Aprium.
Qué es el CoronavirusCómo se contagia y cómo son sus síntomas
Los pacientes que llegan a la farmacia tienen docenas de preguntas: cómo se contagian, si las superficies contagian, si deben usar máscaras (que no hay), si deben salir con guantes, si se bañan al regresar a sus casas, si se sacan los zapatos.
La solidaridad funciona. Mucha gente stockeó máscaras, que llegaron a venderse a 1.500 euros los tres paquetes, hasta que el gobierno las reguló. Ahora los farmacéuticos piden que las compartan con los servicios hospitalarios, que no tienen y trabajan en la primera línea con los enfermos y el riesgo de contagiarse.
Los ancianos están recibiendo a domicilio los medicamentos. Los jóvenes de los barrios parisinos se han organizado, en cada edificio, para saber las necesidades de los pacientes de alto riesgo. Un mensaje en cada puerta y ellos les compran los remedios. No hay contacto entre unos y otros pero la solidaridad se extiende intergeneracionalmente. Muchos hijos mayores de 60 no pueden acercarse a sus padres porque también son de riesgo.
En la avenida Ledru Rollin de París, las farmacias tienen un solo requerimiento: “una máscara, por favor, para sentirme más segura”. Hay a cuenta gotas, a 8 euros la máscara cuando la encuentran y solo dura 8 horas.
“No tenemos el derecho de venderlas. Están reservadas para el personal hospitalario” explica didácticamente una y otra vez el farmacéutico de cada cuadra.
La mayoría de las farmacias están abiertas, excepto las que se encuentran en estaciones de Metro o de trenes o aeropuertos. Hoy funcionan también como centros de primer auxilio para las mujeres que sufren violencia familiar, agravada por la cuarentena. Se multiplica la violencia y los crímenes familiares, desde que se instaló en Francia. Después de la farmacia, las mujeres golpeadas pueden dirigirse a los shoppings centers, donde reciben ayuda.
Los farmacéuticos denuncian abusos verbales contra ellos pero no físicos, Especialmente desde que la gente supo que habían llegado 100 millones de máscaras desde China pero que no están a la venta en las farmacias.
Todo falta: paracetamol, termómetros, guantes, máscaras, alcohol en gel, toallitas antibacterianas,oxímetros para medir la saturación de la sangre. El gran trabajo de los farmacéuticos y sus empleados es encontrar proveedores de todos estos elementos en estas horas.
Una intensa demanda: la cloroquina o Plaquenil, el tratamiento del profesor Didier Rault, de Marsella. ”Teníamos muy poco stock y algunos médicos lo recetaron. El problema es que no queda para los pacientes de lupus y de poliartritis reumática, que son los que habitualmente lo necesitan. Nosotros debemos pedirlo con toda discreción al laboratorio y lo mandan”, explica un ayudante de farmacéutico.
Carina Wolf Thal, presidente de la Orden de Farmacias, dijo que “las agresiones han aumentado entre 50 y un 60 por ciento desde el estallido del virus”. Ellos han inventado subterfugios para poder llevar los medicamentos a los domicilios sin contacto. No saben exactamente cuántas son las farmacias tocadas por el coronavirus.
La ansiedad, el miedo y la agresividad son ahora el denominador común en algunas farmacias de barrio. Ha habido no solo agresiones sino ataques con arma blanca y robos.
La misma situación se repite en Gran Bretaña, donde deben enfrentar abuso y violencia en la cuarentena. La policía se ha desplazado a algunas farmacias para evitar que la situación escale. Tres cuartos de las farmacias británicas han sufrido incidentes desde que se conoció el coronavirus y no tienen material para protegerse.
TEMAS QUE APARECEN EN ESTA NOTA
COMENTARIOS CERRADOS POR PROBLEMAS TÉCNICOS.ESTAMOS TRABAJANDO PARA REACTIVARLOS EN BREVE.
CARGANDO COMENTARIOS
Clarín
Para comentar debés activar tu cuenta haciendo clic en el e-mail que te enviamos a la casilla ¿No encontraste el e-mail? Hace clic acá y te lo volvemos a enviar.
Clarín
Para comentar nuestras notas por favor completá los siguientes datos.