El planteo del problema es imbatible: un caso sospechoso de peste bubónica y una cuarentena obligatoria para todos los que se encuentran momentáneamente dentro del albergue transitorio. Cuarenta días de encierro con una
pareja casual (o no), o con un amante clandestino habitual, sin más que un teléfono fijo para avisar a la familia. Ocurrió hace 57 años en el cine argentino, bajo la mirada de Daniel Tinayre y con protagónico de Mirtha Legrand.
El elenco, un seleccionado en blanco y negro: Luis Sandrini, Narciso Ibañez Menta, José Cibrián, Malvina Pastorino, Amelia Bence, Enrique Serrano, Ángel Magaña, Teresa Blasco, Diana Ingro, María Antinea, Elsa Daniel, Julio De Grazia y siguen las firmas. Hasta apareció haciendo un bolo un comediante inexperto, un tal Carlos Perciavalle, que por entonces se hacía llamar Héctor.
Confinamiento, vacuna, un clima de Big Brother. El hito legranesco se filmó en un hotel real, La cigarra, de Palermo, modelo por entonces de “vanguardia” hotelera de pasajeros fugaces, con espejos en cada ángulo y hasta televisores en cada habitación. Tinayre repetía que aquella había sido su película más imitada o reversionada (La cigarra está que arde y tantos títulos posteriores más).
Legrand y Magaña en “La cigarra no es un bicho”.
El experimento provocó algo de escándalo también por el mínimo uso de “lenguaje soez” por parte del actor más respetuoso, Sandrini, que se animó a decir “pelotudo”. Finalmente, el producto llegó hasta los Estados Unidos. Allá la película fue estrenada en 1964 para el mercado de habla hispana. En 1968 varias compañías productoras echaron mano y la reeditaron incluyendo fotos de desnudos: la bautizaron The Games Men Play (Los juegos que juegan los hombres).
En ojos de 2020, aquella producción es moderna y antigua a la vez. Moderna porque rasguña en temas que no se hacían públicos en el cine, como el sexo en los espacios ocultos para el encuentro íntimo (más de una década antes que nos invadiera la seguidilla de películas de ‘telos’ de Olmedo y Porcel). Antigua porque estamos hablando de una película cuyo audio se escucha crujiente y es un filme anterior a los almuerzos de la señora, que ya pasaron el medio siglo. El anteúltimo largometraje de Rosa María Martínez Suárez. El último sería, un año despues, Con gusto a rabia.
El afiche de “La cigarra no es un bicho”.
Seis parejas, seis mundos. Todo comienza con el universo de Sandrini, el marido que lleva engañada a su esposa al hotel -inventa “un velatorio al que asistir” para lograr la intimidad que no puede en su casa-. Y las subtramas se abren con el multimillonario que vive un romance clandestino con una modelo; el músico jubilado que mantiene una relación con su mucama; el ventrílocuo y la maestra… La historia de Legrand-Magaña es la de Herminia, una secretaria de archivo de un diario, y un periodista Rubén Cooper. Cuatro años de encuentros secretos.
“Me ahogo aquí dentro. ¡Pensar que vinimos por una hora y hace 30 días que estamos aquí!”, se la escucha a una jovial Mirtha, que da cátedra de relaciones desde la cama y fumando: “Ya no somos los mismos que cuando vinimos. Lo nuestro es una costumbre, o una aventura demasiado larga. Acostarnos juntos sin ningún compromiso. Cuatro años de camas desconocidas. El amor no es eso”.
Sandrini en “La cigarra no es un bicho”, película.
La novela en la que se basó el guión de Tinayre (del mismo nombre, cuyo autor fue Dante Sierra) se consigue a 300 pesos en librerías de usados. El libro que Tinayre reelaboró tuvo la colaboración de Eduardo Borrás y el humorista Juan Carlos Colombres (Landrú). El filme viajó hasta el Festival de Cine de Moscú y fue una de las preseleccionadas de la Argentina para representarnos en los Oscar 1968.
La perlita está subida toda a YouTube. Alguna espalda desnuda, algún comentario típico de época de rol “de macho” dominante. Incluso alguna escena de abuso, de intento de violación. Un registro fílmico de un paradigma, de una era lejanísima que hoy no resistiría defensa. Tambien, una recreación de las detenciones y los procedimientos policiales de entonces bajo argumentos de “inmoralidad”.
Casi cine inaugural de ese género risueño/sensual, ese diario picaresco del encierro imaginado tuvo su crítica española tardía, de 1992, publicada por El País de España. Tilda a la película de “más delirante de lo que cualquier terrícola pueda imaginar”.
“La cigarra no es un bicho”, película.
En 2013, la película volvió a resonar en algunas memorias desdibujadas cuando se conoció la noticia del incendio del hotel en el que se había filmado. Un cigarrillo mal apagado, un principio de asfixia de varias parejas, un hecho que no pasó a mayores. Los noticieros hablaban de “fuego no metafórico” en el “rincón palermitano lujurioso” que había elegido Tinayre” para su audaz historia. Godoy Cruz 2.800. Tres dotaciones de bomberos y el omnipresente Alberto Crescenti, titular del SAME, llevando calma.
En medio de la pandemia de coronavirus hoy, vale poner Play para verse en un espejo social: el brote más que de un virus, el de las miserias, del egoísmo, del altruismo, de lo canallesco, del escrache y de la actitud policíaca. El problema mayor no es el “bicho”.
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Clarín
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