El ritmo en Hospital Fiorito de Avellaneda es lento. Parece mentira que la guardia no esté abarrotada, que no se escuchen llantos de chicos y que por el
portón principal no entren y salgan autos. Aníbal Aristizábal es médico clínico y emergentólogo y recorre sus pasillos desde el 2008. Fue residente durante el brote de la Gripe A y dice que trabajar en emergencias en el Conurbano te entrena para no tener miedo. “Pero este escenario es distinto. Por primera vez, desde que tengo matrícula, estoy preocupado”, le dice a NOTICIAS el martes 23 por la mañana. Desde el ventanal de un corredor en el segundo piso, señala el patio y describe cómo se está reorganizando el hospital: las ambulancias se estacionaron afuera para vaciar el pabellón Alonso y tener más espacio de atención. En la entrada se montó una pequeña carpa roja, “triage” en términos sanitarios, donde se recibirá a los pacientes que lleguen y se los clasificará según sus síntomas. Los no febriles ingresarán al edificio por una línea verde que se acaba de pintar en el piso, los niños lo harán por la amarilla acompañados de un adulto. Por la roja irán aquellos que tengan indicios de coronavirus, la enfermedad que puso en jaque al planeta y que obligó a la Argentina a preparar un campo de batalla eficaz para pelear contra un enemigo invisible que se acerca. El tiempo, que resultó ser el mejor aliado de este lado del mundo, se acaba y Aristizábal repite la misma frase que se escucha en boca de profesionales de la salud, fuerzas de seguridad y funcionarios: “Se respira una tensa calma. Es la calma que antecede a la tormenta”.
El aislamiento social preventivo y obligatorio que anunció el presidente Alberto Fernández, el jueves 19, fue una medida celebrada por los sanitaristas. Limitar al máximo la circulación de personas, insisten los expertos, es la mejor arma para reducir las posibilidades de que el virus se propague. Pero la batalla no es fácil. La pandemia llega a un país con el 40% de pobreza y con un sistema de salud pública maltratado. Los expertos que asesoran al Gobierno sostienen que, en el país, el número de infectados puede ascender a 200 mil y que el pico aparecería entre fines de abril y principios de mayo. De ahí, la gran duda que mantiene en vilo a los profesionales de la salud: ¿el sistema tendrá la capacidad de atender a todos los pacientes y de proteger a los equipos médicos?
En comparación con otros virus, la tasa de mortalidad del Covid-19 es baja. Sin embargo, la cantidad de víctimas fatales aumenta en la medida en que los hospitales no dan abasto y las personas infectadas no se puedan atender. Italia es el espejo que la Argentina observa para no repetir errores. Por eso, en la última semana se ampliaron presupuestos, se incrementó la cantidad de centros de testeos, se aceleraron partidas de insumos para todos los centros de salud, se montaron hospitales temporarios, se abrieron convocatorias de personal profesional y se profundizó en la articulación con el sector privado, que será clave para sumar camas de internaciones.
Sin embargo, los médicos y auxiliares de la salud reclaman más velocidad todavía y piden que Nación ponga el foco en las desigualdades que existen entre las diferentes jurisdicciones. Las redes sociales, para ellos, se convirtieron en una vidriera donde muestran cómo es el trabajo diario.
Martín Yané es el creador del grupo “Ayudemos a los médicos”, donde se concentran los pedidos del personal de los hospitales públicos: “Está faltando todo, por lo menos en los hospitales de Zona Sur. Me están llamando desesperados desde Quilmes, Banfield, Lomas de Zamora, del Hospital Gandulfo, del Evita. Necesitan de todo, incluso insumos para hacer la limpieza necesaria para que esté todo higienizando”, cuenta a NOTICIAS.
La General Paz, más que nunca, es una frontera de calidad. Pablo Maciel, médico y secretario gremial de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de Provincia de Buenos Aires (CICOP), insiste en que las diferencias entre jurisdicciones tienen que ver con años de maltrato: “El sistema de salud viene muy golpeado, con un desfinanciamiento progresivo en la última década y llegando a un extremo en 2019, con el presupuesto más bajo de toda la historia de la provincia de Buenos Aires”. Aristizábal, que forma parte de la misma organización, retoma la idea: “Esta pandemia es una situación excepcional, pero que llega en un contexto malo”.
Números. Al cierre de esta edición, el Ministerio de Salud de la Nación se encontraba terminando un relevamiento interno sobre la capacidad del sistema. NOTICIAS pudo acceder a un estudio similar que hicieron las entidades de salud del sector privado. Los números coinciden con los que manejan los expertos que asesoran a presidencia.
Según este documento, en Argentina hay 160 mil camas disponibles para internaciones que se reparten en partes iguales, aproximadamente, entre el sector público y privado. De ese número, 8.500 sirven para terapias intensivas (de esas, 5.000 son privadas y 3.500 públicas).
Leé también
“Días por género”: la medida de Perú para que hombres y mujeres no salgan juntos a la calle
Según los especialistas, del número total de infectados, un 20% va a requerir internación y un 5% necesitará camas de terapia intensiva. Si se piensa en el peor escenario, con 200 mil infectados, 40 mil personas necesitarán una cama común y 10 mil una cama de cuidados críticos, es decir, de terapia intensiva.
Los números no cierran. Por eso, en la última semana se aceleraron los centros de asistencia temporales. En Campo de Mayo, por ejemplo, el Ejército amplió su capacidad con 28 camas y terapia intensiva con un hospital reubicable que las Fuerzas han usado en misiones humanitarias en Haití. En Pompeya, la Fuerza Aérea empezó a levantar otro similar el jueves 26. En paralelo, los hoteles sindicales de Capital Federal acondicionaron sus habitaciones para convertirlas en lugares de asistencia y aislamiento. Al cierre de esta edición, ya eran ocho los gremios que empezaban a operar: Presidente, Cyan de las Américas, Gran View, Deco Recoleta, Ibis Congreso, Escorial, Cyan América Tower y Panamericano. En las localidades del interior, se viralizan los videos de clubes convertidos en hospitales.
Leé también
Dónde donar para asistencia sanitaria y contra la pobreza ante la crisis del coronavirus
Para Eduardo López, médico infectólogo del Hospital Gutiérrez y parte del equipo de asesores del Presidente, que se multipliquen las camas es fundamental, pero insiste en que la mayor dificultad es igualar la calidad de atención entre Capital y el resto del país: “¿Qué pasa en Alemania que se muere menos gente que en Italia? Alemania implementó muy precozmente el testeo universal y de forma muy rígida. Además, su servicio de salud venía muy acostumbrado a la terapia intensiva porque tiene mucha población grande y tiene muy bien distribuidos los hospitales de referencia en todo el país. Esto es clave: si yo tengo que llevar a un chico o a un adulto a 100 kilómetros no es lo mismo que llevarlo a 20”, asegura.
Para el especialista, uno de los riesgos en la zona metropolitana, donde está el 70% de los casos, es que las dificultades de acceder a un centro cercano lleven a que los hospitales porteños tengan que recibir a pacientes bonaerenses: “Lo que tiene que hacer cada jurisdicción es ver cómo va a ser la derivación de los pacientes. Para eso se instalaron en algunos lugares lo que se llaman áreas de aislamiento o centros de aislamiento. Uno puede usar carpas, hoteles o instituciones. Si uno aisla rápidamente a los casos sintomáticos que no requieren internación, bloqueas a un grupo que transmite el virus quizás sin darse cuenta, ya sea porque no cumplen la cuarentena o porque no perciben los síntomas leves hasta que aparece la fiebre. Esa es la primera etapa”, afirma y agrega: “Si el Conurbano no tiene un sistema aceitado, muchos van a terminar cruzando la General Paz. Y eso no lo vas a poder parar”.
Insumos. Mientras se trabaja en los espacios de atención, los insumos son un tema de conversación permanente entre los profesionales. Ricardo Solari, secretario general de la Asociación de Médicos Municipales de CABA y profesional en el Hospital Bernardino Rivadavia, afirma que “en esta etapa de la pandemia estamos preparados. Pero no sé qué va a pasar dentro de diez días”. Además, cuenta que están a la espera de los kits de prevención que enviará el Ministerio de Salud de la Nación aunque, por ahora, los están armando los propios médicos: “Todavía tenemos los insumos para armarlos”, cuenta.
Un personal auxiliar de salud del Argerich, en Capital, afirma que una de las reglas por estos días es maximizar el uso de insumos: “Estamos dosificando. Ahora hay, pero nos dicen que van a faltar. Mi última guardia fue de cuatro días y la hice con cinco personas. Usamos una sola caja de guantes, que trae 100. En otro momento los tiras ni bien los usas”.
Ricardo Teijeiro, infectólogo del Hospital Pirovano y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología, insiste con llevar calma: “Hasta ahora no faltaron insumos. Se están haciendo compras y se va a seguir comprando”.
En redes sociales, sin embargo, los médicos publican que la situación es crítica. Una médica pediatra del Hospital Evita dice que necesitan con urgencia barbijos, camisolines, guantes, alcohol, jabón líquido, toallitas de papel, cofias, cinta, gasas y sábanas. Faustino Benitez, del Hospital Narciso López de Lanús escribió que estaban fabricando camisolines de bolsas de consorcio.
En off the record, el director de un importante hospital provincial reconoció que hay muchos faltantes pero que la situación está cambiando día a día y que se están enviando partidas: “Estamos a la espera de camas de terapia y respiradores, que ya están comprados. El hospital se está reestructurando y está aumentando su capacidad operativa habitual. Estoy en comunicación permanente con la gente del ministerio y realmente están trabajando. La dificultad fundamental son los proveedores”, afirma.
Personal. A la falta de camas y a las dificultades con abastecer de insumos a todos los centros de atención, se debe sumar un problema clave: la falta de personal. Según Maciel, los salarios bajos en el sistema público, que rondan los $37 mil por mes, y el desgaste laboral llevaron a que los profesionales prefirieran el sector privado. La provincia reconoce esta falta y abrió una convocatoria para cubrir 4.580 puestos. En la Ciudad se tomó una decisión similar con una convocatoria para auxiliares y enfermeros.
Solari aseguró que estos profesionales se van a sumar “para reforzar las guardias y también para otros lugares porque, por ejemplo, habrá que atender a las personas que están en los hoteles y que deberán ser visitadas diariamente por personal médico”.
Articulación. El Ministerio de Salud de la Nación mantuvo reuniones con los principales prestadores de salud del sector privado en el que se analizaron algunas alternativas de trabajo conjunto. Aunque todavía quedan detalles por resolver, se llegó a conclusiones importantes como la autorización para que los sanatorios realicen test de diagnósticos y se flexibilicen las normas de dispensa de medicamentos, receta electrónica o cualquier herramienta que sirva para fomentar la atención remota de los pacientes y las personas se queden en sus casas. Los prestadores privados solicitaron ser eximidos de impuestos en la compra de bienes e insumos, aunque ese punto quedó pendiente.
Sin embargo, una de las conclusiones más importantes tiene que ver con los respiradores. Hasta el momento, la Argentina fabricaba la parte mecánica de estos aparatos pero importaba una placa inteligente que necesitan para funcionar. Con la crisis sanitaria global, estas importaciones están paradas. “Un grupo de ingenieros, junto a una importante marca de autos, lograron replicar esta plaqueta y hoy estaría aumentando notablemente la producción. Si esto no fuera una crisis, nos demandarían por el uso inadecuado de patentes”, reconoce un importante dirigente del sector privado.
Hugo Magonza, director general del CEMIC, afirma que la articulación entre el sector privado y el público avanza: “La verdad es que el sector privado tiene una gran cantidad de camas y estructura sanitaria que van a atender a una buena parte de la población que está fuera del sistema, con lo cual ayuda a la salud pública”. Y agrega: “El sector público está muy preocupado porque hay una gran población sin cobertura y que combina con vulnerables. Entonces ahí hay una búsqueda del Estado de redireccionar ese esfuerzo”.
Pronóstico. El Gobierno Nacional hizo una apuesta fuerte con la cuarentena obligatoria. A pesar de los costos económicos, el Presidente insistió en la necesidad de priorizar la salud de los argentinos. Desde ese momento, el gobierno nacional y los gobiernos provinciales avanzan a pasos agigantados para llegar con un sistema de salud fortalecido en el momento en el que el coronavirus alcance su pico de contagios.
En las últimas horas se avanzó fuerte en la descentralización de los test de diagnóstico, que solo podía hacer el Instituto Malbrán. La decisión es fundamental para detectar a los pacientes infectados, aislarlos y evitar la propagación del virus. Diez fueron los laboratorios que ahora podrán hacer la prueba: tres de la provincia de Buenos Aires (INE-Anlis de Mar del Plata, el Hospital El Cruce de Florencio Varela, el Hospital Posadas de El Palomar), dos de Ciudad de Buenos Aires (Hospital Garrahan y Hospital Muñiz), uno en Córdoba, uno en Chaco, uno en Santa Fe, uno en San Luis y otro en Santa Cruz. En breve, se sumará Tierra del Fuego. La idea es llegar la semana próxima a 35 laboratorios operativos de todo el país. La decisión se acompañó con la distribución de 57 mil determinaciones para la detección de Covid-19.
La comunidad médica, en general, apoya las medidas. Pero no deja de estar asustada. Karina Duval, médica de familia y profesional de los Centros de Atención Primaria de Capital Federal, describe la angustia de sus colegas: “Nos apoyamos unos a otros en grupos de Whatsapp porque es muy difícil”. En estos chats circulan recomendaciones, experiencias y se envían las actualizaciones de los protocolos, que cambian día a día. Solari coincide en la sensación: “Somos seres humanos igual que todos, ni somos dioses ni héroes. Tenemos los mismos miedos pero con una diferencia abismal, que es el rol que cumplimos”.
Así como en la calle, la rutina en los hospitales se transformó por completo. Se suspendieron las atenciones que no sean urgencias o consultas impostergables. Por los pasillos, caminan cada vez más profesionales recién recibidos o voluntarios que se suman a las convocatorias oficiales. Son la primera línea de trinchera para pelear contra lo que el Presidente denominó “un enemigo invisible”.
por Giselle Leclercq y Delfina Tremoullieres