Si el confinamiento por el coronavirus en su vivienda del primer mundo le pesa, cierre los ojos e imagínese encerrado junto a otras cinco personas en una precaria tienda
de tres metros cuadrados, rodeado de basura maloliente que hace meses que nadie recoge, compartiendo el mismo de grifo de agua con 1.300 personas, el lavabo con 167 y la ducha con más de 200.
Así es la vida bajo la pandemia en Moria, el campo de solicitantes de asilo de Lesbos y el más (tristemente) famoso de las islas griegas, donde viven 20.000 personas aunque estaba diseñado para tres mil.
La Unión Europea se resiste a evacuar los campos del mar Egeo, a pesar de las advertencias sobre el potencial catastrófico de un brote infeccioso. La comisaria de Interior, Ylva Johansson, dijo el jueves a Deutsche Welle que está “trabajando intensamente en la elaboración de un plan de emergencia con las autoridades griegas” para sacar a los más vulnerables, pero los expertos alertan que cada día que pasa es como jugar a la ruleta rusa.
Las recomendaciones de la OMS para hacer frente al virus son un lujo inalcanzable en Moria, explica Apóstolos Veizis, coordinador de Médicos sin Fronteras (MSF) en Grecia. “No hay suficiente agua ni jabón para lavarse las manos, ni es posible aislarse. Las autoridades cierran escuelas y comercios, nos piden evitar aglomeraciones, mientras mantienen estos campos superpoblados. Aconsejan a la gente que vaya al médico si tiene síntomas, pero en Moria hay tres médicos para 20.000 personas”, dice.
Es erróneo creer que los migrantes, en su mayoría jóvenes, corren menos peligro ante un virus que se ceba en los ancianos, advierte el médico. Después de meses en medio de la insalubridad y bajo una alimentación deficiente, su sistema inmunitario no es el de alguien joven, señala. A ello hay que sumarle la limitada atención médica. Cuando la derecha llegó al Gobierno griego en verano, les retiró el número de seguridad social, dejando sin tratamiento a los enfermos crónicos y sin vacunas a los niños.
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A principios de marzo, antes de decretar el confinamiento para toda la población nacional, el Gobierno, que desde hace meses planea cerrar los campos, impuso estrictas normas citando el peligro de un brote. Está prohibido salir de siete de la tarde a siete de la mañana y durante el día sólo puede hacerlo un miembro por familia. Ahora el Gobierno da un paso más. Escudándose en el peligro que supone el trasiego de migrantes hacia las entidades bancarias de Mitilene, capital de Lesbos, ha suspendido el cobro del estipendio mensual (19 euros) que los solicitantes de asilo reciben de la ONU a la espera de instalar cajeros en los campos. La decisión ha disparado la tensión en Moria y provocado disturbios, afirma Veizis.
Familias de migrantes hacinadas en un campo de refugiados en la isla griega de Lesobs. /AFP
Por el momento, en Lesbos hay sólo seis contagios y una muerte, ninguno de migrantes. Sí se ha detectado un brote de 20 personas en el pequeño campo de Ritsona, en la Grecia continental, que ha sido puesto en cuarentena.
La clínica de MSF en Moria está en alerta máximapara identificar contagios. Un brote sería letal tanto para los refugiados como para la población local en unas islas cuyos sistemas sanitarios ya estaban al límite.
“Este es un virus muy democrático, no respeta las fronteras ni pedirá papeles”, advierte Veizis, quien señala que el hospital de Lesbos sólo tiene seis camas de UCI, y el de Samos, dos. “Si no reaccionamos ahora nos veremos obligados a tomar decisiones que sólo deberían tomar países sin recursos”, añade.
Las voces de alarma llegan también desde el Parlamento Europeo. “La Covid-19 ha puesto en una situación inédita de riesgo a la población hacinada en los campos griegos, cuyas condiciones hemos denunciado en todas las lenguas de la Unión. Un brote podría tener un balance escalofriante en coste de vidas. Sería un seísmo moral, demoledor para el prestigio de la UE”, advierte el eurodiputado socialista Juan Fernando López Aguilar. Al frente de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior del Parlamento Europeo, ha exigido a la Comisión que evacue de inmediato los campos, comenzando por los más vulnerables.
También él insiste que el peligro sanitario amenaza no sólo a los migrantes sino a toda la población griega e incluso europea, y que además un brote podría atizar la violencia xenófoba que ya asomó hace unas semanas en las islas. El ex ministro español de Justicia no entiende qué frena el plan de evacuación de 1.600 menores no acompañados, al cual se han comprometido siete países (España, no). Se anunció a principios de marzo pero “aún no ha sido ejecutado ni tiene fecha”, subraya. La comisaria Johansson dijo en Deutsche Welle que espera que la primera reubicación sea la próxima semana.
La Comisión ha prometido asimismo 350 millones de euros. “Hemos preguntado cómo se distribuirá. Lo que no aceptamos es que ocurra como hasta ahora, que todos los fondos han sido destinados a la agencia europea de fronteras”, dice López Aguilar. Según la información suministrada a los eurodiputados, se prevé construir un centro para familias, así como pagar 20.000 camas en pisos de alquiler y habitaciones de hotel para evacuar a los enfermos y más vulnerables.
Todo podría ser mucho más sencillo, o así lo entendía Axel Steier, de la ONG alemana Mission Lifeline, antes dedicada al rescate en el Mediterráneo y ahora con su barco inmovilizado en Italia. Steier esperaba haber enviado este fin de semana a Lesbos el primero de dos vuelos chárter para recoger a un total de 300 niños. Para ello había recaudado 55.000 euros, había hablado con políticos…
Refugiados en Alemania
Hace unos días el responsable de Justicia del land de Berlín, el verde Dirk Behrendt, propuso traer a la ciudad a 1.500 refugiados de Lesbos, pero el de Cultura, Klaus Lederer, provocó un debate al decir que tendrían que ser compartidos con otras ciudades. “Ahora mismo –dice Steier–, algunos creen que es el Ministerio del Interior el que debe aceptar. Sabemos por el Ministerio de Exteriores que tiene que discutirse con la Comisión Europea”.
Pero hay otra cuestión. “El 9 de marzo, el gobierno alemán decidió acoger a 400 menores no acompañados, pero las autoridades griegas, que tendrían la decisión sobre quién se va, no han dicho nada. Quizá prefieran otra cosa”.
Steier tiene la sensación de que “los griegos quieren mantener Lesbos como una prisión” para desalentar las llegadas. En esto coincide con el politólogo Gerald Knaus, cerebro gris del acuerdo –hoy inoperante– entre la UE y Turquía. Knaus cree que “Grecia es reticente a llevar a la gente en esos vuelos a Europa porque teme un efecto llamada”. En todo caso, “Atenas debería decir claramente que quiere evacuar las islas”.
Knaus defiende la siguiente propuesta. Si, siguiendo el ejemplo de Berlín, cinco länder alemanes acogieran a mil personas, otros países europeos aceptarían a otras 5.000. Ha hablado en las últimas semanas con media Europa, según afirma, y asegura que “no sólo el virus, también la solidaridad es contagiosa”. En total, serían 10.000 rescatados, los mismos que permanecen como refugiados reconocidos en la Grecia continental. Y el espacio que estos dejarían libres sería ocupado por los evacuados de Lesbos y otras islas. El efecto llamada se paliaría, asevera, con “un nuevo acuerdo con Turquía lo más rápido posible”.
Steier no le ve sentido. Según él, “con el plan de Knaus aún tendrías mucha gente allí, y las condiciones de Moria seguirían igual porque cambiarlas llevaría mucho tiempo”. Knaus cree que sí sería posible mejorar la situación de los campos.
De lo que nadie duda es de que técnicamente la evacuación de Lesbos es posible. Alemania ha sido capaz de traer a casa a 170.000 de sus nacionales en pocos días.
Por Gemma Saura y Félix Flores
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