Por estos días se anda diciendo en las redes que Toy Boy está pisando las huellas de La casa de papel, en referencia al camino que hizo la ficción sobre la
banda de atracadores, desde su magro estreno en TV al estallido que tuvo cuando desembarcó en Netflix (el viernes 3 se estrenó la cuarta temporada).
Pero hay una gran diferencia entra una y otra serie española: porque aunque Toy Boy -que no encontró el éxito cuando a fines de septiembre se estrenó por Antena 3- se transformó en un nuevo fenómeno de redes, la ficción no tiene sustento.
No es que la historia sea mala, sólo que el relato asoma segmentado, con escenarios narrativos muy acotados y actuaciones flojas.
Jesús Mosquera y María Pedraza, un romance obvio en la trama de “Toy Boy”.
Todo indica que los creadores -una coproducción entre Atresmedia y Plano a plano- cayeron en la tentación de buscar un chico bonito que le saque jugo a su papel de striper, en vez de elegir a un actor que pueda componer un personaje. Así es que las riendas de Toy Boy están en manos de Jesús Mosquera, un ex futbolista que jugaba en la defensa del Betis B. Y que un día, en un gimnasio, mientras le sacaba lustre a sus músculos, fue descubierto por unos cazatalentos que necesitaban eso que encontraron. Porque el problema no está en Mosquera, al que no se le puede pedir interpretación y, mucho menos, versatilidad. No sale de su gesto de seductor, con manitos en los bolsillos y chuequera exagerada de futbolista.
Los stripers del Inferno, siempre con pocas ropas, aunque no estén en el escenario del boliche.
El problema está en la búsqueda. Y, en un sentido, el eco afiebrado de las redes les está dando la razón. Muchos quieren ver el torso de Mosquera en la piel de Hugo Beltrán, quien un día despertó en su barco junto a un cuerpo calcinado, supuestamente el del marido de su amante (Macarena, a cargo de la actriz Cristina Castaño). Hugo marchó preso y, siete años después, se le presentó una joven abogada con intención de reabrir el caso y hacer justicia. Porque Hugo jura que no mató.
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El crimen y lo policial terminan pasando a un segundo plano, porque la cámara se regodea en tres situaciones estancadas: el boliche Inferno, donde Hugo y cuatro compañeros agotan -al espectador, no a la señoritas que viven en un alarido- con sus repetidas coreografías en pocas ropas, los encuentros confusos entre Hugo y Macarena, y el romance que él empieza a vivir, en una obviedad de la trama, con su abogada, Triana Marin.
Lo mejor de la serie es el trabajo de María Pedraza, como una abogada tenaz, lejos de sus trabajos en “La casa de papel” y de “Élite”.
La composición de María Pedraza es lo mejor de Toy Boy. La chica que fue Alison Parker en La casa de papel y Marina en Élite ahora va por otro carril. Es más, cuesta descubrirla detrás de su nuevo rol. Lástima que los creadores no hayan pensado en la actuación en general tanto como lo hicieron con la belleza física de los muchachos del Inferno. Un infierno.
Ficha
Calificación: Regular
Thriller romántico Protagonista: Jesús Mosquera y María Pedraza Directores: Javier Quintas e Iñaki Mercero Emisión: Netflix, 13 capítulos de entre 70 y 75 minutos.
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Clarín
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