Son pasitos en silencio, con la mirada apuntando hacia la nada. Son filas de iguales que avanzan iguales. La escena parece anestesiada, a velocidad crucero, sin cambios de ritmo, todo monocorde.
-¿Cuánto tiempo tardó en llegar a la puerta del banco?
-Una hora y media.
A 200 metros, la pregunta solo difiere en el lugar de destino: el colectivo 174.
-Hace una hora que estoy, pasaron tres que no pararon. Cuando logré subir al cuarto, me bajaron porque ya se habían completado todos los asientos y no te dejan viajar parada.
Largas filas para esperar el colectivo en el centro de San Justo: cuando finalmente llega hay que verificar que haya asientos libre. (Germán García Adrasti)
El Día de la Marmota va mutando. En los nuevos capítulos de la era del aislamiento el escenario cambió: los jubilados encuentran un ambiente más amable y organizado para realizar sus trámites tras haber vivido una primera jornada caótica. Ahora, las demoras y aglomeraciones se dan a un costado, en las filas para los cajeros automáticos o para tomar colectivos.
En el centro de San Justo la rutina se repite desde el sábado. Por la mañana, antes incluso de que abra sus puertas el banco Piano al que asisten la gran mayoría de los jubilados de la zona, se forma una hilera de 250 metros con sillas, todas ocupadas. Al mediodía, el flujo baja a la mitad y antes de las tres de la tarde el trámite ya es fluido.
“Yo sabía -dice Carlos, de 71 años, con antiparras, barbijo, boina, abrigo y el papelerío correspondiente para poder cobrar-. Por eso vine tarde: llegué tres menos cuarto y salí tres y cinco. Ahora vuelvo a casa”.
Carlos, de 71 años, tardó apenas 20 minutos en hacer el trámite y cobrar la jubilación en el banco Piano de San Justo. (Germán García Adrasti)
El paisaje es otro para sacar dinero del cajero automático del banco Nación que está en la plaza de San Justo. Y si los jubilados ahora avanzan rápido, los más jóvenes son los que ocupan toda la tarde para poder retirar efectivo. Miran la pantalla del celular y salen de este modo avión de la vida cuando el policía que controla el tránsito en la esquina les permite cruzar y avanzar en la fila.
Lo mismo ocurre en el centro de Lomas de Zamora en los comercios que aceptan el pago en efectivo de los servicios. Allí irrumpe un nicho que, sin acceso al pago online, deriva inevitablemente en un embudo.
La espera para acceder a los cajeros: en San Justo y en Lomas de Zamora, más de una hora de fila. (Germán García Adrasti)
Lo que late en el ambiente de los centros comerciales del Sur y del Oeste del Conurbano es una cuarentena más laxa que la semana anterior. Hay más gente caminando por las calles, hay más comercios abiertos, hay más autos circulando. Tan claro es esto como el respeto para cumplir las normas básicas: la distancia prudencial en las filas, el control policial para verificar los permisos para circular en los accesos a los municipios, la imposibilidad de viajar parados en los colectivos, la higiene y desinfección en las inmediaciones de los bancos…
La sensación también es que el tiempo deberá administrarse de otra forma: ya no alcanza con que aparezca el colectivo que esperamos durante media hora, también es necesario que se libere un asiento para poder viajar. “Yo tengo que ir al médico y hace más de una hora que estoy esperando a ver si alguno se digna a parar. Lo que pasa es que salen de Liniers, ahí ya se llenan los asientos y acá ni siquiera paran”, retrata Norma, de 62 años, con un barbijo casero ajustado a medias, en la parada del 624.
Varias líneas de colectivo del Conurbano hacen subir y bajar a los pasajeros por las puertas de atrás y bloquean el contacto con el chofer. (Germán García Adrasti)
La escena cambió incluso puertas adentro de los colectivos. En varias líneas, los pasajeros ahora suben y bajan por la puerta de atrás y el contacto con el chofer está bloqueado por una especie de muro plástico que actúa como aislante del conductor. Por el espejito retrovisor, mientras los usuarios arriman la SUBE a la máquina, el chofer va verificando si la cantidad de asientos vacíos alcanza la demanda. Si no, hay que bajar.
En esta adaptación a las reglas en tiempo real ocurre una escena simpática: una abuela y su nieta suben al 174 y, tras contemplar la diseminación de los primeros que logran sentarse, comprueban que queda solo un asiento, así que dan marcha atrás. Y gana su ascenso al colectivo un joven que ya se sentía fuera de competencia.
“Después no quieren que nos contagiemos, mirá la gente que hay acá, mirá la fila que llega hasta la esquina”, marca una señora que tiene que llegar al Hospital de Niños y ya vio cómo tres colectivos pasaban de largo, sin detenerse.
En la Ciudad también se nota un incremento de gente que en las calles. Según un informe difundido este martes por la Secretaría de Transporte, en las principales avenidas hay 15% más de tránsito que la semana pasada.
El transporte público también viene registrando un crecimiento en la cantidad de pasajeros, pero aún está muy lejos de recuperar los niveles habituales de la Ciudad. El lunes viajaron en el subte 25 mil pasajeros, 98% por debajo de los días previos a la cuarentena, cuando viajaban 1.190.000 personas.
Más allá de los números, la realidad de la calle obliga a reacomodar la rutina y acomodarse a las nuevas indicaciones en la antesala de una posible salida gradual del aislamiento. “Yo tengo el permiso para salir -aclara Laura, que trabaja en el cuidado de una adulta mayor-. Pero ya no sé a qué hora voy a llegar. La semana pasada pude viajar rápido, ahora ya no, hay mucha más gente”.
En este sentido, el ministro de Transporte de la Nación, Mario Meoni, anticipó que se buscará modificar los horarios de ingreso y egreso laboral de quienes estén habilitados a trabajar, en caso de que el Gobierno decida flexibilizar el aislamiento preventivo obligatorio, para “evitar las aglomeraciones de los horarios pico”.
“Si se levanta parcialmente el aislamiento, se empezará a poner la cantidad de transporte de días habituales”, adelantó el ministro. Así, de las 6.000 unidades que circulan hoy en el Área Metropolitana de Buenos Aires, la más golpeada por el coronavirus, se volvería a las 15.000 que eran habituales antes de la cuarentena.
SC
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Clarín
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