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Mientras el mundo se mantiene en vilo frente a la pandemia declarada luego de la explosión de contagios con el virus COVID-19, las instituciones educativas de todos los niveles se encuentran diseñando estrategias para continuar con la mayor “normalidad” posible los objetivos académicos del 2020. En esa línea, el sistema universitario debe contener y educar a más de 2.500.000 de estudiantes de pregrado, grado y posgrado, cuando se viven tiempo de aislamiento social, preventivo, y como si no fuera poco obligatorio.

Docentes acostumbrados al escenario áulico y plataformas virtuales diseñadas como complemento a la presencialidad deben, en pocos días, ver invertida la regularidad y transformar sus cátedras en una universidad totalmente en línea. Millones de estudiantes golpearán las puertas de instituciones en las que sus directivos se gestionan desde sus casas. Una trama digna de ser utilizada como guión para una serie.

¿Es bueno? ¿Es malo? En un principio hay una sola verdad, es, y seguirá siendo hasta vaya uno a saber cuándo. Sin mucho tiempo para reflexionar al respecto es necesario tomar cartas en el asunto y utilizar todas las herramientas de la era digital disponibles. Las universidades argentinas en cuarentena.

El título inicia, quizás sin quererlo, el debate en cuestión. Definir que actualmente hay una “estrategia universitaria” es al menos una conclusión apresurada. Desde que se declaró la cuarentena, las instituciones universitarias han ido tomando decisiones que esperan minimizar el impacto provocado por el aislamiento. Pero, como se observa en otros sectores del país y el mundo, este no será un año normal, y conocida esa situación quedaron dos opciones sobre la mesa: o se postergaba el inicio, a riesgo de perder más días de clase, o se iniciaba de forma virtual esperando que más adelante estén dadas las condiciones para volver a las aulas.

Esta discusión no se encuentra acabada, y hoy es imposible generalizar una decisión que haya sido tomada por las instituciones, que en nuestro país son 134 según datos de la Secretaría de Políticas Universitarias. Como ya es de público conocimiento, el mes de abril encontró a varias autoridades dando inicio a cursadas totalmente virtuales. Ésta situación inédita en la historia reciente de las instituciones universitarias, no dio tiempo a mayores reflexiones, lo que dejó expuesta varias fortalezas, pero profundas debilidades que son estructurales y complejas.

La cultura digital, en la que todos vemos inmersas nuestras vidas, aún se encuentra en debate de cara al rol que ocupa en la formación académica dentro de las universidades. Existen limitantes de recursos tecnológicos, pero también faltan incentivos y sobran determinantes normativos que limitan el accionar de la academia. Los números, que hablen los números.

El área de Estadísticas Universitarias genera informes anuales que dan cuenta de la dimensión del sistema universitario argentino (www.argentina.gob.ar/educacion). Las 134 instituciones universitarias cuentan con más de 12.000 ofertas académicas, imaginemos acá tecnicaturas, licenciaturas, ingenierías, carreras de medicina, maestrías o doctorados, entre otras. En esta ensalada de titulaciones, menos del 5% se dictaban, hasta antes de la pandemia, de forma virtual, y todas ellas implicaban estrategias de evaluación presencial en alguno de los estadios de la evolución de los y las estudiantes.

Los números vuelven a ser importantes si recordamos que cerca de 500.000 serán ingresantes a los primeros años, es decir, en su mayoría jóvenes sin experiencia universitaria previa que, además de sobrepasar el desafío entre el secundario y la universidad, deberán vérselas solos frente a una pantalla.

Haciendo foco en las competencias al egreso del colegio secundario se observa una brecha digital entre aquellos/as jóvenes que no solo han podido acceder a la tecnología de la información y la comunicación, sino a su vez, han asistido a instituciones educativas donde se ha promovido el desarrollo de competencias tecnológicas. De ese medio millón de ingresantes que todos los años reciben las universidades en Argentina, muchos se encuentran excluidos del mundo digital, inmersos en esa falacia que asevera que cualquier persona con un smartphone con redes sociales es un sujetos tecnológico. Las viejas herramientas para los nuevos problemas.

Esos entornos virtuales construidos como apoyo a la presencialidad de las clases, ahora se volvieron el hábitat común de todas las actividades académicas. Existen universidades que han avanzado mucho en estos últimos años, y por ende, encontraron tanto una mayor cantidad de docentes dispuestos a afrontar el desafío del inicio de las clases virtuales como terrenos tecnológicos fértiles. En otras instituciones, la poca digitalización de la actividad académica, o la complejidad de algunas disciplinas, hace que el tema sea entre complejo e imposible y pone en peligro el inicio del año lectivo.

Algo se ha evidenciado en la estrategia pedagógica y didáctica de las universidades en Argentina, este revuelo ha puesto a reflexionar a todos los docentes sobre los contenidos y las prácticas didácticas. Como expresa la bióloga y educadora, Melina Furman, quizás debamos pensar que “menos es más”, y por consiguiente, plantear más profundidad en los conceptos y menos amplitud de temas de modo de tener un mayor tiempo para su desarrollo y más comprensión de los y las estudiantes en aquellos contenidos prioritarios para cada una de las asignaturas.

Se dice que esta pandemia produce y producirá cambios en nuestra sociedad impensados hace solo semanas atrás. La naturaleza ha dado cuenta del parate mundial y cifras de contaminación que antes asustaban, hoy son esperanzadoras. Muchos colectivos sociales han generado iniciativas que promovieron una filantropía que para muchos se creía perdida.

En el sistema universitario argentino, esta realidad ha sido una cruda auditora del estado de situación frente a la era digital. Pero así como en otros ámbitos de la sociedad se observan intenciones de hacer frente a la realidad con profesionalismo y esfuerzo, lo mismo sucede en el ámbito universitario. Aquellas facultades que afrontaron el desafío de iniciar las clases virtuales movilizan desarrollos pedagógicos, didácticos y tecnológicos que quizás hace tiempo se debieron acordar y construir, pero que hoy se llevan adelante. Una forma de ver el medio vaso lleno en medio de esta situación.

(*) Director del Departamento de Ciencias Ambientales y Aplicadas Universidad Nacional Raúl Scalabrini Ortiz.

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