Desde hace dos años se está articulando la “Red de mujeres costureras de Barcelona”, un grupo femenino que se distribuye en diferentes barrios de la capital catalana con el fin de
generar ingresos a base de su talento para la costura. Talento que queda invisible en medio de un mercado tan cruel y feroz como lo es el de la industria textil. Pero hoy, la realidad comienza a dar un vuelco para estas emprendedoras que frente a la crisis que sobrelleva el mundo por la propagación del COVId-19, empezaron a cumplir un rol fundamental en la comunidad: el de hacer mascarillas. Además de lograr con este nuevo “papel”, un empoderamiento impensado en el arduo camino de transformar sus vidas a base de lucha y superación propia.
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Antonela Tossici– una argentina que vive en “Barna” desde hace ya un tiempo- en diálogo con CARAS dio detalles sobre la historia del grupo, que a parte de funcionar como una red de aprendizaje, sirve como un núcleo para potenciar relaciones e intercambios multiculturales. “Desde el lado comunitario se comenzó a vincular a estas mujeres para que además de sacarle un rédito económico a sus capacidades, pudieran entender que tienen problemáticas y potencialidades en común. En diciembre de 2019 veinte mujeres viajaron a Marruecos con el objetivo de cohesionar el grupo y que, a partir de esto, comenzaran a salir las líderes para así poder sostener el proyecto en el tiempo. Una vez que volvieron, comenzaron a reunirse una vez al mes para ver los objetivos; entre ellos generar visibilidad y avanzar en la venta de productos.”, comienza. Una de las principales problemáticas es que a pesar de la creatividad de los proyectos, muchas veces es difícil competir con las grandes marcas. Sin embargo, sus propuestas no dejan de ser una alternativa real para enfrentar situaciones de dificultad económica, entre otros.
“Del ‘Me estaba sintiendo insignificante por el miedo’, pasaron a ver cómo los médicos necesitaban de ellas.”
Frente a la urgencia e incertidumbre por la expansión del brote de Coronavirus en el mundo (España ya suma más de 150 mil casos y en particular Catalunya tiene 31 mil, con más de 3 mil muertes al día de la fecha) estas mujeres sintieron la necesidad de ayudar y poner sus manos a la obra. Fue así que se inició un plan para que pudieran producir barbijos y distribuirlos en diferentes puntos de la ciudad. La coordinación de la red está a cargo de seis personas (Tossici es una de ellas) de dos entidades diferentes. Por un lado, la Cooperativa Etcèteres y la Fundació Pare Manel. “Al día de hoy llevamos 4.000 mascarillas hechas. Ahora el Ayuntamiento de Barcelona nos encargó 2.000 más para que sean destinadas a empleados públicos. Para el martes próximo esperamos tener un total de 6.000 terminadas“, manifiesta Antonela, orgullosa por el resultado alcanzado.
Asimismo, Tossici hace hincapié en el cambio de “ímpetu” que tuvieron las costureras. “El primer día cuando llamé a todas, la sensación era de miedo. Eran mujeres que no querían salir de sus casas por nada del mundo y quedarse allí a cuidar a sus hijos. Pero cuando empezamos a recibir las fotos de agradecimiento de enfermeras, doctores y cuidadores de centros en general, hubo un cambio total en la motivación. Es que ellas se dieron cuenta de su capacidad. Quedándose en sus casas podían contribuir a la mejora de la situación. Del ‘Me estaba sintiendo insignificante por el miedo’, pasaron a ver cómo los médicos necesitaban de ellas.”, remarca.
“Ya se dieron cuenta que son capaces y están cumpliendo un rol muy útil en este momento, están empoderadas.”
“La verdad que al principio el equipo de costureras se sentía cansado, pero al ver los logros les dieron ganas de no parar y seguir haciendo más. Antes sentían la presión de ir contra reloj para tapar la urgencia sanitaria, pero ahora también se sumó la presión de seguir ayudando. Lo cual es muy positivo, ya que se dieron cuenta que son capaces y están cumpliendo un rol muy útil en este momento, están empoderadas.”, sostiene.
Sobre cómo empezó la cruzada solidaria, la joven oriunda de La Plata cuenta: “Ante el crecimiento de infectados por Coronavirus en Barcelona y el confinamiento obligatorio, comenzamos a ver que los Centros de Urgencia empezaron a quedarse sin mascarillas. Es por eso que desde las entidades involucradas, comenzamos a conversar con las asociaciones de vecinos de los barrios de Roquetes y Verdum para buscar material, que sea homologado y certificado. Si bien el textil homologado no estaba, consultamos los detalles con Sanidad y nos explicaron que teníamos que conseguir un material certificado. Es decir, conocer los componentes de este tejido.”
En ese sentido, sobre el material específico con el cual tuvieron que armar los barbijos, agrega: “Necesitábamos un tejido de barrera, hidrófugo, antibactereano y que pudiera resistir muchos lavados. El que conseguimos resiste hasta 75 lavados. Es un tejido bastante caro por lo que desde la Fundación decidimos hacer la apuesta y comprar las primeras tres mil. Finalmente, Acción Comunitaria -un Departamento del Ayuntamiento de Barcelona que trabaja por la base social- nos financió una parte del material pagando dos mil y comprando mil más, 4.000 mascarillas en total.”
“Es muy potente ver que detrás de toda esta movida hay mujeres. Es lo que más me emociona. Porque somos las ‘minas’ las que tenemos muy en claro que siempre se puede volver a construir desde cero. Tenemos esa cosa incansable de hormiga, eso es muy de mina”
Una vez conseguido el textil, los involucrados tuvieron que ponerse de acuerdo para que la acción se articulara frente a la dificultad de tener que cumplir con el aislamiento y las medidas pertinentes de prevención. “José y Ana, dos de mis compañeros, se pusieron a llamar a todas las entidades que conocíamos en el barrio que estuvieran relacionadas con Sanidad, Centro de Menores, Atención a la discapacidad y Residencia de personas mayores, para conocer qué necesidades puntuales había. Yo me puse a llamar a las voluntarias y a las vecinas que no pertenecían a la red, pero que querían participar de la iniciativa. Finalmente logré reunir a treinta de ellas que quisieron ser voluntarias. Están distribuidas por toda Barcelona, por lo que los circuitos son bastante largos. Nos organizamos de tal manera que se pudieran cumplir con tres rutas de distribución: una que se hace casi a pie, otra ruta que va hacia el norte y otra al sur. Todo el material llega al barrio de Verdum, donde se dividen los paquetes. A cada mujer le tocan 100 piezas para coser, que le llegan a su casa. Asimismo, están conectadas conmigo para hacerles de soporte, ya sea emocional o técnico.”, cuenta Tossici, en relación a la logística del plan que lleva a cabo con su equipo de trabajo.
Cabe destacar que muchas de las costureras involucradas en esta acción solidaria son de los barrios más afectados por el Coronavirus (Verdum, Roquetes y Trinitat Vella). “Es curioso que sean las que están más dispuestas a ayudar. Muchas de ellas no trabajan o se dedican al sector de la limpieza que ahora con todo esto está parado; y aún así tienen la voluntad de ponerse a coser para el barrio.“, resalta Antonela.
En la “Red de mujeres costureras de Barcelona” abunda la diversidad: las integrantes son de Marruecos, Pakistán, Ecuador, diferentes partes de España y por supuesto que de Barcelona. Esto no significa que no tengan puntos en común, por el contrario han sabido saltear las barreras culturales para así llegar al mismo fin, la solidaridad y el amor por el prójimo. Pero por sobre todo, la de la “fuerza femenina”, esa maravillosa energía que todo lo puede. “Es muy potente ver que detrás de toda esta movida hay mujeres. Es lo que más me emociona. Porque somos las ‘minas’ las que tenemos muy en claro que siempre se puede volver a construir desde cero. Tenemos esa cosa incansable de hormiga, eso es muy de mina”, cierra Tossici.