“¿Qué pasó con mi padre?”, la desaparición de Fernando Branca contada por su hija Victoria

Fernando Branca, empresario papelero y financista, desapareció en abril de 1977 tras estar envuelto en una turbulenta trama de intereses con el almirante genocida Emilio Eduardo Massera,

quien por esos días mantenía una relación sentimental con Marta Mc Cormack, segunda esposa de este ascendente hombre de negocios que repartía sus días entre Miami, Buenos Aires y Punta del Este.

Después de 37 años, su hija, Victoria Branca, se propuso reconstruir los días finales de sus padres en el libro “¿Qué pasó con mi padre? (Ediciones B), un testimonio sobre los días finales de este empresario, una de las víctimas más emblemáticas del accionar criminal que ejerció el jefe de la Armada durante la dictadura cívico militar.

“Este libro es el resultado de un largo duelo, algo muy prolongado que me acompañó desde chica y que pude plasmar gracias a la ayuda de mis hijas. Lo que busqué fue visibilizar lo turbio, lo oscuro de todo lo que viví en una época muy turbia. Se trata de cerrar sin olvidar”, señaló Victoria Branca en diálogo con Télam.

Filósofa y especialista en procesos de duelo, Victoria admite que por su formación pareciera que “toda la vida se hubiera preparado” para contar esta historia sobre su padre y que pudo hacerlo cuando tuvo acceso al expediente sobre la desaparición de su padre.

“Tener acceso al expediente y pedir el desarchivo de la causa me permitió ordenar la historia. Despejar todas las historias que se contaron en los medios sobre el caso y sacarle morbo a este relato”, indicó la autora.

Victoria es hija del primer matrimonio que tuvo Branca, dedicado al negocio de la venta mayorista de papel y dueño de campos en el partido bonaerense de Rauch.

Tenía actividades comerciales en Miami, donde viajaba con sus hijos habitualmente y los llenaba de regalos a Victoria y a su hermano, “Lolo”.

Casado en segundas nupcias con Mc Cormack, a través de ella se vinculó a Massera en negocios financieros y el almirante gestionó ante el Banco Central un pago de más de un millón de dólares para los campos que Branca tenía en Rauch.

Según testimonios que figuran en la causa que Victoria logró desarchivar en los Tribunales de Comodoro Py, en la semana santa de 1977, en Punta del Este, Branca y Mc Cormack habían discutido fuerte.

El empresario se había jactado de “haber pasado a Massera” con el pago del Banco Central, y Mc Cormack le había dicho a varias personas que estaba dispuesta a revelar este asunto a Massera; “con la mafia no se juega”, le confió la mujer a una de sus amigas.

El último día que se lo vio con vida a Branca fue el 28 de abril de 1977, en el departamento que la pareja compartía en la Avenida Libertador y Ocampo (un lugar frecuentado por Massera), decía que lo seguían y al salir de esa vivienda su rastro se perdió para siempre.

Al mes de su desaparición, y poco después de la primera comunión de Victoria, la madre de Branca se presentó ante la Justicia para tramitar un habeas corpus y no hubo respuestas.

Hasta que en octubre 1981, el dirigente nacionalista Guillermo Patricio Kelly denunció en los tribunales al propio Massera como autor de la desaparición de Branca.

Dos años después, en el final de la dictadura, el juez federal Oscar Salvi resolvió la detención de Massera y el procesamiento de Mc Cormack por homicidio calificado.

Aunque la causa no pudo avanzar para determinar qué sucedió con Branca, el genocida sería juzgado junto a los comandantes por violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y saldría de la cárcel en 1990, merced al indulto concedido por el presidente Carlos Saúl Menem.

“La versión de que mi padre desaparece tras irse a navegar con Massera me la contó Kelly cuando tenía 16 años, y tras analizar el expediente, no creo en esa versión. Mi padre debe haber terminado en la ESMA. Era parte el mecanismo criminal que Massera tenía armado para desaparecer a las personas. ¿Para qué iba a montar algo más sofisticado”, evaluó Victoria.

En el libro se refiere una hipótesis de lo que pudo pasar con Fernando Branca y también se detiene en varios pasajes del relato en la figura de Mc Cormack.

“Durante muchos años me dediqué a asignarle varios adjetivos calificativos. Pero no tengo resentimiento con ella ni la juzgo ni quiero ensuciarla. La dejo ahí, para que quienes lean el libro saquen sus conclusiones”, puntualizó.

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