El matrimonio francés integrado por Michele Berger y Arnaus Grezes había llegado al país el 26 de febrero para un paseo de cuatro semanas. A mediados de marzo les cerró el
hotel y debieron alquilar una casa particular. Luego les cerraron las fronteras y Arnaus encontró la forma de regresar a París en un periplo de tres días que incluyó Santiago de Chile y Nueva York. Michele esperó la ayuda de su embajada y el 31 de marzo consiguió el último asiento en el vuelo especial de Air France que aterrizó en Ezeiza con repatriados argentinos.
Michele y Arnaus son parte de la lista de los otros repatriados. Los casi cien mil extranjeros que pudieron salir de la Argentina en plena cuarentena con autorización de la Dirección de Migraciones, tras un chequeo múltiple en los que participaron organismos provinciales, Cancillería y los ministerios de Salud, Transporte, Interior y Seguridad.
Ayer, Alberto Fernández firmó otro DNU extendiendo el cierre de fronteras y los que aún quedaron varados en estas tierras deberán seguir el mismo procedimiento para volver a sus respectivos países.
Brasileños (12.068), chilenos (6.950) y bolivianos (4.895) encabezan el lote de turistas que pudieron regresar a sus países a pesar de las restricciones. Pero también las cifras oficiales registran una importante cantidad de estadounidenses (5.755), franceses (3.349), alemanes (2.842), británicos (2.141), canadienses (1.854), españoles (1.624) e italianos (1.103), entre otros.
Según cifras oficiales, desde el 16 de marzo sumaron 97.994 los ciudadanos extranjeros que obtuvieron su propia repatriación. No todos vinieron a la Argentina de paseo. Un grupo estaba por trabajo o negocios (contabilizados junto a los turistas) y otros 31.391 eran tripulantes de los transportes aéreos, terrestres y marítimos que los llevaron de vuelta.
Hasta ayer, desde Ezeiza partieron 196 vuelos especiales de distintas compañías para cumplir la misión inversa a la repatriación de argentinos varados en el exterior. En muchos casos, como escala previa al destino definitivo. Partieron 95 a Brasil, 30 a Chile, 12 a Colombia, 9 a España y a Estados Unidos, 8 a Perú, 6 a Francia, 4 a Alemania, entre otros lugares.
La abultada cantidad de tripulantes está relacionada mayoritariamente a los 29 buques mercantes y a los cruceros que fueron sorprendidos en aguas o puertos argentinos cuando el Gobierno adoptó las medidas más drásticas de combate al coronavirus.
Así se explica la cantidad de filipinos (3.731) e indios (898) que fueron autorizados a salir del país como marinos. Con todo, entre tripulantes, empleados en tierra y turistas, durante el período de aislamiento salieron de la Argentina ciudadanos de más de 120 nacionalidades.
Un dato curiosos: 1.009 chinos fueron autorizados a regresar al país donde se originó el covid-19. La mitad turistas y el resto tripulantes. Otra curiosidad: los rastreadores de vuelos online que se puede bajar en cualquier smartphone muestran cientos de avioncitos sobre los mapas de los Estados Unidos, Europa, China y Brasil, en contraste con los cielos “limpios” que exhibe la Argentina.
Los traslados de extranjeros requirieron de de micros especiales, muchos de ellos fletados por las provincias en acuerdo con los respectivos consulados. Tanto para transportar pasajeros a Ezeiza como para atravesar los pasos fronterizos en plan de repatriación directa a países vecinos. Fuentes del Gobierno nacional le aseguraron a Clarín que esta logística es la más complicada, debido a que se exige un meticuloso protocolo y un cordón sanitario oque en algunos casos no se cumplieron y provocaron conflictos políticos.
Los casos más resonantes fueron los ómnibus que repletos de extranjeros que partieron de Mendoza y Jujuy. “Ninguno tenía las autorizaciones requeridas de las autoridades nacionales. Y en el caso jujeño la nómina informada por la provincia no coincidía con los pasajeros que transportaba”, le dijo a este diario una fuente del Ministerio de Transporte, a cargo casualmente de un ex radical, Mario Meoni.
El caso jujeño llegó incluso a rozar el escándalo diplomático por la protesta de la embajada de Colombia cuando se ventiló que el gobernador jujeño Gerardo Morales quiso demostrar que tenía la venia para la repatriación de barrabravas del Independiente de Medellín que había jugado con Boca por la Copa Libertadores antes del estallido de la pandemia.
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