Discreto plan del Gobierno para “caranchear” opositores
El Gobierno la quiere a la oposición como a Bocelli, cantando sola en el Duomo de Milán, y por internet. Lo último
que hará Alberto Fernández, que intenta construir su presidencia al amparo de la peste, es empoderar -dicen las cursis- a los partidos políticos y menos aún a los que integran Cambiemos. Primero busca aferrarse a los gobernadores, que miran con distancia el manejo de la economía y esperan que llueva dinero, aunque sea de un helicóptero y por un día. Ninguno se baja de la agenda de salud, un arca de Noé de la que nadie se quiere bajar. Siguen en esa escala zoológica de la política los intendentes, después los jefes legislativos propios y ajenos y, muy atrás, en el horizonte, los partidos políticos. Este es el entorno operativo para la gran fabricación que intenta el gobierno, frente a una oposición virtualizada a la fuerza: caranchear a sus dirigentes de más prestigio y de mayor liderazgo, y capturarlos de a uno.
Fue el método que empleó Alberto en 2007 para crear una alianza con un sector del radicalismo, que le permitió a Cristina Kirchner ser presidente. El mismo impulso que intentó Mauricio Macri en 2014 para sumar radicales a lo que después fue Cambiemos, y que no funcionó hasta que cerró una alianza orgánica con la UCR de Ernesto Sanz y la Coalición de Elisa Carrió. Hoy la oposición de Cambiemos está herida en la base de su amalgama, que fue un poder que ya no tiene. Puede creer el Gobierno que los radicales han perdido su razón de ser de la sociedad con el PRO y que con un fino carancheo puede sacarle dirigentes, que pueden tentarse por recuperar el poder de la mano del oficialismo. Los jefes de Cambiemos por ahora mantienen la asociación, atada al 40% de los votos que tuvieron el año pasado, que fueron más que los que habían tenido antes, aun perdiendo la elección. Es difícil entender esto desde el peronismo, pero al no peronismo hay que leerlo con una gramática propia, sin la cual no se lo comprende ni se puede explicar por qué ha sido gobierno en tres oportunidades en los últimos 37 años, en un país que parece peronista.
Alberto insiste en los llamados desde Olivos
A este intento de carancheo obedecen los misteriosos telefonazos de Olivos a dirigentes como Mario Negri. El jefe de los diputados recibió un nuevo llamado de Alberto en la noche del viernes, minutos antes de su aparición por TV, con las filminas -diría Cristina, atada a la pedagogía de los ’70- sobre la peste. Fue para adelantarle que firmaría el DNU de extensión de la cuarentena administrada –trasunto léxico de aquel “dólar administrado” que era en realidad un eufemismo para no decir “cepo”-. Un toque de distinción esto de reconocerle a Negri la estatura de primero entre sus pares de la oposición, sin pasar por los peajes partidarios. El diputado entendió este intento de carancheo, colgó el teléfono y en dos minutos ya le había avisado la noticia al presidente del partido, Alfredo Cornejo, a los gobernadores y a otros dirigentes de su fuerza en el Congreso. No fuera que Alberto volviese a decir por TV “hablé con Negri, que es la oposición”.
No es sólo instinto de protección de Negri, un solitario -como Bocelli en el Duomo- pero también que es un orgánico de su partido, un team player. Le consta, en efecto, que en las peñas de Olivos Alberto ha debatido la manera de abordarlo. Ante el piño de asesores porteños con quienes convive y consulta todo, ha confesado que Negri es el mejor opositor, el más difícil porque, en sus palabras “no hay por dónde entrarle”, pero tiene códigos. Algún enviado especial de su entorno -más precisamente de la línea cafetera, por su identificación con una marca de esa infusión- lo abordó en el Congreso y le insistió en que Alberto seguirá llamándolo. Tienen que hablar. Vos sos otra cosa. A Patricia (Bullrich) la conocemos desde la juventud y sabemos cómo es. A Macri no lo va a llamar nunca. A vos y Cornejo sí. Negri, socarrón como entrerriano acordobesado que es, replica: Claro, si se conocen bien.
Gobernar no es tener una agencia de prensa
No es difícil que los gobiernos confundan un plan de gobierno con una campaña de prensa, distracción que alimenta mucho la captura actual de la política real por parte de la política virtual. Muchos creen que hacer política es enviar tuits o manejar manadas de trollers. O que el público se conmueve por mensajes como el que repitió el gobierno sobre que Alberto estaba muy enojado con los funcionarios de Daniel Arroyo, por pagar precios más caros por los bolsones para pobres. No conmovió mucho a nadie ese enojo –no se enoja quien quiere sino quien puede-, y menos la noticia de que enviaba como controller a esa cartera a Gustavo Beliz. Una manera de indultar a los responsables, y ponerlos bajo la vigilancia de un “eticista” -es como calificó alguna vez a Beliz el papa Francisco- que no tiene ninguna experiencia en controlar nada. Lo manda por ser honesto, con lo cual admite que en ese ministerio hay muchos deshonestos.
Celos de cartel y filminas al estilo Cuomo
La operación carancheo sería un bingo para Alberto, que navega una tormenta en la que tiene apenas el auxilio de sus voceros y sus agentes de prensa, que lo han instruido para que copie el formato de las explicaciones pandémicas a esa estrella que es el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. Le tomó prestado el formato del power point -un buen consejo. Quizás haya que mejorar la gráfica y, más que nada, las consignas, que trasmite con más convicción el ministro Ginés, a quien en este formato de comunicación embozan, vaya a saber por qué. ¿O será por celos de cartel? Alberto se va por las ramas como todo profesor y no acierta a dar los “bullets” sintéticos. Cuomo dice: mi trabajo es decir que todo está mal pero también decirles que todo va a mejorar, y cita a Churchill en frases inspiradoras como la que dijo el sábado en su aparición semanal: “Este no es el final, no es ni siquiera el principio del final. Puede ser, más bien, el final del principio”. Un campeón.
Alberto, en cambio, se esmera por repetir que todo va como la mona. No deja abierta la puerta a otras percepciones, como la suspensión del sentido común detrás del discurso público con el cual los gobiernos enfrentan esta peste de gripe, que ha costado 100 mil muertos, menos que los 350 mil que mueren todos los años de gripe, de esta cepa y de las otras. En esta intención, la recomendación de la cuarentena se convierte en una noticia policial, y los movileros cuentan todos los días cuántos detenidos hay por no cumplirla y llaman a la denuncia del vecino en lugar de convocar a la solidaridad. Una argentinización de la tragedia. Más en el fondo, lo que no termina de ver claro la colectividad política es si el Gobierno quiere, y puede, salir de la crisis de salud solo o acompañado, y si puede y quiere salir, solo o acompañado, de la otra crisis, la económica. Un panorama denso para mentes simplificadoras como son las de los políticos. Si no fuera así, se dedicarían a otra cosa.
El Plan B de los gobernadores
La emulación de Cuomo es compleja porque el gobernador de Nueva York ya le plantó pelea fiera a Donald Trump, por el reparto de los fondos de la ley de ayuda que aprobó el Capitolio hace dos semanas. Le envió una carta a los legisladores de Nueva York para decir que leyó bien las 800 páginas de esa ley, que es peor de lo que creía para los intereses de su Estado, el que tiene más contagiados y muertos de su país. Una declaración de guerra a pocos meses de la elección presidencial. Acá los gobernadores se mantienen aferrados a la agenda de salud del Gobierno. No se animan a apartarse, pero tampoco confían mucho en las recetas para desanudar el debate “corrosivo” -como lo denomina Cuomo- entre salud y economía. Han aceptado el plan A, que es el reparto de los $ 130.000 millones en dos tandas. Esperan al desarrollo de la economía según los nuevos patrones de apertura de las actividades.
Jorge Capitanich, que navegó una crisis similar entre 2001 y 2002, ha propuesto un plan B, que replica al de aquellos años. Se trata de un reparto de ayudas económicas a las provincias, como contrapartida de la recaudación, según esta se vaya recuperando. Ese fue el fondo del pacto fiscal que negoció para aquel gobierno el entonces ministro del Interior Rodolfo Gabrielli –un hombre para quien Alberto tiene reservado un alto cargo- y que perfeccionó el acuerdo anterior que había firmado Fernando de la Rúa con los gobernadores, que consistía en un reparto de fondos avalados con la coparticipación. Con la caída de 2002 hubo que avanzar en un nuevo esquema que inspira este plan B de Capitanich, que mantuvo una larga charla por teléfono con Alberto, la semana pasada, comentando estas experiencias que están en fase de plan alternativo.
Ante el carancheo, blindaje opositor
La oposición se blinda para enfrentar el carancheo, en especial para que el Gobierno no hunda el cuchillo y los separe. Si por Negri fuera, eso no ocurriría. Tampoco por Cornejo, quien este domingo puntualizó sus diferencias con el Gobierno en una columna que publicó este diario. Negri insistirá esta semana en el reclamo de que:
1) El Gobierno abra la información sobre la peste.
2) Explique qué plan hay para despegar la economía. El sábado los jefes parlamentarios de la oposición mantuvieron una larga reunión virtual para coordinar acciones y blindarse ante los intentos de carancheo del Gobierno.
Las autoridades de los bloques de las dos cámaras acordaron impedir nuevos episodios como el pedido de reuniones al Gobierno, o la participación en el debate sobre el recorte a los salarios, sin previa consulta entre senadores y diputados. En este punto hay una autocrítica: no se puede pedir una reunión al Ejecutivo si no negociaste antes cómo te iban a responder. A menos que lo que quieras es que te digan que no te van a recibir, algo que los pasos de esta semana tratarán de destacar para mostrar a un Gobierno que se aísla en sus fabricaciones de prensa. Discutieron la agenda, entre otros, Humberto Schiavoni, Negri, Laura Rodríguez Machado, Martín Lousteau, Cristian Ritondo, Luis Naidenoff, Álvaro González, Maxi Ferraro y Juan Manuel López. El debate no escapó al tópico común en este tipo de reuniones. Están quienes gobiernan y los que son oposición, situaciones que se cruzan en algunos distritos como la CABA, en donde se concentra la peste, y la administración de Horacio Rodríguez Larreta carga con todos los costos y, si todo va mejor, con todos los laureles.
Macri celebró la Pascua con la mesa del PRO
Macri celebró la Pascua con una reunión con la mesa del PRO, previa a la que tendrá este lunes con los economistas que lo aconsejan. El producto de esa cita pascual es el documento que elaboró, en versión final, Patricia Bullrich. La ex ministra de Seguridad navegó en esa reunión mañanera junto a Macri, Larreta, Miguel Pichetto, y otros hombres de la oposición que gobiernan, como Néstor Grindetti y Julio Garro. El expresidente repite los modos clásicos de los políticos del espectro autista de la derecha, que es hablar de economía, cuando hacerlo en demasía fue lo que llevó a su gobierno a la crisis final. Debería hablar más de política, y dejar de moverse como si la ortodoxia tuviera hoy una receta para este marasmo, del que se sale sólo con política, y en todo caso con economía heterodoxa. Construir política es ponerse de pie y defender la institucionalidad agredida por gobiernos que, como el de Alberto, aprovechan la conmoción de la peste para acumular un poder que no tienen de origen. Se trata, nunca olvidar, de un gobierno nacido de una alianza que, precisamente, jibarizó los poderes más sólidos del peronismo -los gobernadores, Cristina– para lograr la unidad.
En esa reunión Macri repitió sus inquietudes sobre la malandanza de la economía y transmitió percepciones que recibe de otros mandatarios del mundo, que lo mantienen informado de situaciones pandémicas. También compartió su preocupación por la parálisis de la economía y las recetas para superarla, que vendrán del gasto. Los más ricos, dijo, no serán los primeros en soltar el morral; quien tenga algo, lo va a cuidar porque no habrá turismo ni posibilidades de gasto superfluo. Schiavoni trató de poner el punto medio con una frase que le escuchó a Lousteau: “No podemos estar como los perros ladrando detrás de cada auto que pasa, pero tampoco nos podemos quedar quietos”.
El delicado punto de equilibrio lo ilustró con reminiscencias malvineras. Cuando estalló la guerra por las Islas, el país -recordó- se malvinizó y se vio a Frondizi, Allende o Ubaldini plegados al malvinismo de la ocupación. Sólo hubo dos hombres, recordó ante Macri, que se diferenciaron. Uno fue Rogelio Frigerio, que criticó la invasión. El otro Raúl Alfonsín, quien con menos estridencia y más callado, también tomó distancia del ánimo malvínico. En la situación que estamos, cree, tienen que hacer oposición ante un Gobierno que se inflama con una realidad que le da el apoyo del público por la peste, al cual es difícil criticarlo. Citó al gurú Durán Barba: cuando tu adversario tiene el 70% de apoyo, las balas que le tirás te rebotan a vos. Lo más pertinente de ese comunicado es el blindaje de la alianza con el pedido de “juego limpio”. “Le pedimos al Gobierno nacional que cesen las agresiones de parte de funcionarios o representantes del frente oficialista contra nuestra coalición. Nos parece inadecuado que en este momento existan estas agresiones, que ponen en riesgo el espíritu de colaboración al que estamos comprometidos”.
Rarezas que sólo explican estas fiebres griposas
La reunión con los economistas de Macri de este lunes tiene algunos antecedentes. El más estridente es la proeza de Fulvio Pompeo, su canciller de bolsillo, antes y ahora, que le hizo firmar al ex presidente un pedido de ayuda al mundo ante la crisis, junto a un selecto grupo estelar, entre quienes figura Joseph Stiglitz, numen del cristinismo de Indias. Impensable antes de las altas fiebres que provoca la peste. Ese documento lo escribió en realidad Gordon Brown y circuló en los foros de presidentes jubilados de todos los continentes. En lengua española lo movió el sello IDEA (Iniciativa Democrática de España y las Américas) en donde están Felipe González, Felipe Calderón y Vicente Fox (México), Eduardo Frei (Chile), César Gaviria Trujillo y Andrés Pastrana (Colombia), Osvaldo Hurtado y Jamil Mahuad (Ecuador), Luis Alberto Lacalle (Uruguay), Jorge “Tuto” Quiroga (Bolivia) y Juan Carlos Wasmosy (Paraguay), entre otros. Con menos estridencia, un grupo de economistas que no están en el Gobierno, como Lucas Llach, Javier González Fraga, Luciano Laspina, Carlos Melconian, y algunos políticos, como Federico Pinedo, mantuvieron una discusión sobre la salida a la crisis pospandemia. El debate está hoy a disposición en un gaseoso hilo de whatsapp, o sea es un predocumento. La solución en la que acuerdan, con diferencias desde ya, es que el Gobierno debe emitir y emitir, para equilibrar las cuentas del Estado y ayudar a las empresas viables a superar este momento, pero con un límite en esa finalidad. Después veremos los efectos inflacionarios, que es el demonio de estas economías, que sólo se reactivan con expansión.
En esto coinciden con los economistas del Gobierno, que han leído desde antes de la peste, recomendaciones heterodoxas para sacar a la economía, que ya venía escorada desde el año pasado. Esos papers circulan en los despachos del Ministerio de Hacienda y recomiendan desde hace meses, políticas “going direct” para expandir la actividad. “Going direct”, según propone en octubre pasado un informe del Black Rock Investment Institute (que alienta al fondo de inversiones del mismo nombre, endeudado hasta el moño con la Argentina) significa que los bancos centrales busquen la forma de poner dinero directamente en manos del público. La forma más extrema de esa política es el llamado “dinero helicóptero”, cuyo peligro es un estallido de inflación. Pero hoy, dicen los animadores de esta fiesta de heterodoxia, ¿qué es peor, la ruina o la inflación? El concepto del “dinero helicóptero” lo inventó Milton Friedman en un trabajo de finales de los ’60, e imagina una reactivación mediante una lluvia de billetes sobre las ciudades, pero con la condición de que el público entienda que será por una única vez. En ese detalle está el abismo que puede abrir. Acá y en cualquier economía.
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