¿Cambalache? ¿El último café? ¿Paciencia? ¿Cuál es la letra que mejor refleja el momento? Los dueños de la llamada industria del tango no se ponen de acuerdo. Como cuando competían por
la asistencia a sus shows de lunes a lunes. Eso ya les parece remoto, las rivalidades quedaron en el recuerdo y la desesperación los unió.
Acostumbrados a que cada noche los bailarines pulverizaran pistas y los cantantes hipnotizaran en los salones atestados de turistas, hoy comparten la extrañeza de estar condensados en sus propias casas y la ausencia de futuro.
La mayoría pudo hacer frente a los sueldos de abril pero dicen no tener resto para los de mayo. En la Ciudad hay 14 sitios siendo el más antiguo, el Bar Sur en San Telmo con 53 años y herido en casi todas las crisis. Le sigue el mítico Viejo Almacén con 51 años. El más joven es Tango Porteño con 12 años. Durante la temporada baja ocupan en conjunto a unos 1.400 empleados gastronómicos que crecen a casi 2.000 en los meses en los que arriban los cruceros. Para colmo, este año recibieron a los pasajeros de casi todos los cruceros hasta el 10 de marzo cuando decidieron cerrar por prevención. Los cruceros, que suelen pagar a los 60 días, les informaron que no se harán cargo de esas facturas.
Cada empleador mensualmente debe pagar de $ 3.000.000 a $ 6.000.000 de salarios, dependiendo del tamaño asegura Cristian Caram, de Madero Tango. Si se añaden cargas sociales, costos de estructura (alquileres, servicios básicos) “cada empresa para poder sostenerse necesitara no menos de 6 a 10 millones mensuales. Pero están las orquestas, los bailarines, el personal de las agencias de turismo que ofrece el servicio. En definitiva otras 2.000 personas que viven de la actividad.
“Es muy difícil reinventarse en este contexto de pánico global. ¿Cuándo se podrá volver a bailar?”, dice Dolores de Amo de Palacio Tango, ubicado en la icónica Galería Güemes.
“Seremos los últimos en poder reabrir y nuestro público es extranjero en un 90%. ¿Cuándo podrán volver a tomar un avión? ¿Quién se subirá a un crucero?”, suelta Antonio Ruiz de Rojo Tango y Café de los Angelitos. “El futuro es más negro que el presente”, acota Claudio Campos de El Querandí. “la quiebra no es la solución, necesitamos sentarnos a la mesa de decisiones”, coinciden Martín González de Tango Porteño y Gabriel Pérez de la Esquina Homero Manzi.
“Estamos en tinieblas, tampoco podemos aconsejar a nuestros empleados que busquen reinsertarse porque está todo cerrado. Ni siquiera pueden regresar los eventos que suelen ser una alternativa al turismo”, arriesga Luciano Machi de La Ventana, Gala y El Aljibe.
Durante otras crisis como la de 2001 Argentina supo salir al exterior con músicos, bailarines, discos, libros y la moda tango que mueve unos US$ 2.000 millones al año. El tango es un producto cultural, emblema y marca del país y patrimonio de la humanidad. En ciudades como París, a la que el tango llegó en 1907 con las partituras del Choclo y La Morocha llevadas por los marineros de la Fragata Libertad, es un fenómeno popular. En los últimos años uno de los destinos de orquestas y elencos fueron Estados Unidos y Alemania. En el mundo existen más de 25 grandes festivales internacionales de tango a los que asisten cientos de miles como el de Finlandia que reúne a medio millón de espectadores. Ni hablar de lo que sucede en Japón. Y lo que había comenzó a suceder en codiciado mercado chino.
“Ya hicimos nuestro duelo, hay que defender el tango, ahora tendremos que pensar en cómo transformarnos y en el mientras tanto necesitamos de la ayuda del Gobierno pero no en forma de crédito porque sabemos que no podremos devolverlo porque no tenemos ingresos”, confiesa Miriam junto a su padre Luis Veiga, del Viejo Almacén. “Lo nuestro terminó, dijiste en un adiós de azúcar y de hiel…”, escribió Cátulo Castillo en el último café. ¿Premonitorio?
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