Dentro del delirio perfectamente organizado que era Les Luthiers, Marcos Mundstock la jugaba de serio. O lo era, en realidad, y la vida -y el escenario- lo obligó a seguir desempeñando
ese papel con el rigor, la prestancia, el profesionalismo y la voz -esa voz- que tan bien le conocimos.
Como en los clásicos de humor de todos los tiempos, Mundstock tenía su cara opuesta en Daniel Rabinovich. Y no descubro nada al decir que cuando llegaban los contrapuntos entre ellos el altísimo nivel del grupo -de músicos, actores, guiones- se elevaba aún más. El profesor y su alumno rebelde. El circunspecto y el desfachatado. Un juego de roles que Mundstock extrañó para siempre cuando Rabinovich murió en 2015.
Pero como los grandes líderes de las bandas de rock, Marcos Mundstock también sabía darle buen curso a su “carrera solista”. Algunas publicidades, algún programa de televisión -como Pasado de copas, en Telefe- o alguna actuación por fuera del grupo -como en El cuento de las comadrejas, su último gran papel en cine, de la mano de Juan José Campanella– dejaban bien claro que, de haberlo querido, podía haber tenido también un recorrido exitoso por fuera del grupo madre.
Murió Marcos Mundstock, figura clave de Les Luthiers
Su ego no lo necesitó. Es más, cuando su salud ya no le permitió seguir subiendo al escenario, pujó e insistió para que Les Luthiers siguiera manteniéndose como grupo, siempre consiguiendo artistas con la categoría suficiente para que pudieran reemplazarlo (a él y a Rabinovich) y que su creación -porque eso es lo que fue la gran banda musical y humorística de la Argentina- se mantuviera viva.
Pasaron premios Príncipe de Asturias, Grammys… Teatro llenos aquí, en Europa, en los Estados Unidos. Pasaron parejas que fueron a verlos al Teatro Coliseo en los primeros shows y que ahora volvían, llevando a sus hijos y en algunos casos a sus nietos. Pasaron generaciones, chistes, instrumentos informales… Pasó Mastropiero, Johan Sebastian, y se lo vio más triste que nunca.
Pero lo que no va a pasar, y va a quedar para siempre, es el recuerdo de un artista que sólo regaló alegrías. Que estaba orgulloso de ser popular sin resignar jamás calidad.
Desde hoy se lo va a extrañar mucho a Marcos Mundstock, aunque no se lo olvide.
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Clarín
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