En el Chaco al algodón lo llaman por su nombre en guaraní, Mandiyú. Y eso no ha cambiado. Pero la calidad del algodón que se recolecta ahora en esa provincia, en
Santiago del Estero y en Santa Fe tiene poco que ver con la de décadas atrás. A tal punto, que en los últimos 20 años Argentina pasó de ser importador de fibra a convertirse en exportador. Una combinación de nuevas semillas, maquinaria de última generación y mejor manejo hizo posible altos rindes para alcanzar las 300.000 toneladas en este 2020. Pero con la pandemia el reto es otro. Con una industria textil que parece sucumbir aquí y en el mundo, la actual cosecha récord no tiene compradores. Como le pasa al petróleo. Así, los productores más chicos están resignados a una drástica rebaja en el precio, aceptando unos $10.000 por tonelada, cuando debería cotizar el triple. El cultivo es caro y para crecer necesita que el ingeniero agrónomo no le quite el ojo. Además, requiere una inversión suculenta, de US$ 800.000 por hectárea, mientras se da pelea sin descanso al picudo que suele hacer estragos.
En esta cuarentena, con los locales y plantas cerradas, la industria textil no cuenta con capital para stockear. Muchos productores decidieron entonces hacer fardos para guardarlo. Y se encontraron que falta alambre para poder atarlos. Decididamente, no es una historia entre algodones.
Dado el volumen, se prevé que podrían exportarse unas 200 mil toneladas, lo que requiere embarcar unas 15.000 toneladas mensuales en un gran esfuerzo logístico y siempre que aparezcan los compradores.
Esta producción, a diferencia de otras, se encuentra muy regionalizada en una cadena que une a semilleros, productores, deslintadoras, desmotadoras, comercializadores, maquinaria agrícola, hilanderos y exportadores en la misma zona. Esos actores, según cuentan, están en contacto con los gobernadores Omar Perotti (Santa Fe), Jorge Capitanich (Chaco) y Gerardo Zamora (Santiago del Estero). En una reunión por zoom, tan habitual en estos tiempos, se barajó la posibilidad de financiar con $ 4.000 millones a productores medianos y chicos promoviendo el uso de “warrants” (derechos de compra) como instrumento financiero.
El algodón se siembra en octubre y se recolecta en abril. Unos 200 productores de punta explican el 80% y el resto se divide entre 10.000 pequeños agricultores. Entre los grandes, se destaca la australiana Liag, que simboliza el interés en un cultivo en el que queda mucho por hacer. Brasil obtiene rindes que triplican a los argentinos. Y se vaticina una demanda global creciente una vez superado el coronavirus por el mayor atractivo del algodón frente a las fibras derivadas de la industria del petróleo. Por eso, se teme que la pandemia postergue el lanzamiento de tres nuevas variedades desarrolladas por el INTA que prometen mejoras sustanciales en el rendimiento del cultivo.
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Clarín
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