La cuarentena, un inesperado aliado para ponerle freno a la feroz guerra narco en Rosario

mantenían grupos vinculados al narcotráfico​.

En mayo de aquel año, que finalizó con 263 asesinatos, sucedió un episodio emblemático: Claudio “Pájaro” Cantero, líder de la organización conocida como “Los Monos”, fue acribillado a balazos en Villa Gobernador Gálvez. Ese ataque desató una guerra. Ya nada sería igual en los años siguientes, aunque el número de muertes lograra moderarse.

Si la situación por la inseguridad en el Gran Rosario ya inquietaba a las autoridades santafesinas, el inicio de 2020 abrió un escenario aún más inquietante: 47 asesinatos en los dos primeros meses, uno cada 30 horas, ubicaban la estadística en los mismos niveles que 2013, cuando se habían alcanzado durante enero y marzo los 45 crímenes.

Otra vez las disputas por territorio. Otra vez la sangrienta lógica entre bandas colocaban a la seguridad urbana en jaque. “Los crímenes ocurren porque la pelea comercial es feroz. Es una pelea por el control del territorio, por las bocas de expendio, por la enorme rentabilidad que genera la venta de marihuana y cocaína en Rosario”, argumentaba cuando los casos se multiplicaban, en febrero pasado, el ministro de Seguridad de Santa Fe, Marcelo Sain.

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Las disputas abiertas, con especial escenario en los barrios periféricos y más postergados de la ciudad, tienen otro elemento significativo de acuerdo a los investigadores: con los capos de las principales bandas encarcelados, enviando órdenes desde sus lugares de encierro, son las terceras y cuartas líneas las que dirimen, en la calle y a los tiros, la suerte de un negocio tan peligroso como rentable.

La pandemia, sin embargo, le dio un giro inesperado a la problemática. Desde que se inició la cuarentena por el coronavirus​ se advierte un retroceso jamás observado desde 2013 a la fecha: en 39 días se cometieron cuatro crímenes. Y uno de ellos se investiga como un posible femicidio seguido de suicidio o un pacto suicida, en un caso que tuvo como protagonista a una pareja de ancianos.

Un trabajo del Ministerio Público de la Acusación (MPA) y de la cartera de Seguridad de Santa Fe indica que, entre el 1° de enero y el 19 de abril se registraron 66 crímenes en el Gran Rosario. De esos episodios, 39 (el 59%) están relacionados con la economía ilegal y las organizaciones delictivas.

El 70% se cometieron con una planificación previa y en un 60% existió o es posible que existiera un pacto entre alguien interesado por que se cometiera el homicidio y otra persona encargada de ejecutarlo. Se trata de una lógica habitual en las organizaciones criminales que recurren a sicarios para atacar a las víctimas. Es la mano de obra armada con la que se impone el terror y se gana poder. 

Las estadísticas revelan además que en esos atentados planificados muere, en el 82% de los casos, el destinatario buscado. Los números exponen otra problemática compleja para la seguridad: la facilidad con la que se accede a armas de fuego. El 80,3% de los crímenes fue cometido con ese elemento.

Un 83,3% de las víctimas eran hombres y el 68,1% tenían entre 20 y 44 años. El 78,8% de los ataques se ejecutó durante horario nocturno y el 86,3% ocurrió en la vía pública. 

El último crimen resonante, vinculado estrechamente con la trama narco y del delito local, ocurrió el 19 de marzo pasado, un día antes de comenzar la cuarentena, en la zona oeste de Rosario y a metros de la exclusiva sede del Jockey Club.

Rodrigo Sánchez, de 44 años, fue acribillado a balazos cuando se detuvo con su camioneta en un semáforo. Lo emboscaron a plena luz del día, frente a comercios, una escuela y la sede del club Asturiano. Le dispararon al menos treinta veces. Nueve impactos lo alcanzaron, indefenso, frente al volante de su Toyota Hilux.

La víctima era uno de los hombres de más estrecha confianza de Esteban Lindor Alvarado, detenido por comandar una asociación ilícita, por instigar el crimen de un prestamista y procesado además por la Justicia Federal por el tráfico de 494 kilos de marihuana.

Alvarado es, de acuerdo a múltiples investigaciones, uno de los operadores más fuertes del delito en Rosario. La semana última, en diálogo con un periodista radial, él mismo lo negó y dijo que subsistía gracias a la venta de “sábanas y colchones”.

La muerte de Sánchez se convirtió en el último impacto antes de la tensa y forzada calma que se instaló en el hampa local. Nadie sabe cómo se comportarán esos grupos en disputa cuando se terminen las restricciones para circular con libertad por las calles.

El homicidio más reciente se produjo el sábado a la tarde y tuvo como víctima a un chico de 12 años. Su padre fue el destinatario del ataque de un tirador que llegó a la casa de la víctima en moto y les disparó a ambos: el nene murió y el hombre resultó herido, en Mapic al 6200, zona sudoeste de Rosario.

EMJ