Cada vez quedan menos estrellas del soul con vida. Pero, al menos hasta la pandemia, en Memphis cada semana cantaba una de las más grandes figuras del género: Al Green. Sólo que
ya no lo hace más en teatros o salones poniendo su voz sexy al servicio de canciones que destilaban sensualidad, sino al de Dios.
Con su voz de seda e irresistible “sex appeal”, Green era el heredero natural de Sam Cooke, título que no le quedó grande gracias a absolutas obras maestras del soul como Let’s Stay Together y otros hits como Take Me to the River, Tired of Being Alone, I’m Still in Love with You.
Pero la trayectoria de Green, que ahora tiene 74 años y es miembro del Salón de la Fama del Rock desde 1995, cambió de rumbo de forma abrupta y pasó de las insinuaciones sexuales a la reflexión religiosa, y de ponerle banda sonora a los placeres ‘de la carne’ a cantarle a Dios desde el púlpito de los templos.
Al Green era el heredero natural de Sam Cooke, y tuvo una primera mitad de los ’70 jalonada por los éxitos. (Foto: AP/l.m. otero)
El último de su especie
Con su alma apasionada, incendiaria y desbordante, el soul había protagonizado gran parte de la revolución musical de los años 60.
Pero para cuando Al Green (Forrest City, 1946) publicó sus primeros discos de éxito (Let’s Stay Together y I’m Still in Love with You, ambos de 1972), el género ya estaba en descenso: Sam Cooke y Otis Redding habían muerto, James Brown estaba enfrascado en el funk, y los jóvenes buscaban otro tipo de emociones musicales. En ese momento, Green parecía el último genio de la estirpe del soul sureño.
Con exquisitos arreglos y un estilo más romántico que explosivo, Green encadenó una fabulosa tanda de triunfos en la primera década de los 70: los ya mencionados Let’s Stay Together, Take Me to The River, Tired of Being Alone y I’m Still in Love With You, además de Love and Happiness y How Can You Mend a Broken Heart, entre muchos otros.
Pero entonces, cuando todo presagiaba una vida eterna de placeres terrenales potenciados por una de las músicas más sensuales del planeta, se cruzó en su camino la vocación religiosa. Eso sí, la llamada de Dios le llegó de una manera escalofriante.
La macabra llamada del “Señor”
No escasean los episodios siniestros o muertes espeluznantes en la historia del género. Marvin Gaye y Sam Cooke, por tomar dos ejemplos de los más relevantes y conocidos, murieron a tiros; pero el viaje a la iglesia de Green figura con honores en los capítulos más oscuros del género.
Mary Woodson era una de las numerosas amantes que tenía Green, quien aseguró en autobiografía Take Me to the River (2000) que “acumulaba un cierto tipo de novias” de una ciudad a otra y que “no era algo romántico o físico” sino que sólo era para “satisfacer la fascinación” que sentía “por las mujeres hermosas”.
Más o menos seria, su relación con Woodson no apuntaba a algo nada sencillo ya que ella estaba casada y tenía dos hijos en Nueva Jersey. El 18 octubre de 1974, Woodson, tras algunos escarceos con la ley y cada vez más inestable por celos y otros problemas personales, le preguntó a Green si se casaría con ella. La respuesta fue otra pregunta. “¿Casarnos?”, retrucó el cantante, y agregó: “Creo que deberíamos hablar de esto a la mañana, nena”.
A continuación, el hombre subió al piso superior, se desnudó y fue al baño a cepillarse los dientes. Entonces, un ruido le llamó la atención. “Pude levantar la vista justo para ver el reflejo de Mary en el espejo. Sostenía una olla humeante con ambas manos”, escribió Green en su autobiografía.
Lo que siguió lo cuenta él mismo: “En el siguiente segundo, mi mundo explotó en miles de fragmentos de pura agonía. Mary había agregado unos granos al agua, creando una masa consistente que hervía. Con toda su fuerza, me la tiró encima, salpicando las paredes y quemando mi espalda desnuda. El dolor fue tan intenso que en el momento no estaba seguro de qué era lo que estaba sucediendo”.
El ataque le provocó a Green quemaduras de segundo grado en la espalda, el abdomen y los brazos, y debió ser sometido a injertos de piel. Mientras el cantante gritaba y se retorcía de dolor, Woodson entró a otra habitación, tomó un revolver calibre 38 de Green, y tras fallar un tiro, acertó con el segundo en su propia cabeza. Poco tiempo antes, la mujer había sido enviada por Green a la casa de un amigo suyo para que su recuperación, tras haber tomado unos cuantos somníferos de más y haberse tajeado las muñecas.
‘N Sync, Gloria Estefan, Al Green, B.B. King, Lenny Kravitz y Garth Brooks, en el concierto “Salvemos la música”, que se llevó a cabo en la Casa Blanca el 23 de octubre de 1999. (Foto: AFP PHOTO/Tim SLOAN)
Para Green, en cambio, lo que siguió fue una internación de varias semanas en el Baptist Memorial Hospital Memphis, donde fue curado de sus quemaduras, y una convalecencia, antes de volver a la actividad, de ocho meses que pasó en contacto con la Biblia. “Finalmente pude poner mi carrera en una especie de perspectiva, dándole a mi música un lugar adecuado en mi escala de valores, y a mi paz mental y bienestar espiritual otro a la par”, confesó en sus memorias.
Las cosas, a partir de entonces, ya no serían como habían sido.
Un camino de ida (y vuelta)
Pasar de la iglesia a la esfera profana, o hacer el camino a la inversa, es algo habitual en los artistas del soul, un estilo musical que al fin y al cabo no es sino la adaptación mundana y algo descreída de los códigos del góspel.
Como muchos otros artistas afroamericanos, Al Green había comenzado cantando góspel, por lo cual la fe era algo muy importante en su vida. Sólo que las buenas ventas lo mantuvieron estrechamente conectado con un mercado en el que se movió como pez en el agua hasta que, en 1978, el lanzamiento del álbum Truth n’ Time le puso en claro que el éxito había dejado de ser su aliado..
Y también dejó de serlo por un momento el equilibrio, lo que le provocó una caída del escenario en medio de un show que estaba dando en Cincinnati, algo que Green tomó como una señal más de que las cosas iban por otro lado. Para entonces, hacía dos años que había creado la iglesia Full Gospel Tabernacle, en las afueras de Memphis, y el comienzo de 1979 marcó su renuncia al soul y su entrega a Dios.
Según Davin Seay, que ayudó a Green en la escritura de su autobiografía, Take Me to the River, el suceso de Woodson fue fundamental en la conversión del cantante. Fue un catalizador (…). No es justo asumir que su conversión religiosa fue algo conveniente basado en su experiencia traumática, y a él le gusta distanciar esa conversión de los eventos terribles de esa noche. Pero creo que lo que pasó con Woodson como que cristalizó su necesidad de seguir adelante, cerrar una parte de su vida, y abrir otra”, señaló.
La decisión, no obstante, no alejó al artista de los estudios de grabación. The Lord Will Make a Way (1980) Higher Plane (1982) Precious Lord (1982) I’ll Rise Again (1983) White Christmas (1983) Trust in God (1984) He Is the Light (1985) y Soul Survivor (1987) testimonian una prolífica actividad, signada por un modo de cantar menos “salvaje” y provocador que el que lo había caracterizado hasta fines de los ’70.
Sin embargo, Green no se privó de regresar al mundo de la música secular. A su colaboración con Annie Lennox, en 1988, en la grabación de Put a Little Love in Your Heart, le siguió en 1993 el lanzamiento de Don’t Look Back, y el de Your Heart’s In Good Hands, dos años más tarde, en coincidencia con su ingreso al Rock and Roll Hall of Fame.
Desde ese momento, aunque espaciadamente, Green volvió al ruedo, con I Can’t Stop en 2003, junto a Queen Latifah para grabar una nueva versión de su antiguo tema Simply Beautiful, y en 2008 con el álbum Lay It Down, con el que volvió a entrar en el Top Ten de los ránkings después de un par de décadas. Y una más tardaría en grabar la canción Before the Next Teardrop Falls.
Al Green. Una voz excelente con una carga expresiva que es patrimonio de muy pocos elegidos. (Foto: CORBIS SYGMA/MAZUR KEVIN)
En cambio, no hubo bache en su prédica dominical en la iglesia que creó en 1976, donde cada domingo las dudas que desde aquel día en que Woodson lo atacó primero para luego quitarse la vida lo acompañan como una sombra que se sienta en la primera fila.
“¿Por qué se suicidó Mary? ¿Por qué intentó destruirme? Hasta este día, no puedo decir que lo sepa. Había partes completas de su vida a las que nunca me dejó entrar. Aunque nunca seré capaz de explicar del todo los eventos de aquella noche, sé de primera mano que la famosa línea entre amor y odio es real, y, para algunos, lo que no pueden tener, lo tienen que destruir”, escribió Green en su autobiografía.
Fuente: EFE/David Villafranca
E.S.
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