La denuncia contra Sebastián Villa por violencia de género sacudió la cuarentena. Otra vez un jugador acusado de golpeador por su pareja. Otra vez el fútbol como ámbito de un machismo
irracional. Otra vez el mundo de la pelota mirando para otro lado. Julia Hang, socióloga especializada en deporte y género, trata de explicarlo: “Es parte de la historia de un deporte que se constituyó de hombres y para hombres bajo una lógica machista, homofóbica y misógina”.
-¿Cómo evaluás las reacciones que hubo en el mundo del fútbol a partir del caso Villa?
-Las reacciones de los dirigentes, los periodistas y de la gente vinculada al fútbol siempre son escasas y negativas, y eso tiene que ver con la violencia machista tan propia de este ámbito. Eso que muchos llaman “el folclore del fútbol” pero que desde las ciencias sociales definimos como “la cultura del aguante”, justamente es lo que habilita y legitima que ciertas prácticas sean toleradas. La violencia de género forma parte de la sociedad en la que vivimos, pero en el mundo del fútbol se hace más visible porque es un ambiente exageradamente machista y además porque está todo el tiempo en la opinión pública.
-¿Y el comunicado de Boca?
-Fue muy lavado. Omite el nombre de Villa, dice que están analizando la situación y poco más, es un comunicado que protege al jugador y deslegitima a la víctima.
-¿Qué debería hacer el club ante una situación como esta?
-En principio, creerle a la víctima.
-¿Y con el jugador?
-Es un tema complejo. Supongamos que Boca expulsa o suspende a Villa, que es lo que muchos reclaman, pero lo que lograrían con eso, en realidad, sería sacarse el problema de encima y no solucionarían nada. Ante estos episodios la reacción instintiva es que el violento es el otro, entonces lo sacamos y listo, problema resuelto. Y no es así. La violencia es parte de un entramado social del cual todos somos parte, incluso las mujeres. Vemos que todos los clubes hacen campañas en contra de la violencia de género, suben a sus redes mensajes de apoyo a los movimientos feministas, pero no se revisan a si mismos. Si los dirigentes no toman en serio la lucha contra la violencia, aplicando protocolos de género, o con talleres de masculinidad, por ejemplo, va a ser muy difícil de transformar. Apartar al violento para que todo siga igual no sirve de nada.
“En las inferiores está instalada la idea de que para jugar en Primera además de talento los pibes tienen que ser machos, poner huevos, ir al frente.”
-El ámbito del fútbol parecería ser el más impermeable al movimiento Ni una menos.
-Puede ser, pero en los últimos tiempos vengo viendo transformaciones. Algunos clubes tienen protocolos de acción ante estos casos, en otros se crearon espacios de género y hay muchas organizaciones de hinchas feministas que están disputando espacios de poder dentro de los clubes. En el caso puntual de Boca, por ejemplo, las feministas xeneizes fueron muy importantes en la última elección, inclinaron la balanza para Ameal.
-Y ahora se encontraron con ese comunicado tibio que Boca publicó por el caso Villa.
-Estos ejemplos evidencian las políticas de lavado de cara. Los dirigentes hacen campañas de las que participan mujeres, suben fotos a las redes y les prometen cosas, pero cuando entra en juego el fútbol, que reparte dinero, prestigio y poder, las mujeres no entran.
-¿Por dónde debería comenzar un cambio profundo?
-Todos los clubes deberían trabajar con el modo en que se construyen las masculinidades, si no estas cosas van a seguir sucediendo. En los procesos de formación de juveniles está instalada la idea de que para ser un buen jugador de fútbol hay que ser macho, y que el que llega a jugar en Primera además de talento tiene que ser macho, poner huevos, ir al frente. Son conceptos que los dirigentes, los entrenadores y los preparadores físicos les bajan a los pibes desde las inferiores. Ahí es donde se debería romper con esos sentidos y no limitarse a la expulsión del violento, que es el otro.
-Con los hinchas ocurre algo particular: solo acusan a un jugador violento cuando está en un equipo rival, pero nunca si juega en el propio.
-En general, hay una condena hacia la violencia, pero cuando esa violencia nos involucra es difícil asumir que estamos en ese lugar. Entonces lo justificamos. Ahora por suerte los casos salen a la luz, con todo el dolor que eso conlleva para los que sufren violencia y también para los que se reconocen en ese lugar de violento. Porque esa es la única salida: pensarse en esos lugares y pensar estrategias para transformarlos.
-A Cristaldo lo denunciaron y Racing solo lo suspendió una fecha. Con Benítez, en Independiente, ocurrió algo parecido. Y hay muchos casos más. Parecería que el fútbol fuera impune a todo.
-Yo vivo en La Plata y tengo muy presente cuando Maradona llegó como técnico a Gimnasia. En ese momento hubo discusión hasta dentro del feminismo, porque el Diego tuvo muchas acusaciones de maltrato y de ejercer violencia de género. Entonces, mientras algunas decían que estaba trayendo una alegría inmensa a un club que nunca tuvo alegrías, otras querían prender fuego la sede. A los ídolos se les justifica todo, pero lo fundamental es poner el tema en discusión.
-Y que las mujeres sigan peleando por ganar espacios dentro de los clubes.
-En Vélez las mujeres se pusieron fuertes y lograron que en el contrato de Centurión figure una cláusula sobre violencia de género: en caso que el jugador no se comporte de acuerdo al protocolo de género del club, será sancionado con la rescisión del contrato. Eso fue un logro, pero en general las mujeres están tan en desventaja que todo el tiempo tienen que negociar. Para generar consenso en un ambiente tan machista tienen que aceptar, por ejemplo, que Maradona sea el técnico y mientras tanto avanzan con otros temas.