El impuesto a los más ricos, en coma inducido

El gobierno sumió al proyecto de impuesto a las grandes fortunas en un coma inducido. Es la condición que aportó para que la oposición acordase, aunque en términos de discordia, a

que se reabra el Congreso. La decisión no es pacífica. Cristina de Kirchner insiste en dar la batalla por esa iniciativa. En la reunión del martes con dos de los jefes de bloque des Senado, lo empujó a Luis Naidenhoff – jefe del interbloque opositor, y radical: ustedes no quieren sesionar porque no quieren que se vote el proyecto de impuesto a la riqueza. Repitió el argumento de su presentación en la Corte, una bandera que le permite dar pelea contra los ricos y contra los defensores de los ricos, sean jueces u opositores a su gobierno. Como la mayoría de las cosas que hace Cristina, nunca hay que mirar la letra sino la música. Es difícil que ese proyecto prospere, no hay detalles ni de qué contiene, en Diputados el oficialismo está muy ajustado en el número de bancas y más para un proyecto tan disputado. Si se llegara a sancionar, sería judicializado por quienes lo consideran – sobre la base de información periodística – inconstitucional y expropiatorio. Y si se lograse aprobar finalmente, la recaudación tardaría unos dos años en llegar. Pero la clave es dar la batalla y arrinconar a los adversarios. Tampoco el proyecto tiene el acuerdo de todo el peronismo. Sergio Massa dijo en dos reuniones a lo largo de la semana que ese proyecto por ahora no irá al Congreso. Ante grupos más chicos, agregó: el proyecto no va a salir porque Alberto no quiere.

Discriminaciones inexplicadas

El gobierno buscó, con ese envío del proyecto al freezer, que la oposición abandonase la idea de arrastrar a todos a sesiones con agenda propia. Por eso Massa y Cristina aceptaron casi todas las condiciones que les pusieron. Los opositores se atribuyen haber impuesto la reapertura del Congreso con sesiones virtuales o mixtas – en Diputados – sean por 60 días, y que se circunscriban los proyectos a tratar a cuestiones sanitarias. Una cuestión abstracta, porque todo lo que se discute hoy en el mundo son cuestiones ligadas al virus. Cristina no cedió en que hubiera sesiones presenciales, salvo la de ella, en el Senado. Argumentó que sería una discriminación, porque los senadores que tienen un estado de salud precaria o no pueden movilizarse, quedarían afuera del debate. Nadie entendió muy bien a quién se refería al hablar de discriminación, mientras la experiencia comparada con los congresos de emergencia de todo el mundo muestra que no se ponen límites de edad. Cristina, en todo caso, está en el padrón de personas de riesgo, y en las generales de la ley. La oposición no se quejará más, para evitar que la acusen de impedir sesiones. Pero la extravagancia del método cristinista abre, seguramente, el turno de ulteriores reproches judiciales ante esta forma de legislar. 

Bombas de humo para desestabilizar a la oposición

Para entender el big picture, esta reapertura no la quería el gobierno, que navega con un proyecto de complejo trámite en el Senado y sin votos de sobra en Diputados. Funcionaron, pese a las bombas de humo que le arrojaron, la tenacidad y capacidad de liderazgo de Mario Negri, y la capacidad para la picardía política de Graciela Camaño. El jefe radical impuso su protocolo en Diputados y negoció en secreto con Máximo Kirchner – delegado de su madre – que se trasladase al Senado. La diputada disparó la amenaza de una sesión especial con massistas, monzoístas, radicales porteños, renovadores y sueltos. Con los días se revelarán los hijos de esa movida de la cual los radicales de la línea nosiglista – Emiliano Yacobitti & Co. – se bajaron con disculpas, Monzó escondió la mano y el propio Horacio Rodríguez Larreta, jefe de todos ellos, se desentendió en un diálogo con Cristian Ritondo. Hace 20 días que no lo veo a Monzó”, se disculpó. Cristian, jefe del bloque del Pro era la víctima, junto a Negri, de esos intentos de desestabilización como armadores de la oposición en los que colaboró discretamente el peronismo, que los quiere desbaratados. Esos ataques expresan la crisis interna de los partidos de la oposición, siempre víctimas de origen transgénico de la coalición. No está mejor el oficialismo, que paga esos desentendimientos con desgranamientos como los que sufrió Olivos con la salida de dos albertistas como Enrique Vanoli y Guillermo Nielsen en el manejo de las dos grandes cajas cuyo control blanqueó el cristinismo, mal llamado “La Cámpora”. Es apenas un eufemismo, pero se quedó con la ANSeS e YPF con delegados del Senado. La peste también empieza a desmoronar construcciones frágiles. Acaso la salida de Vanoli no haya tenido que ver sólo con peleas intestinas, sino con aquel episodio del viernes 27 de marzo, cuando miles de jubilados y pobre se agolparon en los bancos para cobrar una platita. Vanoli fue el responsable de que esas ayudas como la AUH o el IFE emergencia se pagasen a lo largo de tres días y no de diez. En estas horas cuando crece el número de contagiados en pandemia no faltará quien diga que el pico es responsabilidad de aquel episodio. De YPF ni hablar, con el crudo y el gas sin precio. Asume como CEO de Nielsen un ingeniero que fue responsable del área compras en la era Galuccio. En esa empresa es más importante, a veces, más lo que compra que lo que vende.

La malversación de la política: empoderar a quien no tiene votos

La fragilidad de las posiciones en un sistema político anémico fuerza malversaciones de la política que no se agotan en el nepotismo. Carlos Heller estaba, hasta diciembre pasado, en su casa – y en su banco. Había sido candidato del peronismo en la lista de 2017 pero el voto popular lo dejó afuera del Congreso. El peronismo, fuerza a la que le sobran economistas, fue a buscarlo para que asumiese una banca provocando una vacante: hicieron renunciar a su banca a Juan Cabandié, que había tenido más votos que él, para que Heller asumiese la diputación y también la presidencia de la comisión de Presupuesto y Hacienda. Este peronismo convocó así a un hombre que no es del partido, para cabalgar la lucha de clases. Llamaron al comunista manso – Heller es de esa especie – para meterle miedo a los burgueses y ensayar la leyenda de que el peronismo sirve para frenar a los comunistas. Perón tenía enfrente al comunismo de la Guerra Fría y buscó cauterizar al gremialismo de aquel fantasma burgués que enloquecía a los burgueses. Hoy esa viñeta es una simulación en color sepia. No es nuevo en el peronismo la jugada de empoderar quien no tiene votos. Es un síntoma de las debilidades del sistema y explica los fracasos en resolver con sinceridad y consenso los problemas. Tiene el mismo rango de manipulación que el nepotismo del niño diputado – va por el segundo mandato y no se le conocen ni las ideas ni la voz, salvo cuando dice, como intermediario de gestiones discretas “Voy a hablar con mi vieja y te llamo” – o la candidatura negociada de Alberto, el ganador de la lotería de Buenos Aires.

Gobierno y oposición en un taller literario

El costado más animado de estas tensiones inducidas sobre el cuerpo ajeno se vio en las largas discusiones entre Santiago Cafiero y Wado de Pedro con una miríada de dirigentes de la oposición, para que adhirieran al documento de apoyo al gobierno en la renegociación de la deuda. Los dos funcionarios – uno de los cuales se prueba ya el cargo de director en nombre de la ANSeS en una telefónica que tiene acciones del Estado – fatigaron los teléfonos con presiones al estilo de Rogelio Frigerio, cuando arrinconaba a gobernadores peronistas a cambio de fondos durante el gobierno anterior. La misma moneda, el mismo amor, la misma lluvia. El debate, todo virtual como es el planeta político en estas horas, se convirtió en un inmenso taller literario, porque los dirigentes de Cambiemos le reprocharon al primer borrador oficial la mención hiriente a la herencia recibida… de ellos. O sea, de Mauricio Macri. Es un documento tan simbólico como la ley que pidió y negoció Guzmán sobre sustentabilidad de la deuda. Simbólico como el sillón desde donde Cristina aspira a conducir, rodeada de pantallas, las sesiones del Senado. Sola, tan sola, que si se levanta para ir al toilette, no hay quien dirija el debate. Son señales de poder que aseguran gravitación en otros temas. Para el Ejecutivo, dividir a la oposición. Para ella, marcar diferencias con el resto del gobierno, y sostener su capacidad de defender sus intereses personales comprometidos en causas judiciales.

Massa: bajé el riesgo país 400 puntos, no puedo hacer más

Hubo cacería de brujas en la oposición cuando se supo que los gobernadores del espacio – Gerardo Morales, Gustavo Valdés y Rodolfo Suárez, del radicalismo, estaban dispuestos a poner la firma. Los Reyes Magos son los padres, se escuchó desde Jujuy. La cabeza del partido, que hoy se reparten dos diputados, Alfredo Cornejo, Mario Negri – advirtieron el ardid oficial: forzar a Cambiemos a desprenderse del pasado macrista. Es el sueño de muchos radicales, pero que hoy quebraría el arco opositor, y lo sacaría del juego en el próximo turno electoral. Se preguntaron, con razón. ¿Y Horacio va a firmar? Es el cuarto gobernador de Cambiemos, y enfrenta a la peste en el distrito donde el virus da más pelea. Su destino de juega en esa batalla, que es médica y también política. El jefe porteño delegó el diálogo en uno de los principales ministros, que distribuyó varias versiones del mismo documento, para que el gobierno reflexionase y diera de baja la condena a Macri, en ese virtual juicio de residencia, sindicado como responsable del endeudamiento más oneroso. De este forcejeo salió otro borrador, en el cual los dirigentes opositores apoyan al Estado Argentino en “la negociación”, y no en la “oferta”. El temor de los opositores es que el gobierno quiera precipitar, con la firma de ellos, un default que los deje pegados. Ese temor lo comparten algunos altos cargos del gobierno, como Massa, quien confesó el jueves que, si no había cambios en la oferta, el gobierno iba en esa dirección. Con tono mayestático, y alzando la mirada como cuando se inspira, contó que había estado con Martín Guzmán, el día anterior- que fue el de su cumpleaños 49 -. “Le acerqué a los bonistas, y bajé el riesgo país 400 puntos. ¡Pero no puedo hacer más con estos muchachos!”, remató. Esta carta alternativa, argumenta también que el mundo no comenzó en 2019, y que la deuda es una herencia colectiva. Los talleristas (literarios) de las dos partes se privaron de festejar el día de los trabajadores discutiendo si firmar un documento, o dos, con las firmas, ambos, de los mandatarios de la oposición.

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