El escenario paradisíaco de una isla en el Caribe se ha convertido en una auténtica pesadilla para una familia chilena que lleva ya 50 días atrapada en su velero por la pandemia de coronavirus que selló a cal y canto todas las fronteras de la región.
Marcelo Escalante García es un chef de 52 años, y está confinado en un velero de 48 metros cuadrados con su mujer, su hijo de 21 años y dos jóvenes guatemaltecos frente a la isla hondureña de Roatán, un lugar de una belleza espectacular: mar cristalino y arenas blancas.
Pero Escalante está lejos del paraíso: “estoy a 20 metros de la playa, y no la puedo tocar”, dijo a la BBC. “Es una situación espantosa”, agrega.
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El velero quedó atrapado frente a Roatán luego de haber zarpado el 10 de marzo desde Livingston, en Guatemala, rumbo a Puerto Williams, en Magallanes, en el sur de Chile, donde el chef chileno tiene un emprendimiento turístico.
El plan de viaje eran 26 días a un costo de 2500 dólares. El coronavirus era algo lejano aún en Centroamérica, pese a que ya hacía estragos en España e Italia. “Decimos emprender el viaje sin tener conciencia de lo que estaba pasando”, dice Escalante.
Y lo que pasó es que la pandemia llegó a la región y los países, uno a uno, fueron cerrando sus fronteras. Honduras no fue la excepción y lo hizo el 15 de marzo.
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Después de una serie de peripecias, entre ellas un tormenta que dañó parte de la embarcación, el velero llegó frente a la isla de Roatán, que no registraba en ese momento contagios, por lo que los extranjeros no eran bien recibidos. Allí permanecen las cinco personas a bordo desde hace 50 días.
Apenas sí pueden caminar erguidos, para hacer ejercicio deben nadar alrededor del barco, y tuvieron que racionar el agua potable y la comida, que alcanza porque una chilena que vive en la isla les llevó un canasto con productos. Se duchan con agua salada.
El resto lo deben comprar a los lugareños “a precio de oro”, se queja Escalante, que revela: “no me queda dinero, la cuenta la tengo en cero”.
“Cuando tienes un velero, te tildan de millonario. Y no es así, este es un sacrificio de toda una vida. Yo no tengo nada más que esto”, lamenta.
Al llegar frente a la isla –que aún no ha registrado ningún caso de Covid-19- el chef creía que los dejarían bajar luego de un periodo de cuarentena, pero no ha sucedido eso.
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Cuando se instalaron frente a la isla, el chef y su familia tenían la esperanza de que, tras pasar una cuarentena encerrados en su barco, los dejarían bajar.
“Pasamos una cuarentena y media, vino el médico de la isla, nos encontró a todos sanos y él dio la autorización, pero la directora médica finalmente dijo que no”, dice Escalante, que revela que el alcalde presiona para que se vayan a altamar. “¿Dónde voy a ir?”, pregunta.
El chef recuerda que todos los puertos están cerrados, y revela que le ha pedido ayuda tanto a las autoridades hondureñas como a las chilenas. “Pero nadie hace se eco, nadie me responde. No somos prioridad de nadie… qué importan cinco trozos de carne”, señala.
Ahora ha puesto en venta el velero, para reunir fondos que le permitan regresar a su país. Pero si no obtiene una respuesta rápida, zarpará de todos modos a Chile, pese a todos los puertos cerrados. “Solo pienso en salir de aquí”, dice.