“Casi todos en el Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) sabían de la conducta de este señor”. Lo dice una actual trabajadora de la escuela, que lleva 25 años en la
institución y compartió muchas horas con Adrián Rowek, el profesor de lengua detenido en su casa del barrio Villa Real, adonde fue sorprendido acostado en la cama con un alumno suyo, un menor de 14 años.
¿Qué pasó entonces? Hurgando en la historia, voces que prefieren mantenerse en el anonimato hablan de “cajoneo de denuncias”. “Empiezan a aparecer un montón de denuncias, pero se podía haber evitado el mucho daño que seguramente habrá hecho”, afirma esta empleada que se desempeña en la parte administrativa de la institución. “Rowek es de esas personas muy hábiles, que de entrada caen bien porque son cancheras, modernas y simpáticas y él supo hacer un trabajo muy fino para pegar onda con sus colegas, con los alumnos y también con los superiores“, agrega.
La mujer recuerda que Rowek -que fue detenido y este miércoles se negó a declarar- trabajó allí entre 2009 y 2015. Y que de él se decían muchas cosas, “el radiopasillo era tremendo y los chismes no paraban. Que se quedaba a solas con alumnos en el aula, en pasillos o bibliotecas, que se animaba a tocarlos, y que su conducta era cuestionada por autoridades pero en voz baja”.
Uno de los rumores más fuertes que llegó a las altas esferas del establecimiento fue “que Rowek venía de una escuela primaria privada, de donde había sido echado por el comportamiento deshonesto con varios alumnos de 13 años, después de un viaje de egresados. Las conversaciones eran todas de tónica sexual”. Pero este hombre de 50 años “le encontraba la vuelta para caerle bien al alumno”.
Los que fueron protagonistas de esta historia y compartieron con él aquellos años cuentan que llegó al Nacional de Buenos Aires de la mano de un primo de la secretaria de la rectora de entonces, Virginia González Gass. “Entró como preceptor y al poco tiempo empezó a sonar fuerte que no había renunciado al colegio primario, como había dicho, sino que lo habían expulsado”, contaron.
La pregunta entonces se repite. ¿Por qué si se hablaba de estos antecedentes nadie lo frenó? Como al parecer ocurrió en aquel momento, hoy tampoco nadie quiere comprometerse con el tema y todos prefieren hablar sin ser identificados. “Yo me comuniqué con los directivos de ese colegio primario pero no me dijeron nada, lo omitieron. Evidentemente, ahora, con el diario del lunes, no querían quilombos”, le dijo a Clarín una persona que estuvo entre las autoridades con mayor poder decisión dentro del CNBA.
Ante la consulta sobre si se cajonearon denuncias internas de alumnos debido a conductas abusivas de Rowek, este ex directivo lo negó rotundamente. “Nunca hubo elementos contundentes ni una denuncia explícita, pero sí se pedió que se tuvieran los ojos encima controlándolo… A este señor había que reiterarle directivas claras para que no se excediera. Siempre estaba en el borde“.
¿Qué actitudes tenía? “Confundía la faceta profesional con la social, no separaba los tantos… le gustaba la joda. Entonces, siempre se quería sumar a los viajes a Tilcara que organizaban los cursos de cuarto y quinto año, por fuera del colegio, por lo que desde la institución pedíamos que no fuera nadie ligado a ella. Pero a él había que remarcárselo”.
Rowek ejerció como preceptor y luego como tutor de quinto año, una labor más pedagógica por ser maestro de lengua. Hasta que “se decidió no renovarle el contrato por esos rumores que venían y porque no encajaba en el trabajo“. Y la historia volvió a repetirse con “elegancia” para evitar que el escándalo trascendiera. En el Abel Ayerza de Devoto, donde se encontraba ejerciendo, él había dicho que se se había ido del Buenos Aires “porque tenía otros proyectos personales”.
La ex autoridad del Buenos Aires dijo: “Cuando leí la noticia de su detención me quedé helado. ¿Qué pensé? Y, uno es un pelotudazo, no se imagina que pasan estas cosas, que existen tipos así. Y me puse a pensar. ¿Cuánto hace que este Rowek anda deambulando por el sistema educativo? Por lo menos veinticinco años. ¿no?”.
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