-Esta semana hubo una carta de apoyo de economistas extranjeros y argentinos, casi todos académicos, apoyando a Martín Guzmán y oferta del canje. Usted es economista de la Universidad de La
Plata y enseñó allí. ¿Por qué no firmó? ¿Lo habría hecho?
– Nadie hizo una gestión conmigo.
-¿Habría firmado?
– Hubiera comentado que la estrategia con más chance de ser exitosa era otra. Los casos exitosos fueron con un programa de apoyo de los organismos multilaterales y respaldo de los ministerios de Economía de los países desarrollados. Y eso es clave porque los bonistas tienen que aceptar voluntariamente una reducción de sus ingresos. La crisis del país y la pandemia hacen imprescindible una renegociación de la deuda, de eso no hay duda. Mi observación es el procedimiento utilizado.
-¿Cómo evalúa la tarea de Martín Guzmán?
– Por sus frutos lo conoceréis (N.E.: pasaje del Evangelio según Mateo en la Biblia). Acá lo importante es llegar al acuerdo. Si se llega será un aporte sustancial y valioso para la sociedad argentina. Sino, será un fracaso. Es muy difícil hacer una negociación como esta: sin recursos, cambiando las reglas de largo plazo y con la fragilidad de la Argentina de haber incurrido en nueve defaults.
“En la deuda, además del apoyo de los académicos, es importante un apoyo a través de un programa de los organismos multilaterales con respaldo de los ministerios de Economía de otros países”.
-¿Comparte el énfasis de Guzmán en la deuda como determinante del fracaso macroeconómico?
– Los estudios que el Gobierno difundió revelan que la Argentina tuvo durante los últimos sesenta años desequilibrios fiscales agudos, reiterados y profundos. En particular una explosión del crecimiento del gasto de 2007 a 2015, pasando de 24% del PBI a 42%. Me parece que en la solvencia argentina, en el crecimiento, en la inversión, hay un volumen de gasto que no es financiable con impuestos. La deuda es un síntoma, como la inflación. La deuda es un síntoma del desorden fiscal por una explosión del gasto entre 2007 y 2015. Esto lo dicen los propios trabajos que reveló el Gobierno.
-¿Se puede llegar a un acuerdo?
– Con algunas correcciones se pueda llegar a un acuerdo. Hasta Jeffrey Sachs ha mencionado que se puede mejorar la oferta. Pero acá no es cuestión de que hablen los académicos sino los bonistas que aceptaron canjes anteriores. Refinanciamos una deuda que el gobierno kirchnerista había reestructurado. En 1993 Argentina quitó a los acreedores el 35%, en 2005 el 70%. Ahora queremos quitarle el 65%. Escuchar a los académicos o personas diciendo “los demás deben hacer esto pero no lo hago yo” es complicado. Es un chequeo que nadie hizo en el Gobierno. ¿Los que apoyan son personas que compraron bonos y los canjearon u opinan sobre los bonos de otros?
-Hubo críticas a los que firmaron la carta y hasta hubo economistas profesionales que se negaron a hacerlo.
– La carta fue un acto generoso, valioso de esas personas, por tratar de cooperar con nuestro país en un momento difícil. Es bien intencionado y lo entiendo. Mi punto es otro. Como ministro, en el terreno de la realidad y de la política económica, usted debe hallar mecanismos que logren la aquiescencia de los acreedores porque Argentina necesita ganar la asamblea de los bonistas. Además del apoyo de los académicos, es importante un apoyo a través de un programa de los organismos multilaterales con respaldo de los ministerios de Economía de otros países.
-Usted propuso con la Alianza una rebaja de los salarios públicos que no prosperó y luego ocurrió en una magnitud mayor, ¿podría pasar hoy lo mismo?
-No planteé ni una baja de salarios ni de jubilaciones, eso está en youtube, puede verse. Propuse un recorte del gasto y era de 0,6% del PBI.
“Aquella conferencia del anuncio del ajuste fue un momento bravo. Y esa foto de Clarín de tapa reflejó el momento. Tengo indulgencia y benevolencia con el periodismo. Si usted tiene una buena foto no creo que el diario se libera de ella”.
– Al día siguiente de aquella conferencia de prensa del 17/3/2001 en la que anunció un ajuste a la educación, hay una foto en la tapa de Clarín que lo muestra en primer plano y con un gesto durísimo. Se dijo que usted se sintió perjudicado, ¿una imagen así juega en contra a la hora de hacer política económica?
–No era un momento de farra. El gesto de ese día transmitió lo que pasaba. La situación era, y entiéndame bien, dramática. Más grave si se tiene en cuenta que el Gobierno no lo percibía. La realidad del problema no estaba tanto en el nivel del gasto público sino que los precios de la Argentina se habían reducido dramáticamente producto del shock de la crisis asiática, la devaluación de Brasil y el cierre de los mercados. Y como el tipo de cambio no flotaba, entonces había que deflacionar precios y salarios. Fue un momento bravo. Tengo indulgencia y benevolencia con el periodismo. Si usted tiene una buena foto no creo que el diario se libera de ella. Es justo.
– ¿Puede el Presidente estar delante de una disyuntiva similar para la toma de decisiones: demorar un ajuste en la cuentas del sector público para que la corrección termine ocurriendo más tarde?
-Hoy hay un tipo de cambio deslizante. Y eso es una ventaja enorme respecto a 2001. En situaciones de guerra, las economías contraen el gasto civil y lo trasladan al gasto militar. En una pandemia, la actividad productiva cae y los salarios del sector privado se resienten. En el sector público trabajan sólo las áreas de salud y seguridad, el resto no cumple tareas. Lo lógico y más sano sería ahorrar esa porción del gasto público que no está comprometido en la lucha contra la pandemia para financiar al resto. Si se hace por esta vía que digo, usted evita la emisión o al menos una porción menor. Cuanto más corrección en el nivel del gasto que no atiende a la salud, menor será la devaluación del peso necesaria
“Para crecer más, el país tiene que hacer reformas profundas. Las últimas cuatro décadas fueron una catástrofe producto de las megainflaciones, el desborde del Estado y el cierre de la economía, que nos llevó a invertir menos de lo que repone el capital”.
– La pregunta de millón, ¿cómo se hace una corrección como usted señala en este contexto?
– Si los ingresos caen 15 y el producto 10, no hay alternativa a reducir los gastos. Déjeme ser claro con esto: los ajustes en economía ocurren por las buenas o las malas, hay que entenderlo. Muchas veces las correcciones suceden de manera desordenada y es peor. Hay alternativas de ajustes. Unos que generan una base para crecer en el futuro cuando los ciclos pegan la vuelta. Otra forma es hacerlos desordenadamente y agravando los problemas. Es obvio que una pandemia y una recesión afectarán nuestro nivel de vida. Definamos qué y cómo lo vamos a hacer.
– ¿La inflación de este año será más alta o más baja que la de 2019?
– Por la narrativa utilizada por el Gobierno y la emisión para atender la pandemia en estos meses, diría más alta. Pero no puedo excluir que detrás del acuerdo de la deuda venga un programa con el FMI. Y dudo mucho que sea con una tasa de inflación pegando un salto en 2021. Habrá que hacer un programa de consolidación fiscal y de absorción de los pesos emitidos en la emergencia.
– Si se acumulan desequilibrios y habrá que corregirlos, ¿qué chances ve de llevar ese ajuste en un año electoral como 2021?
– No será un clima sencillo. Por eso esta administración debió iniciar su gestión con un programa de reducción dramática de reducción del déficit para asegurar la viabilidad. La caída de nuestro nivel de vida es porque disminuyeron dramáticamente nuestras exportaciones y esto tiene que tener su correlato doméstico. Eso está en la naturaleza de las cosas, no es de bueno o malo lo que planteo. Si nuestras commodities se derrumban como hicieron en 2014, esto implica una corrección muy severa para nuestra economía. Eso no lo hizo Mauricio Macri y tampoco se ve ahora.
“Kirchner sabía que en mi lenguaje no había algo hipócrita, era al pan pan y al vino vino. Creo que esas cosas generan respeto más allá de las diferencias”.
– ¿Vamos a un mundo con más presencia del Estado como muchos creen producto de la expansión del gasto público en todos los países?
– No comparto. Se puede expandir el Estado sólo si tiene recursos. Si no los hay, no se puede. EE.UU. en la posguerra bajó dramáticamente el gasto porque había quedado con una deuda enorme. Mi sospecha es que vamos a un mundo con inflación más alta. Y eso es una ventaja para Argentina porque si refinancia la deuda al 4% será parecida a la inflación mundial. La inflación paga la deuda.
– ¿Cuando puede Argentina volver a crecer?
– Las proyecciones del Gobierno hablan de 1,5% para las próximas décadas. Esas tasas de crecimiento explican la quita de la deuda ofrecida, básicamente, se dice a los acreedores que no se piensa hacer nada para crecer más y pagarles. Y es curioso porque con esas tasa de crecimiento tampoco se soluciona ninguno de los problemas como la pobreza. Para crecer más, el país tiene que hacer reformas profundas. Las últimas cuatro décadas fueron una catástrofe producto de las megainflaciones, el desborde del Estado y el cierre de la economía, que nos llevó a invertir menos de lo que repone el capital.
– ¿Esas bajas tasas de crecimiento en las proyecciones del Gobierno que usted menciona, no pueden ser una estrategia de negociación? Subestimar crecimiento como en 2005
– Fueron condiciones extraordinarias y un gran error de aquella negociación de 2005 otorgar un bono atado al crecimiento del PBI que nos costó una fortuna. Hubiera sido preferible mejorar la oferta inicial y el crecimiento mayor le hubiera quedado a la Argentina. Pero acá lo que importa es el futuro y mi punto es que la proyección que señala el Gobierno de crecimiento es baja y consistente con la idea que no se hará ninguna reforma ni tributaria ni laboral y un clima que no alienta las inversiones. Por eso insisto, el país necesita una reforma profunda.
“Me parece que en la solvencia argentina, en el crecimiento, en la inversión, hay un volumen de gasto que no es financiable con impuestos. La deuda es un síntoma, como la inflación”.
– ¿Cómo construye poder Alberto Fernández con esta economía?
– La pandemia mas la crisis crearán una situación de inviabilidad por los déficit que se acumularán. Tendrá que hacerse a una corrección sí o sí. Cuanto más enérgica sea entre 2021 y 2023, menos inflación habrá y el Gobierno tendrá una oportunidad política. Si no la sabe usar, tendrá mas inflación y ese es un escenario muy negativo para la política.
-¿Cómo ve al Presidente en la manejo de la pandemia?
– Como todo en la vida, se presentan dilemas entre las distintas cuestiones que hay que atender. Paul Samuelson hablaba de manteca o cañones. Acá se trata de mantener el mejor desempeño económico sin agravar la salud y viceversa. Me parece que optó por una solución de esquina, una que descuidó la economía e impondrá un costo gravísimo para el futuro del país.
Por qué fracasó Mauricio Macri y la relación con Néstor Kirchner
Ricardo López Murphy reconoce que muchos de los problemas que enfrenta el gobierno de Alberto Fernández fueron heredados y que la administración de Mauricio Macri no los resolvió. Lo dice al pasar, sin detenerse demasiado a analizar qué sucedió y cuál es su visión del período 2015-2019. López Murphy y Macri supieron compartir un espacio del mismo espectro político a la salida de la crisis de 2002. ¿Cómo explica el ex ministro de Economía lo que sucedió con el Gobierno de Macri? “Hubo mal diagnóstico inicial. Sostuvieron que el país no atravesaba una crisis severa y que se podía sortear con deuda. Eso me pareció inviable desde noviembre de 2015. Aquellos ejercicios de Excel donde multiplicaban la tasa de crecimiento por 5 o 6 no eran realistas. Si no se cambiaba el tamaño del sector público, la inserción del país en el mundo, no había ninguna razón para que la economía pudiera crecer al ritmo que haría viable el endeudamiento. ¡Es increíble que el ajuste en vez de hacerlo al principio, lo haya hecho al final de su mandato! Como estrategia política me pareció disparatada y como estrategia económica poco sana”.
– ¿Puede volver Macri?
– Creo que no. Su experiencia de gobierno fue muy negativa.
– ¿Cómo imagina la oposición en 2021?
– Veo dos coaliciones opositoras. Una de Juntos por el Cambio, con una impronta como la de la administración del gobierno anterior y otra más de centro-derecha que tomará muchas de las cuestiones que menciono sobre lo que no hizo Macri y de los que no se sienten identificados tampoco con este gobierno.
López Murphy obtuvo el 16,4% de los votos en 2003 frente al 22,2% de Néstor Kirchner en 2003 (Carlos Menem 24%). Kirchner expresó alguna vez que por el único dirigente de derecha que sentía “respeto” era por López Murphy. “Kirchner sabía que en mi lenguaje no había algo hipócrita, era al pan pan y al vino vino. Creo que esas cosas generan respeto más allá de las diferencias. No hablé con él mientras fue Presidente. Sí cuando era gobernador. Fuimos de la misma generación de estudiantes en la Universidad de La Plata”.
Al toque
Un proyecto: Que la Argentina de la vuelta.
Un sueño: Que haya vuelta a la prosperidad y un futuro promisorio para este país.
Un recuerdo: Mi vida como profesor.
Un líder: Marcelo Torcuato de Alvear.
Un prócer: Juan Bautista Alberdi, Manuel Belgrano y Domingo Sarmiento.
Una comida: Un guiso irlandés de riñones que hacía mi mamá.
Una bebida: Whisky.
Un libro: La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper.
Un economista: Milton Friedman.
Un placer: Nadar.
Una personaje que admira: Leandro N. Alem.
Una película: Los unos y los otros
Una serie: La casa de papel
Un lugar: Adrogué
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