Cuando se conversa con los funcionarios del Gobierno impera la convicción de que Argentina contiene mucho mejor que otros países la expansión del coronavirus. En política exterior, las comparaciones en público
se vuelven arriesgadas cuando sale del propio Presidente. Y como se vio en los dos últimos meses, el riesgo siempre es la respuesta que, en varios casos le llegó de varios estados al propio Alberto Fernández.
Pero además, entre el dilema de salud y economía la repercusión internacional sigue siendo la tradicional. En la prensa extranjeras se observan elogios para con el Gobierno por el manejo sanitario, al tiempo que se destaca el deterioro económico, financiero y social que enfrenta la Argentina.
La lucha contra el Covid-19 fue protagonista de algunos cortocircuitos argentinos en el frente externo. Y también excusa para soltar mensajes como uno que le pasó desapercibido a la cancillería ecuatoriana.
El viernes pasado, durante una de sus participaciones virtuales en el Grupo de Puebla, en la que se buscan alternativas solidarias, contra la pandemia, Alberto F, manifestó cierta nostalgia por el pasado ante interlocutores que lo oían pantalla mediante. Entre ellos los ex presidentes Lula da Silva, Dilma Rousseff, Pepe Mujica, Rafael Correa, más el Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
“Hubo un tiempo donde todos nos pusimos de acuerdo para hacer una Latinoamérica unida y más solidaria. Y eso lamentablemente se quebró, por nuestras divisiones en algunos casos y por la unidad del conservadurismo. Y en algunos casos, como le tocó al pobre Rafael, porque aquellos en que confió defeccionaron para con él y con el proyecto original“, dijo Fernández, acusando de deslealtad al presidente de Ecuador, Lenin Moreno.
Uno de los primeros problemas por el coronavirus cruzado en la política exterior argentina surgió con Chile, con cuyo gobierno hubo varios roces previos. En octubre de 2019, estando en campaña presidencial con el Frente de Todos, Alberto Fernández comparó a los presos políticos de Venezuela con los detenidos en las revueltas sociales trasandinas del año pasado. El gobierno de Sebastián Piñera no demoró en responder. Chile es estado de derecho, Venezuela, una dictadura, le dijeron.
Ya en cuarentena, Alberto F. decidió mostrar un gráfico que le dieron sus sanitaristas comparando la situación en varios países. Y decidió comparar a la Argentina con Chile y otros países para advertir que aquí se lo manejaba mejor. No demoraron los sanitaristas chilenos en filtrar su propio gráfico en el que aseguraban que Argentina presentaba menos casos porque testeaba menos que ellos.
Vendrían otros malos entendidos y aclaraciones con Chile, y hasta un diálogo telefónico entre Alberto F. y Sebastián Piñera para enfriar la tensión con la excusa de coordinar políticas contra el nuevo virus.
Las lanzas con Jair Bolsonaro pasaron a ser un clásico en la relación interpresidencial. “Todos tenemos que estar muy preocupados porque, por la forma en que Bolsonaro dejó correr inicialmente el problema, no se sabe cómo termina, ni cómo lo para, ni hasta dónde llega. Ahí, como dirigentes latinoamericanos, tenemos un reproche para hacer”, ha dicho en público el el argentino sobre el evidente desmanejo que tiene el brasileño en la lucha contra el Covid-19.
Bolsonaro no se cayó. Y pasaron semanas hasta que la prensa de su país le recriminara por el alza de de contagios y muertos en Brasil para que el ex capitán de Ejército retrucara: “Es sólo hacer la cuenta por millón de habitantes, pero hablemos de Suecia, que no cerró la economía. Ustedes hablan del lado ideológico, ustedes hablan de un país que camina hacia el socialismo, que es la Argentina”.
Suecia fue precisamente el sorpresivo cortocircuito que enfrentó Alberto Fernández tras aquella conferencia de prensa, en la que molesto por críticas sobre el deterioro de la economía en la cuarentena, soltó. “Cuando me dicen que siga el ejemplo sueco, la verdad lo que veo es que Suecia, con 10 millones de habitantes, hoy cuenta más de 3000 muertos por el virus. De haber seguido ese ejemplo nosotros hoy tendríamos 13.000 muertos“.
Lo dijo un viernes. El lunes siguiente llegó el comunicado del embajador Anders Carlsson. “Es difícil hacer comparaciones directas entre las medidas de contención que han adoptado diferentes países”, dijo el jefe de la embajada sueca en Argentina. “Esta es una nueva enfermedad y pasará tiempo antes de que sepamos qué modelos funcionan mejor”, señaló, para también describir a una sociedad -la sueca- en un relacionamiento con el Estado muy distinto al de los argentinos.
El coronavirus tiene otras incursiones en la agenda argentina en el mundo. Incluso con el Mercosur. Cuando en la reunión del 24 de abril un alto funcionario del canciller Felipe Solá se levantó de la mesa diciendo que no acompañaba las negociaciones comerciales que se llevaban adelante con Corea del Sur, Canadá, Singapur y el Líbano, los socios contestaron fuertemente. Y advirtieron que la ruptura argentina traería consecuencias.
Al final, los cuatro socios del Mercosur fundante decidieron enfriar las tensiones y volvieron a sentarse a negociar con la idea de no encender más fuego a la crisis regional. Y si bien hablaron de coordinar más acciones contra el nuevo virus, en materia de relacionamiento externo las diferencias persistieron.
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