Casi a diario el Banco Central viene tomando medidas para contener al dólar, básicamente al “contado con liquidación” y al paralelo o “blue” que se disparó por encima de los $130
subiendo 75% en lo que va del año.
De la mano de Miguel Angel Pesce el Central subió a 26,6% anual la tasa para depósitos a plazo fijo de empresas y mayoristas y obligó a los bancos a no financiar a los productores de campo que acopien más de 5% de su capacidad de cosecha.
Así busca que el excedente de dinero que puedan tener las empresas vaya a colocaciones en pesos y no a comprar dólares. Una apuesta firme en tiempos de incertidumbre y con la historia que juega en contra de las limitaciones muy estrictas sobre la demanda de divisas.
Por la otra decisión, busca poner presión sobre los exportadores de cereales y granos que están demorando ventas y, por tanto, el ingreso de dólares a las reservas del Central. Se basan en un argumento económico atendible: quien exporta recibe el equivalente a un dólar de $45 cuando el mercado está señalando un precio tres veces superior. En este caso el “silo-bolsa” juega un rol fundamental en lo que se podría denominar “la carrera del dólar, cuasi-dólar” por cuidar los bolsillos.
En esa carrera el gobierno juega mucho y tiene un rol fundamental en la determinación del precio del dólar oficial que, a su vez, resulta determinante para el bolsillo de la gente. El resultado inflacionario de abril es un ejemplo muy claro de ese rol.
El aumento del costo de vida de abril fue de 1,5% pero el rubro alimentos, donde se concentraron las compras como consecuencia del aislamiento obligatorio y la caída de los ingresos de las familias, aumentó 3,2%, más del doble del nivel general y saca a flote uno de los puntos sensibles de la economía argentina.
Ese 3,2% estuvo más relacionado a la suba del dólar oficial de 3,5% que movió los precios de exportación de harinas, aceites, arroz, carne y los principales productos de canasta familar que a otros motivos. Fue la suba del dólar la que impulsó la inflación y no al revés.
El Central aumentó el dólar mayorista 12,5% en lo que va del año en el intento de evitar retrasarlo pero, además, ante la posibilidad de una deflación marcada en muchos sectores por la caída vertical de ventas, se daría la paradoja que el tipo de cambio real se estaría adelantando en vez de retrasarse.
Claro que para los productores y exportadores que reciben un dólar de $45 ese argumento es inválido en el corto plazo y la disparada por encima de 90% de la “brecha” entre el oficial y el CCL es un resultado contundente.
Además es evidente que para una parte de los argentinos el ahorro en dólares es insustiuible en situaciones de incertidumbre económica. Los estafaron tantas veces que no quieren escuchar otra música.
Sin embargo, se aproxima un tiempo de “cuasi-dólares” y los expertos consideran le puede cambiar la cara a varios sectores.
El economista Ricardo Arriazu denomina “cuasi-dólares” a los que se adquieren en algunas situaciones de crisis externas caracterizadas por una ampliación de la brecha entre los distintos tipos de dólar.
Un ejemplo es el precio de los autos que “en términos de dolar blue” hoy cuestan la mitad que a fines del año pasado como lo publicó Clarin en la semana. Así hay OKM de arranque de gama que se pueden conseguir a US$5.000.
Es una situación especial que combina los descuentos de terminales y concesionarias con la disparada de los dólares libres y la caída vertical de las ventas y la producción por la cuarentena.
Los “cuasi-dólar” no se limitan a los autos (que, además, tienen 70% de componentes importados que determinados por el dólar oficial de $67) sino a un amplio abanico que va desde los materiales para la construcción, la ropa, los electrodomésticos y, desde ya, los servicios personales. ¿Cuánto cuesta en términos de dólar blue hoy un corte de pelo, hacer pintar una pared o una plancha para la familia que pudo juntar algunos billetes verdes en el colchón?
En esa lista se pueden sumar los inmuebles en los próximos meses. La fuerte caída real de los ingresos, compensados sólo en parte por los bonos de $10.000 del ingreso de emergencia y otros planes de asistencia son el reflejo de una nueva realidad del consumo en la Argentina. Y, por cierto, costoso.
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