Son cuatro los hoteles que la familia Kirchner adquirió desde que Néstor y Cristina llegaron a la Casa Rosada. La Justicia federal concluyó que esas operaciones comerciales, no se podrían haber
realizado sin la colaboración de Lázaro Báez, que era contratista del Estado.
El empresario K y el ex matrimonio presidencial, celebraron más de quince compra-venta de inmuebles que proporcionó “dinero líquido para comprar los hoteles que después Báez explotaría garantizando ingresos millonarios al patrimonio de los Kirchner”, sostiene la acusación. Aquel imperio que permitió ingresos por más de $ 30 millones, atraviesa su peor momento: alguno cerrados, deteriorados, otros con poca actividad comercial. Todos comparten algo: están intervenidos.
La Justicia determinó que los hoteles de los Kirchner, incorporados a dos empresas y al Condominio que administra la herencia de Néstor Kirchner, nunca tuvieron la finalidad “de funcionar con fines comerciales, sino ser una pantalla para actividades de blanqueo”. Con esta acusación Cristina, Máximo y Florencia Kirchner fueron enviados a juicio oral.
Cuatro años después de que las empresas y por ende los hoteles, se encuentren intervenidos, la actividad comercial se volvió escasa, sus valores patrimoniales están en juego y la ocupación no los caracteriza. Los complejos hoteleros Alto Calafate, Las Dunas, Los Sauces y La Aldea, tienen un común denominador: Lázaro Báez, cuyo imperio de U$S 205 millones (1.420 propiedades) se encuentra embargado y también, en marcada decadencia.
Hasta julio de 2013 Báez gerenció tres de esos hoteles, ya que Los Sauces siempre fue manejada por la familia Relats hasta que rescindieron el contrato en medio de las investigaciones por lavado de dinero. Este emprendimiento significó una suma de entre 10 y 11 millones de dólares “de ingreso en blanco a la economía de los Kirchner”, dijo Víctor Manzanares, ex contador de la familia.
Las puertas del hotel boutique no volvieron a abrir desde 2017. Sus instalaciones dan cuenta de ellos: techos con humedad, suelos levantados, goteras y muebles deteriorados, fueron razón suficiente para que la Justicia autorice a al familia Kirchner a realizar las reparaciones pertinentes. Así y todo, nunca más ingresó al circuito comercial. Ese lugar se amplió sobre un terreno que pertenecía a Austral Construcciones, firma de Báez.
Una obra de ampliación sin concluir, un cartel en la puerta que recuerda hace más de tres años su cierre definitivo, expone la realidad de La Aldea. Ese pequeño hotel de montaña sufrió el mismo destino. No comercializó más y sólo sumó deudas con la empresa que trabajaba en su refacción. La Justicia sostiene que Báez pagaba cifras “excesivas” por administrar el lugar.
Mejor destino tuvo el Alto Calafate, el único inmueble de Hotesur SA. La empresa para la Justicia no tiene “reales fines comerciales”. Sin embargo, fue el único que permaneció siempre abierto, aunque nunca conoció la ocupación plena. El último hotel es Las Dunas. Este inmueble de más de 40 habitaciones y ubicado frente al lago Argentino perteneció a Báez y estuvo cerrado por más de un año. Hace pocos meses una empresa lo alquiló para explotarlo.
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