Coronavirus en Gran Bretaña: volver al shopping, una experiencia marciana

en el reino será lo más parecido a entrar a una guardia hospitalaria. La “terapia de las compras” será un recuerdo del “otro mundo”, previo al coronavirus​.

Meses después que las boutiques bajaron sus cortinas, los shoppings y negocios se cerraron y el online pasó a ser la única forma de conseguir zapatillas o pantalones cuando los chicos crecían y nada les entraba bajo la cuarentena, los negocios “no esenciales” van a ser autorizados en el reino. Como les gusta decir a los británicos, no será “business as usual” sino una experiencia marciana.

Se acabaron los probadores, los baños, las boutiques con stands de maquillaje y los cafés dentro de los grandes almacenes. Las nuevas estrellas son las mamparas de plexiglás para separar a vendedores y cajeros de los consumidores, las obligatorias máscaras o tapabocas de diseño original y un “one way system”, todos caminando en la misma dirección, como durante una visita en familia a Ikea, el conglomerado de decoración barata sueco. El problema es que la familia no está incluida: entran de a uno. Prepárense para hacer cola.

La distancia social de dos metros fuerza a los negocios a abrir para no quebrar pero en las más difíciles circunstancias. La ropa no puede probarse en el lugar y menos, los zapatos. Existe una política de 72 horas  para efectuar la devolución, una vez que sean probados en su casa, porque son uno de los elementos más contaminantes.

Y allí surge otro problema: “La cuarentena” de los objetos devueltos por los clientes. Las autoridades han advertido que deben ser “confinados 72 horas” una vez “devueltos, donados comprados o reparados” como precaución.

La limpieza de todo será prioritaria e implica un gran presupuesto para los comerciantes. Todo debe ser desinfectado: las áreas más expuestas al contacto, los carritos en los supers, las escaleras, los caños donde están colgada la ropa, las perchas, las cajas, las superficies, los vidrios.

Muchos lugares no quieren abrir bajo esas condiciones porque no habrá demanda y sí muchísimos gastos. Pero la ayuda del gobierno va a ir finalizando a medida que se alivia el confinamiento y deben ponerse en marcha para sobrevivir y aprender a convivir con el coronavirus.

El gobierno británico lanzó “las guías de comportamiento”. Los comerciantes deben tener personal para monitorear como los consumidores esperan en un “ambiente posible y seguro” ser atendidos, incluidos los estacionamientos de automóviles.

Los pisos de los negocios parecerán los de un aeropuerto, con marcas amarillas en el piso, que indican como mantener la distancia de dos metros entre uno y otro. Sin vendedores que dicen: ”Te queda espléndido, querida”, aunque el cliente parezca un ballenato en dos talles más chicos. Los vendedores parecen ser otros personajes del pasado porque el consumidor deberá comprar solo y sin tocar demasiado las prendas o los objetos que no va a llevar.

Algunos almacenes británicos como John Lewis, con varios pisos y muchas tipos de mercadería (desde géneros a muebles) van a dar hora para poder visitarlos.

Su proyecto es imponer “procedimientos de control” en los ascensores y escaleras mecánicas y un servicio a los clientes para guiarlos en el berenjenal de los procedimientos sanitarios.

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Otros van a poner límite de gente a la entrada. Solo uno por familia será aceptado. Una puerta de entrada y otra de salida serán obligatorias. No hay contacto. Va a haber un semáforo en cada puerta para que entren o esperen.

Minimizar el contacto será la nueva regla. Aldi, el supermercado que se mantuvo abierto durante el confinamiento, anunció un sistema de semáforo para permitir el ingreso de cada uno, siempre en relación con todos los que entraron antes, para que no exista en el interior de los locales una multitud y se respete la distancia social.

Primark, que se caracteriza por un aluvión de gente comprando ropa y calzado a precios bajísimos con material producido en el Lejano Oriente, proyecta abrir la mitad de las cajas para reducir la presencia de clientes.

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Las jugueterías también tienen nuevas reglas. Les han pedido que no hagan exhibiciones de juguetes, tan clásicos de Hamleys, una de las más grandes jugueterías del mundo en Regent St, en Londres. Con los chicos encerrados en la casa, Hamleys fue saturada de pedidos online, no solo desde Londres sino desde 27 destinos en Europa. Pero piden disculpas porque los pedidos pueden tardar entre 7 y 10 días.

Otro de los problemas serán las opciones de oferta y la disponibilidad de talles. No solo porque las boutiques de ropa se proveen en India y China sino porque quieren vender las líneas de ropa que ya habían encargado y que ya deberían estar vendidas. Muchas empresas están demorando los pedidos por temor a una falta de demanda. Pero el coronavirus va a demorar la entrega de los pedidos y los compradores tampoco pueden viajar a elegir modelos y materiales. Todo es por video.

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“Las boutiques son chicas porque los alquileres son muy caros en Londres. Con la distancia social, el despliegue de modelos va a estar muy limitado y la atracción del lugar va a disminuir. Van a tener que elegir entre los clientes y la exhibición de lo que tienen“, dijo Sylvia, que generalmente viajaba por el mundo como compradora para Harvey Nichols, el famoso almacén en Sloane St.

La consecuencia puede ser poca demanda y altos precios por un tiempo. Una fórmula que puede llevar a muchas empresas a la quiebra en Gran Bretaña. Los negocios vecinos han sido invitados a abrir coordinadamente para evitar una sobrepoblación en sus veredas.

París, corresponsal