El tablero muestra dos curvas que avanzan decididamente en direcciones opuestas y como el valor de una supera en mucho al de la otra, el juego entre ambas anticipa que la
crisis del coronavirus y sus coletazos están ingresando en una fase todavía mas dura que las conocidas. Por si no se advirtió cuál es cuál, una de esas curvas registra la cantidad de contagios y sube sin parar hacia el pico de la pandemia. La otra, su pariente directa, habla de como sigue hundiéndose la economía.
Pese a que se trata de un mix bien complejo, de ahí surgirá una decisión que viene poco menos que cantada: no habrá por el momento nuevas flexibilizaciones de la cuarentena, para el caso de que en realidad no hubiese algún endurecimiento de la cuarentena. Todo fruto de la opción lineal vida-económica que Alberto Fernández instaló el 20 de marzo y prevalece por encima de toda discusión.
Pero aún cuando la estrategia del confinamiento sea aceptada como la mejor o como el mal menor, detrás de la experiencia acumulada durante estos 70 largos días asoman varios interrogantes bastante obvios. Uno plantea: ¿por que no se arrancó desde el principio con los llamados asentamientos populares, si todo el mundo sabía que allí anidaban grandes focos del virus? Y, de seguido, ¿por que se los dejó para el final, justo para cuando la fatiga de la gente ya tocaría los límites o cuando una curva plana permitiría abrir más la economía?
Una explicación posible dice que la pelota se pateó hacia adelante a la espera de que el sistema de salud fuese puesto en condiciones de soportar semejante sacudón. Otra, evitar el ruido y los costos políticos que cientos de contagiados provocarían en el comienzo mismo de la cuarentena. El reverso de la moneda muestra, en el interior hacinado de las villas, un cuadro que fue agravándose con el paso del tiempo y un resultado previsible. Personas, siempre.
Lo que cuesta justificar, si no resulta directamente injustificable, es que la medida haya desembocado en el acordonamiento de barrios enteros del Conurbano y, encima, con policías vigilando que ningún vecino salga o entre a eso que le cabe, redonda, la palabra ghetto. Argumento de un dirigente social kirchnerista: “Tenemos miedo de que se produzcan desbordes o revueltas”. Esto se llama también miedo a puebladas de pobres.
Fernández puede cruzar barreras sin pruritos y decir sobre los economistas que “su voluntad (la de ellos) no es necesariamente salvar vidas” y, trascartón, sacudirles las palabras “intereses” e “ideologías”. Limpio de polvo y paja y fuera de rebusques de ocasión, lo que verdaderamente tenemos es una economía real que se desploma por donde se la mire y que desparrama malas noticias también por donde se mire.
De eso hablan contrastes y números fuertes tomados de un informe energético:
— Durante la última cosecha gruesa, la caída de la demanda de gasoil, o sea, del insumo que mueve las maquinas, duplicó a la que hubo en la crisis de 2002. Fue del 30%, en un sector que no es precisamente de los más castigados.
— En abril 2020 contra abril 2019 el bajón del consumo de gas natural superó entre cuatro y cinco veces al que se había anotado en la crisis de 2001. Marco del 20 al 25% según los sectores.
— El mes pasado las ventas totales de naftas retrocedieron al volumen que tenían en julio de 1989, hace 31 años. Comparadas con abril 2019, se derrumbaron 66,9%.
— Un efecto: la producción de las refinerías ha llegado a caer cerca del 42%. Otro: el cierre parcial o total de un montón de plantas; entre ellas, las que YPF tiene en Plaza Huincul (Neuquén), en La Plata y Campo Durán (Salta).
Nada nueva ni desconocida es la historia de la actividad industrial, que en mayo de 2018 ingreso a un tobogán interminable. El caso es que entre lo que hubo, lo que hay y lo que viene la industria va camino de coronar la recesión más larga de los últimos 40 años. Las estimaciones privadas apuntan un rojo del 26-27% para abril, sin precedentes en la serie reciente del INDEC.
“Es toda una foto de época” dijo un empresario del sector a propósito de las insignificantes 7 escrituras que se firmaron en la Ciudad de Buenos Aires durante abril. Apenas el 4% de los $ 582.000 millones que el Estado gastó ese mes fueron a obras públicas; el resto se consumió en el paquete que sostiene parte de los salarios privados, subsidia gastos de las familias y banca otras necesidades. Obvio: la construcción está paralizada.
Tercera pieza clave de la actividad económica, el comercio es lo que vemos todo el tiempo en la televisión: cierres y más cierres de todos los colores. En la teve y en la estadística del INDEC, donde puede verse que de los últimos 23 meses 22 fueron marcha atrás.
Decir industria, construcción y comercio es hablar de tres sectores que, juntos, representan el 31% del Producto Bruto y el 33% del empleo registrado, en blanco.
La pandemia, queda claro, está pegándole a una estructura económica y a una base social que ya venía muy golpeadas. Puesto en cifras: el 8% que el PBI caería en 2020 redondeará 3 años de recesión continuada y 6 de de los últimos 9, incluidos 2 de Cristina Kirchner. Un detalle de esta serie: 8 puntos del PBI significan un agujero o una perdida de US$ 32.000 millones. Nada mas y nada menos. En la lona.
Alberto Fernández ha anunciado que tiene un equipo trabajando en la economía de la post-pandemia, lo cual no suena nada mal aunque seria bueno que el Gobierno consultara a especialistas de varias corrientes y mas bueno todavía que agregase un dato: las urgencias del corto plazo.
TEMAS QUE APARECEN EN ESTA NOTA
COMENTARIOS CERRADOS POR PROBLEMAS TÉCNICOS.ESTAMOS TRABAJANDO PARA REACTIVARLOS EN BREVE.
CARGANDO COMENTARIOS
Clarín
Para comentar debés activar tu cuenta haciendo clic en el e-mail que te enviamos a la casilla ¿No encontraste el e-mail? Hace clic acá y te lo volvemos a enviar.
Clarín
Para comentar nuestras notas por favor completá los siguientes datos.