Crítica de “Buen viaje”, por Netflix: el documental sobre el ácido que no es ácido

Consumir LSD “es de idiotas”, dice, en el pasado, en tono serio y en blanco y negro, Ronald Reagan. “El pasto empezó a hablarme”, asegura Sting. “No tuve ni un

mal viaje”, recuerda en la pantalla y no desde el Más allá Carrie Fisher.

Buen viaje: Aventuras psicodélicas es un documental original de Netflix que incluye las experiencias de distintos artistas, sean actores o músicos, y personalidades famosos con el LSD.

Con un tratamiento más televisivo que cinematográfico, con separadores y un supuesto conductor con delantal, fue dirigido por Donick Cary, quien fue coguionista de David Letterman, de la serie Silicon Valley y de algunos capítulos de Los Simpsons.

Hay quien siente que se mete en una pintura de Van Gogh, en un museo en Amsterdam. NETFLIX

Sí: el documental tiene desparpajo, momentos humorísticos y mucho desenfado.

Que no conviene mirarse a un espejo luego de comer hongos (“te ves la piel traslucida”), ni tampoco sentarse a conducir un auto (“mi amigo se olvidó cómo manejar”; o “vi adelante una calavera y me devoró su boca en el camino”) y que lo mejor es “drogarse con amigos, no con desconocidos” son algunos de los “tips que recorren los 85 minutos del filme, coproducido por Ben Stiller.

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El propio Stiller aparece con un hogar a leñas encendido detrás, recordando cuando consumió por primera vez y llamó a su padre -el recientemente fallecido comediante Jerry Stiller, que estaba rodando un capítulo de El crucero del amor– para contárselo.

Los testimonios son muchos y variados e invariablemente casi todos tienen una animación, no precisamente muy lograda, que grafica el relato del entrevistado.

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Que pueden ser Sting comiendo un peyote y sintiéndose saludado por los árboles, o volando a México para su iniciación en las drogas psicodélicas, o la misma Carrie Fisher, a la que John Belushi introdujo en el consumo, y recordando lo mal que era vista cuando, en sus viajes alrededor del mundo para consumir distintas drogas, la reconocían como la Princesa Leia. O cuando se quedó, sin darse cuenta, en topless en Las Vegas frente a un micro con turistas japoneses.

Lo que termina en el balance jugándole en contra al documental es que, por más que las historias narradas sean más o menos increíbles, “locas” o divertidas, la acumulación en vez de sumar, resta interés.

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No hay tampoco una profundización acerca del LSD, y apenas un esbozo de los riesgos que conlleva consumirlo. Es el doctor Charles Grob quien, en una de sus apariciones como cabeza parlante, aclara: “internamente uno tiene una sensación de desorientación, de confusión. Te sientes abrumado por los estímulos. Tienes un alto nivel de ansiedad y entras en un estado de paranoia”.

“Todo se ve distorsionado en las películas”, aseguran en el documental, cuando se habla del LSD. Más o menos como en Buen viaje

“Buen viaje: Aventuras psicodélicas”

Buena

Documental. EE.UU., 2020. 85’, SAM 16. De: Donick Cary. Disponible en: Netflix.

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