Lo que para organizarse lleva como mínimo 18 meses se puso en marcha en apenas 30 días. En jornadas sin pausa, mientras la pandemia cubría como una sombra
a la región metropolitana de Buenos Aires, un equipo de médicos liderado por el infectólogo Fernando Polack hacía lo imposible en la Argentina: enhebraba voluntades del mundo público y privado para activar el proyecto más ambicioso de la historia de las enfermedades respiratorias en el país. La “máquina de plasma” para enfermos de Covid-19 que, según estima el mismo Polack, resultaría una herramienta clave contra el coronavirus“mientras no exista una vacuna”. Aspiran a detectar la enfermedad cuando insinúa los primeros síntomas y convertirla, gracias al plasma con anticuerpos de pacientes recuperados, en un catarro.
Clarín fue testigo de cómo despega ese engranaje sofisticado hacia un campo de ensayo con enfermos reales donde las chances de éxito empardan con las de fracaso. Pero Polack está convencido. La Fundación Infant, que él dirige, desembolsará 180 mil dólares. Todos sus profesionales donarán el sueldo. En una etapa posterior, si se probara la eficacia del tratamiento, entraría en juego la Fundación Bill y Melinda Gates, para financiar la producción de inyecciones intramusculares con el antídoto. En el medio, hay una infinidad de instituciones y profesionales involucrados.
“Hasta que no haya una vacuna para generar defensas en el cuerpo contra el coronavirus tenemos que buscar una estrategia para tomar prestadas las defensas de otro lado”, apunta Polack. “La primer idea que tuvo la medicina hace mas de cien años -repasa- fue tomar la defensas de gente que había tenido una enfermedad y por lo tanto su sistema inmune ya la conocía. Por ese motivo esas personas suelen tener anticuerpos circulando en la sangre que les permiten defenderse de un nuevo ataque del mismo virus”.
Mañana de domingo en el Hospital Militar Central: la cabezas del proyecto en plena planificación. Foto: Germán Garcia Adrasti
El estudio, que en su fase inicial trabajará y monitoreará la evolución de 210 casos, nace bajo la idea de imitar la defensas provistas por las vacunas de la manera más parecida posible. “¿Qué sería lo ideal?”, se pregunta Polack. “Lo ideal sería generar millones de litros de plasma y dárselo a todas las personas mayores antes de encontrarse con el coronavirus. Pero eso es materialmente imposible”.
Cuál es, entonces, el objetivo. Responde, con realismo, el especialista: “El proyecto busca disminuir a mas o menos la mitad los casos de personas mayores que tienen enfermedad severa por coronavirus. El objetivo es ver si el plasma puede más temprano que tarde reducir el coronavirus a un catarro viral. Tenemos fundamentos biológicos concretos para imaginar que esto merece ser testeado. Pero no sabemos con certeza si va a funcionar”.
Hay diferentes líneas de investigación en el país sobre uso de plasma. La UBA anunció algo parecido a una escala muchísimo menor días atrás. Los antecedentes son auspiciosos. El plasma de pacientes recuperados se ha usado durante décadas para tratar enfermedades infecciosas, entre ellas el ébola, la gripe H1N1 y el Mers.
En la Argentina, hace medio siglo, fue implementado por el investigador Julio Maiztegui en la lucha contra la fiebre hemorrágica, conocida como el Mal de los Rastrojos, que provocó miles de muertos. Con esta técnica la mortalidad de la enfermedad bajó del 30 al 1%.. Las expectativas de Polack, cuya fama se disparó desde que el coronavirus irrumpió en la Argentina, son altísimas.
Una bolsa para extracción de plasma, similar a las que se utilizan para donación de sangre. Foto: German Garcia Adrasti
VIAJE AL TORRENTE SANGUÍNEO
La sangre tiene tres componentes. El primero son los glóbulos rojos, que le dan el color y cuya tarea es llevar oxígeno a todo el cuerpo. “Son como taxis que cargan oxígeno en el surtidor de los pulmones y van y vienen llevando ese oxígeno al riñón, al corazón. Lo descargan y vuelven al pulmón para volver a cargar”, grafica Polack.
El segundo componente de la sangre, los glóbulos blancos, son las defensas que nos cuidan de las infecciones de una manera mas sofisticada. Y por último, está el plasma, que es el líquido que permite que los glóbulos avancen por las venas y las arterias. El plasma no es agua, sino una sustancia viscosa. Esto es así porque está lleno de proteínas. Una de esas proteínas son los anticuerpos.
Una micrografía electrónica de barrido a color de un glóbulo blanco en medio de glóbulos rojos.
Entre otras tareas, los glóbulos blancos tienen la función de lanzar anticuerpos al plasma. Ahora bien, existe un tipo de glóbulo blanco, los linfocitos b, que son algo así como fábricas de anticuerpos que andan por la sangre liberando justamente esos anticuerpos que producen. “Cuando una persona nunca vio una enfermedad esos linfocitos no pueden producir anticuerpos por lo tanto el virus entra al organismo y se hace un picnic: eso es lo que está pasando con el coronavirus”, explica Polack.
Agrega el especialista: “Cuando la tuvo, en cambio, tiene el plasma repleto de anticuperos y puede defenderse. Estos anticuerpos se impregnan en el virus, lo cubren por completo como una cobertura de azúcar impalpable. Es entonces cuando aparecen otros glóbulos blancos que se llaman macrófagos y que como su nombre lo indica comen virus como si fueran un pacman. Esa cobertura de azúcar impalpable hace visible el virus para los macrófagos”. Es en medio de ese proceso que se produce la liberación de anticuerpos al plasma. Y es por eso que el plasma de los pacientes recuperados, puede resultar en un antídoto para las personas que van a enfermar de coronavirus en los próximos meses en la Argentina.
“Si no podemos generar una vacuna que haga todo esto, la manera de hacerlos es tomar prestados los anticuerpos de una persona que tuvo coronavirus. Y pasárselos a otra. Es una idea previa a la existencia de las vacunas”, aclara Polack. “Elegimos dar el tratamiento lo antes posible, y lo haremos con el sistema llamado de doble ciego. Para ver si eso funciona, vamos a comparar ese plasma contra una intervención parecida pero con placebo que los ojos se ve igual. Porque es muy importante saber si esta idea es mejor, igual o peor que lo que estamos haciendo hoy en los hospitales”.
Capacitación por Zoom de los médicos que participarán del estudio.
El equipo multidisciplinario de Polack quiere evitar caer en la trampa de la hidroxicloroquina, cuya recomendación fue a los gritos “y terminó haciendo mas daño que el que hubiera sido sin haberla administrado nunca”, dicen los médicos del equipo. La medicina, estamos aprendiendo gracias al coronavirus, puede ser muy beneficiosa o muy dañina al mismo tiempo.
Hay distintas maneras de usar el plasma con enfermos de Covid-19. En la Argentina, por lo general, se está administrando al final de la enfermedad, cuando el paciente está muy grave. “Nosotros como queremos imitar a las vacunas nos proponemos hacerlo al principio”, explican los expertos, reunidos en el Hospital Militar Central, durante la mañana del domingo por Clarín.
Una operativo sofisticado
El estudio engloba a nueve instituciones, cuatro hospitales públicos del Conurbano, a partir de una colaboración muy activa del ministerio de Salud de la Provincia. Los hospitales son el Bocalandro, de San Martín; el San Juan de Dios, de La Plata; el Simplemente Evita, de La Matanza; y el Evita Pueblo, de Berazategui, al que irán pacientes que acepten ser tratados con plasma derivados de más de 30 hospitales del Conurbano.
Diego Wappmer, Fernando Polack, Gonzalo Perez Marc, Silvina Coviellio y Romina Libster en el Hospital Militar Central. Foto: German Garcia Adrasti
Cada vez que una persona de más de 65 años llegue a un hospital habrá un experto que lo informará acerca del estudio y lo invitará a participar. Si acepta, será trasladado a uno de los cuatro hospitales de referencia. Todas las personas que llamen al 148 de Provincia de Buenos Aires o a líneas específicas de municipios cercanos también serán informadas y, en caso de aceptar, serán trasladadas con ambulancias del servicio Eco de Swiss Medical.
Pero además, también participa el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por estas horas se está definiendo cuál será el hospital de referencia de la Ciudad, además de la participación activa del Sanatorio de los Arcos, el Cemic, Osecac, el sanatorio Finochietto y, con un rol de coordinación de varias actividades cruzadas, el Hospital Militar Central. Un aporte valioso del mundo privado es el que hace la bodega Vistalba, desde la provincia de Mendoza.
La investigación es liderada por seis personas: dos coordinadores generales, Romina Libster y Gonzalo Perez Marc. Un líder de grupo clínico de médicos, Diego Wappner, que trabaja con el director médico de los Arcos, Jorge Lantos, y el Director Médico del Cemic, Ricardo Valentitni. Y una persona responsable de que el estudio se ajuste a las normas regulatorias de todas las instituciones participantes, Silvina Coviello. Además de Alejandra Bianchi en la coordinación general de casi todas las áreas.
El grueso operativo se compone de más de 190 profesionales de la salud que por estas horas están siendo capacitados contrarreloj, 120 voluntarios, 15 estudiantes sobresalientes del último año de la carrera de medicina de la UBA. Y una variedad de organizaciones como por ejemplo el IECS (Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria), que se encargará de recolectar y procesar los resultados en tiempo real.
Todo lo que no se ve ni se verá. Capacitaciones masivas por Zoom.. Motoqueros listos para transporta material biológico y acelerar los resultados de los hisopados. Diagnósticos en velocidad y calibración de boxes de fórmula 1 y eslabones con se ensamblan por un objetivo superador: el de poder dar batalla a una enfermedad que mientras no exista ni vacuna ni tratamiento seguirá imponiendo las reglas del juego.
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