La familia del pescador lo sabe: éste intenta transformar cada viaje en una salida de pesca. O, al menos, destinar un rato del día a despuntar el vicio. Esto, además de
amenazar el tiempo compartido, impone otros incordios como llevar equipos de pesca, a veces en la única valija que se iba a disponer para el viaje. De allí que el microfly sea un dignísimo plan B,que permite llevar un equipo de pesca que no ocupa espacio, y nos garantizará máxima diversión en horarios marginales, con las más variadas especies, para no restarle tiempo a la familia. Una propuesta ideal también para viajeros de negocios que acaso dispongan de un par de horas libres para sacar algo entre las rocas de arrecifes o en alguna escollerita a mano.
El microfly es, hablando en criollo, usar equipos muy livianos de flycast que no pasen de una caña 4, para lograr pequeñas especies, tanto en roquedales y arrecifes como tirando hacia aguas sin obstáculos cuando vemos especies cazando. Estas líneas surgen de recientes aventuras previas a la pandemia en Guarajuba (cerca de Salvador, Bahía) en quien suscribe, Holbox (México, cerca de Playa del Carmen) visitada por David Liuzzo y Barra do Lagoa (Florianópolios, Brasil), relevada por Leo Nalda. Con estos amigos con quienes frecuentemente pescamos en microfly cabezas amarga, dientudos y chanchitas, precisamente nos propusimos llevar un equipito de fly a cada viaje que hagamos y, al cierre de esta edición, Sebastián (conocido como Chiche Fly en el ambiente), recién llegaba de México, donde tuvo que afrontar la cuarentena dado que no había vuelos a la Argentina.
Estudiar el terreno
El solo recorrer una escollera o muelle y ver otros pescadores, sus técnicas, equipos y formas de encarar alguna situación en particular, muchas veces es suficiente para calmar a la bestia. Pero si la idea es ser los protagonistas, los viajes a sitios que desconocemos nos obligan a invertir uno o dos días en un scouting antes de sacar la caña al agua. En mi caso, las playas de Guarajuba son una extensa herradura de arenas 60 km al norte de Salvador, rematadas en cada punta por dos bares de playa: el de Carlinhos y el de Prefeitinho. Con la idea de ir a conocerlos, la caminata playera con anteojos polarizados, es una gran excusa para el scouting de roquedales, tomar tiempos de caminata, calcular la provisión de líquido a llevar y evaluar las dificultades del terreno, además de escanear el agua detectando actividad de peces.
En las primeras horas de sol
En una tarde, ya tenía en mente todo lo que tenía que saber para arrancar al amanecer del otro día eligiendo rumbo: la zona de los bares era la que concentraba los roquedales, centros de la vida acuática. Primer dato a tener en cuenta: el calzado es fundamental;hay que llevar algo con suela dura, porque además de la dureza de las rocas, hay erizos que con sus púas pueden hacernos pasar un mal momento.
La primera hora solar es mágica, no solo por los amaneceres gloriosos en el mar, sino porque normalmente coinciden con una marea en bajante que desnuda la vida en las rocas cercanas a la costa, sin bañistas alterando el ámbito. Así, comencé a lanzar desde las rocas a los pools, buscando especies cazadoras, y logré algunas palometas, pero con piques muy esporádicos. Con el agua a las rodillas, esos 30 cm con los que el mar tapaban las piedras me parecieron una buena cancha de pesca y comencé entonces a tirar con pequeños streammers hacia las propias piedras, y fue un acierto: una enorme variedad de pescaditos de roca que normalmente se ocultan bajo las piedras, salen a explorar aprovechando la marea para comer lo que el mar deposita sobre las rocas… y allí encontraban mis moscas.
Una vez que la bajante se hace pronunciada y esas rocas quedan expuestas, los peces se corren debajo, y es allí donde jiggeando mosquitas con ojitos de plomo entre agujeros, logramos muy buenos pescaditos que toman velozmente y se encuevan procurando zafar. Salvo un par de moscas perdidas por corte del tippet (en mi caso de 5 x) al rozar la piedra, uno se puede divertir en grande con esta técnica, con una caña 4 como la que usé en este caso.
Leo hizo lo propio en Barra Do Lagoa, aprovechando un paseo familiar nocturno para explorar, y disfrutando de un pescón al día siguiente. A primera hora, arrancó sus intentos en una escollera a tres cuadras del complejo, donde antes del amanecer ya había varios pescadores intentando conseguir róbalos en baitcasting. Sin esa chance, armó su equipito mosquero y optó por pasear prolijamente una pequeña mosca “Crazy Charlie” en paralelo a las rocas. Minutos después logró una anchoíta de unos 12 cm. Ya clareando vio que, a cada tiro, pequeños cardúmenes seguían de cerca su mosca y que cada tanto un pez aceleraba y la atacaba. Fue cuestión de adecuar el tamaño de la mosca y el diámetro del tippet para ser más eficiente y las capturas se sucedieron prácticamente tiro a tiro.
Intercambio de saberes
Ya al otro día los pescadores locales –que no tenían demasiada suerte– le prestaron atención a mi amigo, que no paraba de obtener capturas. Hubo sugerencias, intercambio de saberes y Leo empezó a tener suerte con las más diversas especies. Incluso en uno de los cast, casi con la mosca a sus pies, un pez de color oscuro salió de entre las rocas y persiguió el engaño sin atacarlo. Cambió la mosca por una con una cabeza de tungsteno que pudo bajar casi verticalmente al hueco de donde vio salir al pez y después de un tirón violento, logró capturar un hermoso pez de piedra de unos 25 cm. El mismo método de bajar la mosca en agujeros de roca le dio más de 30 capturas de unas 12 especies diferentes. Incluso con una pequeña mosca truchera atada en un anzuelo #14 logró entre las piedras un pequeño pez globo. Los ocasionales amigos brasileños, maravillados por el resultado, fueron recibiendo de manera alternada la caña de Leo para debutar en fly con un método sencillo que ni requería casteos, solo bajar una mosca a zonas de roca y sentir los arrebatos. ¡La magia del mojarrero en Brasil!
Por último, Chiche llevó equipo muy sutil a México y se encontró con peces muy poderosos. Usó caña #1 o #2 de grafito o fibra con sus respectivas líneas, un sinking tip (fundamental) y moscas lastradas con ojos de plomo para poder llegar a la profundidad donde se mueven los pequeños gladiadores. Su pesca fue principalmente en escolleras: en algunas pescaba desde arriba de las rocas, casteando mar adentro, capturando pargos y peces globo; en otras vadeaba cerca de las escolleras, lanzando la mosca lo más cerca posible. De ese modo logró buenas capturas de lady fish y pez aguja.
Otra estructura que garpó fue un muelle hundido a unos 50 metros de la orilla, donde se concentraban muchas especies. La situación de pesca al vadeo en aguas cálidas hizo que todo fuera más que agradable por la sorpresa de las especies variadas que se tentaron con sus moscas: pequeños camarones (shrimps flies) en anzuelos #10, Crazy Charlie, Clouser Minnows y pequeños cangrejos. Eso sí, tuvo que engrosar los tippets –que normalmente deberían ser de 3x– porque los peces de mar son muy violentos en sus ataques y fuertes en la pelea: “Un pez de 20 cm empuja igual que un pejerrey de 40 cm, es impresionante la musculatura que les genera el mar y sus corrientes”, contó. Esto se hizo patente cuando en la estructura de un muelle hundido, con el agua a la cintura y tirando sobre los palos, capturó combativos róbalos (snooks) que le obligaron a elevar el equipo a una caña número 5 y engrosar el tippet a 2 m de nailon 0,31.
Conclusiones
> En pocos días de pesca, uno puede descubrir en los distintos ambientes que los gatillos para el ataque de las distintas especies cambiaban radicalmente. Algunos peces atacan trayendo la mosca a velocidades altísimas, a otros hay que dejarlos llegar al objetivo bajando el strippeo.
> Algunos peces de piedra se muestran muy territoriales, por lo que resultaba mejor usar moscas un poco más voluminosas. Otros peces atacan solo cuando uno logra meter la mosca verticalmente en la cueva y luego inician la huida o se encuevan nuevamente (esto puede ocasionar cortes de tippet por roces).
> A medida que el sol se mueve, los peces de piedra se mudan al lado de la roca que tiene sombra. Una mancha de piedras en medio de una playa de arena es un lugar de acecho perfecto para muchas especies menores, y otras que se alimentan de ellas.
> Atacar al vadeo y desde el agua la zona de piedras o escolleras puede darnos muy buenas capturas: ese pescadito saliendo del roquedal a aguas abiertas es una tentación para otras especies nadadoras.
> Las bajantes son un gran momento para estudiar el ámbito y descubrir estructuras (paleríos, rocas, objetos hundidos, restos de muelles) que suelen ser zona de caza de múltiples especies.
En fin, el microfly permite hacer real eso que siempre decimos: “No hay peces chicos, hay equipos inadecuados”. Pruébelo con estos pequeños gladiadores. Y verá que el asunto pasa por cuan grandes son, sino por cuánto disfrutará pescarlos.
Una gran opción cerca de casa
- El microfly no solo nos dará alegrías en viajes, sino muy cerca de nuestras casas. Por el simple hecho de que hay más peces chicos que grandes y que desde una humilde mojarra hasta un colorido cabeza amarga puede convertirse en un objetivo de pesca, prácticamente cualquier charco, incluso en ámbitos urbanos, nos da la posibilidad de pasear pequeñas ninfas, mopp flies, streammers y jiggs pequeños logrando los más diversos resultados: dorados mínimos, tarariras territoriales, las astutas chanchas, los voraces dientudos y hasta agresivas mojarras (que si pesaran 2 kg serían un súper pez) nos van a divertir en grande, sin olvidarnos de pira pitás, palometas, pacucitos reloj y demás: todo lo que está en el agua come algún insecto, crustáceo o pececito menor… y todo lo que pueda ser atado en un anzuelo de mosca, nos dará pique si está bien hecho y bien trabajado.
Equipo de viaje
- Con línea #1 tenemos que usar una micro mosca para poder castearlas. Las líneas 2, 3 ya transportan moscas en anzuelo # 10, más allá del tamaño de los peces. Una caña tipo Echo carbón #2 es una delicia para pececitos de roca.
- Si aspiramos a mayores piezas, una caña de fly # 3 de 4 tramos entra perfectamente en una valija. Un tippet de 3x (unos 0,20 mm) es aceptable. Y en ámbitos donde tengamos noticias de peces fuertes una Echo Tríp #5 de 9 pies, de 8 tramos de 34 cm (270 cm largo total) nos resuelve todo en un tubo de apenas 35 cm.
- Si podemos llevar un reel con un spool extra, será óptimo. Luego, una caja con moscas, una pinza y un par de rollitos de tippet. Acaso algunos plomitos tipo municiónpartida o JAF de tamaños mínimos para lastrar tippets. Y con ello en poco espacio de la valija, tendremos resuelto todo.