A finales de mayo, Jennifer Miles Lockhart cruzó el puente de Brooklyn, en Nueva York, con una multitud de neoyorquinos para exigir igualdad y justicia para los afroamericanos
como ella. Ahora, con la ciudad finalmente a punto de salir de su bloqueo pandémico por el coronavirus, estaba de vuelta en el centro de Manhattan, preparando las oficinas de uno de los bancos más grandes de los Estados Unidos para su reapertura.
Ella y su equipo estaban ayudando a protegerse contra el coronavirus colocando desinfectantes para las manos, espaciando el ingreso a los ascensores y marcando los escritorios, diciéndoles a los trabajadores dónde podían sentarse. Se sentía enojada por la violencia policial, entusiasmada por el reinicio de las empresas, nerviosa por la pandemia, pero optimista a pesar de todo.
“Sin esperanza, ¿qué vas a hacer?” Dijo Lockhart. “Si no tienes esperanza, no hay nada a lo que aspirar”.
Lo que está en juego no podría ser mayor. Después de aproximadamente 80 días interminables de encierro -Times Square desolado y sirenas aullando, y luego, las protestas y los toques de queda- la puerta se está abriendo. Este corazón del capitalismo global, la ciudad más grande de la economía más grande del mundo, intentará volver a los negocios, sea lo que sea que eso signifique en estos tiempos. Hay exuberancia en Wall Street: el Nasdaq 100 alcanzó un récord el viernes. Pero también hay furia por el asesinato de estadounidenses negros, la agonía por la pérdida de negocios y empleos y el temor persistente a un virus que ha matado a más de 100,000 personas.
Para muchos, la vida no cambiará mucho, todavía no. Los hoteles, oficinas y cines permanecen cerrados. Pero Nueva York está lista para volver a la vida.
Una ciudad que sobrevivió a la muerte feroz del 11 de septiembre de 2001, las explosiones de tensión racial y la agitación económica generalizada después de la crisis financiera de 2008, ahora enfrenta todas esas cosas al mismo tiempo. Un período de dos semanas con pocas semejanzas comenzó en Minneapolis con la muerte de George Floyd a manos de un oficial de policía blanco. Ese mismo día, una mujer blanca fue capturada en video en Central Park llamando a la policía porque un hombre negro, según ella, la amenazaba. Pero él estaba observando pájaros y sólo le había pedido que atara a su perro.
Ahora esas dos semanas están llegando a su fin con algunos signos inesperados de normalidad. Para el viernes, las muertes diarias confirmadas de Covid-19 de la ciudad habían caído por debajo de los dos dígitos por primera vez en meses. Las cifras de ese día también mostraron que la tasa de desempleo en Estados Unidos en mayo cayó a medida que los empleadores agregaron un número récord de trabajadores.
Este lunes, las tiendas minoristas abrirán por primera vez desde mediados de marzo y ofrecerán servicio de recogida en la acera. También se reiniciarán la construcción y las fabricaciones no esenciales. Si todo va bien, los trabajadores podrían comenzar a regresar a la oficina más adelante. Sin embargo, para muchos neoyorquinos, las cosas nunca serán lo mismo.
En el centro, Wall Street rugió, impulsado por billones de dólares de estímulo de la Reserva Federal y los enormes paquetes de rescate de Washington. La semana pasada, los inversores que especulaban sobre un repunte llevaron al índice S&P 500 a su marca más alta en tres meses.
Pero con más de 40 millones de solicitudes de beneficios por desempleo desde mediados de marzo en lo que podría ser el mayor colapso desde la Gran Depresión, algunos economistas dicen que podría tomar años para que el empleo se recupere. Nueva York no es la excepción.
Anton Brune, dueño de Pardon My French en East Village, cerró su restaurante a mediados de marzo. Mantuvo su cocina abierta para la entrega de cenas, la última fuente de ingresos del restaurante, pero el toque de queda ha reducido los negocios. No sabe cuándo puede volver a abrir, cuántas personas podrá sentarse a cenar y si una segunda ola del virus golpeará en el otoño.
“Sería mucho más fácil saber que va a ser terrible durante dos meses, luego malo para los próximos dos, luego mejor para los próximos dos y luego volver a la normalidad”, dijo Brune sentado en un banco fuera de su restaurante. Brune tenía 22 empleados antes del virus. Ahora tiene menos de cinco.
“Hay una imagen de Nueva York fuerte, pero detrás de ella hay una Nueva York débil”, dijo Victor Rubenstein, psicólogo en el área de Brighton Beach en Brooklyn. Ha ofrecido algunas sesiones gratuitas a clientes, porque “la gente está estresada. La gente está agotada. Ahora es el momento en que incluso los superhéroes necesitan ayuda”.
Para Michael Camacho podría ser demasiado tarde. El propietario de Rue-B, un café de jazz cerca de Pardon My French, ha visto evaporarse más de 100.000 dólares en ingresos desde marzo. Cerró su local y dejó ir a sus seis empleados.
Luego vino el saqueo. El 31 de mayo, permaneció en el club vacío hasta las 10.30 p.m, temiendo que algo sucediera. Se fue a su casa y por la mañana recibió un mensaje de texto con malas noticias: el café había sido saqueado. rompieron la puerta, los vidrios rotos cubrieron todo el piso y abrieron la caja registradora, pero no había dinero para llevar.
Camacho dijo que cerrará para siempre si el negocio no se recupera pronto.
“Hay muchas personas buenas que solo quieren pasar el día en este país, y no pueden porque su negocio no está sobreviviendo o porque han perdido sus empleos”, dijo. “¿Cómo puede la sociedad seguir viviendo así y pretender sentirse bien con la vida? Es una tierra de oportunidades. ¿Pero tendrás una oportunidad? ¿Hay alguna posibilidad?”
Por Max Abelson y Elena Popina. Bloomberg
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