
El caso Vicentin es una “tormenta perfecta” que se desató hace 6 meses y llevó a la cesación de pagos a la principal agropexportadora de capitales nacionales, en el país donde
los productos que surgen del campo lideran con holgura las ventas al exterior.
El 4 de diciembre de 2019, luego de no poder cubrir un pago de apenas 70 millones de dólares, la empresa se declaró en “estrés financiero”, una manera de asumir la cesación de pagos creyendo que la tormenta iba a pasar… Pero, si bien hubo momentos de cierta calma, la tormenta no paró nunca.
El impacto de la cesación de pagos de Vicentin fue enorme, por sus más de 4.000 empleos directos y la amplia trama de vinculaciones comerciales con cooperativas, acopios y productores en toda la región central del pais, donde la producción de granos es por lejos el principal dinamizador de la actividad económica.
La deuda con el Banco Nación ascendía a $ 18.700 millones, equivalentes a US$ 350 millones. Otras entidades financieras públicas, como el Banco de Santa Fe, el de la Provincia de Buenos Aires y el Hipotecario, como también entidades financieras internacionales, a las que Vicentín les pedía dinero para prefinanciar exportaciones, también quedaron muy afectadas.
Vicentin es una empresa surgida hace 90 años en Avellaneda, localidad del norte santafesino, que después de crecer y expandirse sin cesar a lo largo décadas, “no aguantó las olas” de la devaluación argentina de 2019.
El aluvión de ventas anticipada de granos por parte de productores y acopiadores clientes de esta empresa, para liquidar divisas y fijar retenciones antes de una eventual suba con el próximo gobierno, se combinó con las restricciones financieras que se agudizaron en los últimos meses. Los dólares disponibles se enfocaron hacia los ahorristas que los requirieran y los bancos públicos, principales financistas de esta gran cerealera, retacearon el fondeo habitual a empresa como Vicentin, que no tuvo dólares para cubrir sus compromisos.
Esa fue la ficha que disparó el efecto dominó en un contexto en el que a las dificultades particulares se debe sumar las limitaciones que tiene una empresa de capitales nacionales frente a sus competidoras internacionales, que pueden obtener respaldo financiero desde sus casas matrices, e incluso conseguir giros más ágiles desde la banca globalizada.
En cambio, Vicentin siempre tuvo como principal respaldo financiero al Banco Nación, que habitualmente le habilitaba un “descubierto de 300 millones de dólares”, según explicó Javier González Fraga, titular de esa entidad pública. Ese procedimiento era habitual desde muchos años atrás. Pero en 2019, el fondeo para giros corrientes, para prefinanciar operaciones de corto plazo, que Vicentín conseguía habitualmente a una tasa de 7-8% anual, trepó al doble. Se hizo inaccesible.
Así fue como una de las mayores exportadoras de granos del país, con una facturación anual de US$ 4.255.743 (entre soja, harinas, aceites, maíz, carne, y biocombustibles, entre los principales productos que comercializa), que despachaba unos 300 barcos al año, asumió que no podrá hacer frente a todas sus deudas. Y Vicentín cayó como un gigante de pies de barro.
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