Con un texto publicado en su website, Pearl Jam recordó este martes 30 de junio a los nueve fans que murieron aplastados durante su presentación del año 2000 en el festival danés
de Roskilde, uno de los más emblemáticos de Europa.
“Veinte años desde aquel día. Un día normal de festival… llegar cinco horas antes. Esperar tu turno. Apenas lo recuerdo… soleado, creo. Lou Reed tocó, creo. Luego lluvia y viento. Pero nada ha sido igual desde entonces”, comienza el texto, firmado por el guitarrista Stone Gossard, en nombre del grupo.
Varios meses antes de aquel trágico 30 de junio, la confirmación de la presencia de la banda de Seattle en el line up de la vigésima edición del festival que se lleva a cabo en la localidad ubicada en la isla de Zealand desde 1971 tuvo un impacto determinante en la convocatoria, que redondeó las 102 mil personas.
Mientras la banda daba comienzo al clásico “Alive”, Eddie Vedder comenzó a entender lo que estaba sucediendo bajo el escenario, y quedó arrodillado y con los ojos húmedos. (AP Photo/Ricky John Molloy/ Polfoto)
Con Eddie Vedder al frente, el combo estaría allí para confirmar su buena salud después de haber visitado los infiernos de la heroína, los suicidios, el estancamiento artístico y las peleas personales, en medio del tramo final de la gira de presentación de su sexto álbum, Binatural. Debajo de ellos, la lista la completaban The Cure, Iron Maiden, Oasis y Lou Reed.
Corduroy fue la punta de lanza de un concierto que apuntó directo a la emoción de los seguidores del grupo, tras la breve intro de Baba O’Riley, de The Who, mientras la lluvia empeoraba la visibilidad un poco más a cada minuto. A partir de entonces, fueron 12 canciones las que sonaron; entre ellas, Hail Hail, Even Flow, Animal, Light Years y Daughter.
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Fue entonces, mientras el tema de Vs. (1993) se adueñaba de los oídos de la multitud, que la visibilidad de hizo nula y la lluvia comenzó a caer sobre el escenario. “En la siguiente pausa pude escuchar tras los primeros acordes suaves de Jeff Ament en su bajo, que el próximo tema sería el más grande éxito de Pearl Jam a la fecha: Alive, un himno a los headbanger”, escribió Tuxen, quien trabajaba como coeditor de la revista GAFFA, en su libro Tras la huella de Pearl Jam, publicado en 2005.
“Cuando estaban a punto de comenzar, algo ocurrió. Un hombre se aproximó a Vedder desde el otro lado del escenario. Asumí que tenía que ver con problemas de seguridad, dada la peligrosa combinación de agua y cables de alta tensión sobre el escenario, pero se trataba de algo peor” recuerda el periodista en su texto.
El dolor fue el denminador común que se instaló en Roskilde, el 30 de junio de 2000. (AP Photo/ Jan Grarup)
Lo que siguió, según su relato, fue el intento de Eddie Vedder de calmar a la multitud, el paciente pedido de que se retiraran unos pasos del escenario y el anuncio de una pequeña pausa, mientras el manager del grupo pedía que encendieran las luces principales.
“Mientras gritábamos con impaciencia para que la banda continuara, vimos a Eddie con los ojos húmedos ponerse de rodillas -cuenta Tuxen-. Lentamente nos fuimos percatando de que algo realmente malo estaba pasando. Al principio, Mike McCready saltaba sobre el escenario rezongando para que el show continuara, pero entonces alguien se acercó y le entregó noticias alarmantes. McCready le entregó la guitarra a su técnico y éste se volvió hacia nosotros y nos dijo en voz baja: ‘Creo que ha muerto un chico’.”
Una contundente escena que describe el clima en el predio de festival danés, al día siguiente de la tragedia, con el minuto de silencio de los trabajadores en memoria de las víctimas.
De pronto, la escena se llenó de gente en pánico, miradas desconcertadas y preocupación, mientras la policía se adueñaba del escenario y la expresión en los rostros de los miembros de la banda y del personal técnico dejaba en evidencia que algo horrible había sucedido.
“Caminé con cuidado hacia el frente y vi cómo retiraban algunos cuerpos malheridos de entre la multitud y los ubicaban en el área de los fotógrafos. Pánico y caos. Miré hacia mi izquierda y vi a un joven mulato inconsciente. No había duda: estaba muerto. Nunca había visto una persona muerta en toda mi vida, pero sentí instintivamente que el muchacho frente a mí había dado su último aliento. No vi huellas de sangre ni de daño físico, la expresión de su rostro era de una calma profunda, no había dolor ni desesperación”, describe Tuxen.
Al día siguiente del terror, la gente volvió al predio con flores en homenaje a las nueve personas que perdieron la vida.
En el backstage, los integrantes de Pearl Jam caminaban sin rumbo. “Lo que ocurría detrás del escenario era angustiante: personas en camilla recibiendo primeros auxilios y unas cuantas ambulancias acercándose al área del backstage con sus sirenas encendidas. Discretamente me acerqué a uno de los hombres de blanco y le pregunté qué tan serio era el accidente. Afligido respondió que en ese momento estaban tratando de resucitar a cinco personas“, completa el periodista danés. La cuenta final sumó cuatro más.
“Los nueve jóvenes que fueron aplastados. Las vidas de sus familias y sus seres amados que debieron seguir adelante imaginando sus muertes una y otra vez, con la realidad de no volver a vernos nunca más. Cada persona en el festival que fue testigo de lo que estaba sucediendo y trató de hacer algo, de levantar a alguien, o sin poder hacer nada… Y quienes, como nuestra banda, nunca se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que fue demasiado tarde… Y todos nosotros esperando que las noticias fueran otras…”, escribió Gossard en su texto.
Pearl Jam logró completar una docena de canciones antes del desastre. (Foto: AP Photo/Ricky John Molloy/ Polfoto)
Y siguió: “20 años después nuestra banda tiene 11 niños más, todos ellos preciosos, y otros 20 años entre nosotros… Nuestra comprensión de la gravedad y la pérdida que sienten los padres de esos niños ha crecido exponencialmente, magnificada a medida que imaginamos a nuestros propios hijos muriendo en circunstancias como Roskilde 2000. Es impensable, pero ahí está. Nuestra peor pesadilla“.
El músico puso el ojo en las fallas de todos los que no supieron estar a la altura de lo que había que hacer antes, después y durante aquel día, a quienes intentaron cargarle la culpa a la banda, a sus palabras y a su silencio que poco ayudaron, y a la decisión, desde entonces, de exponerse lo más posible.
El llanto y el desconsuelo del público que regresó a Roskilde al día siguiente de la tragedia. (AP Photo/Scanpix, Kaspar Wenstrup)
Y concluyó: “Hemos conocido a algunas de las familias a lo largo de los años. Con algunos, hemos forjado fuertes amistades, compartiendo y apoyándonos mutuamente. A algunos no los conocemos. Estamos siempre a la sombra de su dolor y pérdida y aceptamos esa sombra, y estamos siempre agradecidos de compartir ese espacio sagrado. El espacio creado por la ausencia de esos nueve jóvenes”.
En Roskilde, una enorme piedra con la inscripción ‘How Fragile We Are’ (Qué frágiles somos) recuerda a las nueve víctimas del 30 de junio de 2000. Este año, el festival fue cancelado por la pandemia de coronavirus. (EFE/EPA/Mads Claus Rasmussen)
E.S.
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