Inimaginable era en marzo llegar a los 100 días. Sea fase 5, 4, 3, 2, 2 con restricciones o volviendo a fase 1, más allá del lugar en el que estés
Si en el brindis de fin de año te decían que el final del verano, el otoño completo y no sabemos si el invierno también, íbamos a tener un nuevo estilo de vida, aún con la enfermedad diseminándose en China, hubiéramos dicho que era el argumento de una película.
Sin quererlo ni programarlo hemos realizado una especie de curso acelerado sobre Covid-19; especialistas (y no tantos) se han apoderado de pantallas y programas y los gobernantes se han visto obligados a gestionar una pandemia impensada en sus planes de gobierno.
Mientras tanto la Psicología es una “especie de telonera”, pues salvo algunas columnas o “espacios de relleno” no ha sido “invitada al convite” de expertos y decisiones; si bien y con atino hay algunas “líneas de atención y ayuda”, esta necesaria disciplina es la gran ausente en el diseño de la estrategia de intervención de la pandemia, máxime cuando en este proceso las emociones están a flor de piel y por ahora la solución es conductual.
¿Frustración? ¿Tolerancia? ¿Paciencia? ¿Bronca? ¿Impotencia?
Mientras en algunos ciudades del país nos piden “un esfuerzo más” y en otras sostienen el esfuerzo para no tirar por la borda todo lo conseguido, analicemos “la frustración”, porque considero que es la “reina” de todos los estados.
Deseo y frustración son las dos caras de la moneda, pues este estado surge cuando es imposible satisfacer aquello que anhelamos; pensemos en estos 100 días todo lo que hemos pospuesto y no hemos podido satisfacer.
Uno de los males de la posmodernidad es la falta de capacidad para tolerar la frustración, pues el objetivo -erróneo- es la satisfacción de los deseos de “forma inmediata”; por ende cuando el resultado no es el esperado, ya sen relaciones, trabajos, o el deseo que fuera, es esperable que aparezca la frustración.
Si bien es habitual y esperable en lo niños, se supone que con el paso del tiempo se aprende a lidiar con ella y con las emociones que desencadena y si bien algunos no aprenden nunca, comprender circunstancias y limitaciones y aprender a aceptar son las claves para poder manejar los obstáculos que se presentan.
En este tiempo transcurrido, seguramente si pensamos “seriamente” podemos advertir cuántas vivencias, experiencias y deseos hemos postergado porque así lo determinó el aislamiento, por ello no es casual el estado de irritabilidad, angustia, indefensión, crisis de llanto y hasta depresión.
Abrazos, encuentros, paseos, compras, gimnasio, clases, y muchas otras acciones van “engrosando” la “fila” de las frustraciones al mismo momento que proyectamos el final de esta pandemia para poder satisfacer aquello que se ha pospuesto. Sin embargo el tiempo venidero no va a ser tal y como lo conocimos, sin ser pesimista pretendo que la desilusión no te tome por sorpresa y habrá que transitar este nuevo tiempo con tolerancia y aprendiendo a gestionar la frustración.
Por eso si bien tenemos derecho a experimentar hartazgo y hasta es saludable “sentirlo y ponerlo en palabras”, hasta el momento la solución del virus es conductual: autocuidado, distancia y mucha solidaridad, no sabemos aun cuando será el final.
Guillermina Rizzo. Dra. en Psicología. Columnista en medios de comunicación. Twitter @guillerizzo