Un canje de deuda que llega en medio de la tensión por los pesos

En dos definiciones del Ministro de Economía, el gobierno dejó en claro lo más importante de la presentación ante la Comisión de valores de Nueva York de la nueva propuesta para reprogramar

US$66.000 millones de la deuda argentina.

Dijo Martín Guzmán: “nuestra intención es ponernos de acuerdo con BlackRock, no queremos confrontar”. Y agregó : ” Argentina está considerando la posibilidad de no resolver todo sino una buena parte” del canje de la deuda.

Sus dichos en Radio con Vos ganan relevancia por dos lados: el gobierno deja en claro que busca evitar un default mayor, que intenta negociar aún con los bonistas más duros aunque fracase y que es consciente de que será muy difícil resolver la totalidad del problema de la deuda con legislación extranjera en esta oportunidad.

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Según la presentación, los acreedores tienen hasta el 4 de agosto para aceptar la propuesta de canje y el gobierno puso un umbral de aceptación de 50% para los bonos globales y de 66% para los del canje 2005/2010.

Una pregunta es qué pasaría si no se alcanzan esos niveles de aceptación. Una respuesta posible es que el gobierno podría abrir otro canje aún cuando, la primera opinión de los expertos es que con esos umbrales la oferta argentina sería aceptada por la mayorías fijadas.

Dejar en claro la intención de negociar con el grupo Ac Hoc, encabezado por el fondo BlackRock que es el principal acreedor de la Argentina y tiene participación en importantes empresas locales, constituye también un paso determinante para la suerte del canje.

En el lenguaje de los operadores financieros los dichos de Guzmán se encaminan hacia la consolidación de la imagen de un deudor de “buena fe”para el caso de que aquellas negociaciones fracasen y los acreedores recurran a los tribunales neoyorkinos para discutir frente a la jueza Loretta Preska que, por caso, en las últimas horas obliga a la Argentina a pagar US$224 millones por un default con bonistas que no entraron en los canjes 2005/2010.

A favor de  querer evitar un default y buscar negociar dentro del marco de las finanzas internacionales el gobierno cuenta con dos argumentos contundentes: pagó deuda por unos US$1.900 millones entre diciembre y abril. Y, además, llevó toda la negociación con el respaldo del FMI que sigue diciendo que está esperanzado en que el país llegue a un acuerdo. Seguramente como paso previo a negociar un préstamo “stand by” con el organismo. 

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En medio de la pandemia y con la cuarentena reforzada en el AMBA, la mejora de la oferta del canje de bonos a los acreedores (de US$40 a US$53 que, con todo representaría desembolsar unos US$15.000 millones más según el ex ministro Alfonso Prat Gay) abre la puerta para repasar la coyuntura económica.

La Argentina llega a esta instancia de la negociación de la deuda en un mundo de súper-liquidez que hace llover dólares sobre algunos países (Ecuador renegoció su deuda y bajó de 9,3% a 5,2% anual la tasa) pero también cruzado por la necesidad de fondos para atender la crisis del coronavirus.

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El salto del gasto público -en mayo aumentó 96% mientras los ingresos no subieron- va consolidando un aumento del déficit fiscal que economistas como Marina Dall Poggetto, calculan este año por encima de 7% del Producto Bruto Interno.

La trepada del gasto, la caída de la recaudación real y la ausencia de crédito externo desataron la montaña de emisión monetaria destinada a cubrir el rojo del Tesoro.

Desde principios del año,  el Banco Central lleva emitido $1,3 billones con un salto de $430.000 millones en mayo que fue bajando a $200.000 millones en junio y otro tanto para los primeros días de julio.

Bono IFE, créditos ATP para contribuir al pago de salarios de las empresas, las asignaciones por hijo, otros planes y el pago del aguinaldo fueron generando el esquema de emergencia de emisión para atender la pandemia y los costos de la cuarentena por la caída de la actividad. Desde ya que se trata de un esquema transitorio pero nadie sabe hasta cuando.

Desde el Banco Central dicen creer que la super-emisión será por un tiempo y que entre la economía y el crecimiento de un mercado de capitales doméstico en pesos irán absorbiendo los excedentes de pesos.

Además, en las últimas semanas y con el dólar controlado por el rígido cepo cambiario, fue cediendo la idea de que tanta emisión podía desembocar en una hiper en el corto plazo.

De hecho, el aumento del índice del costo de vida inflación habría rondado 1,8%  en junio acumulando un 13% en el primer semestre.

A esta altura es claro que la elevada emisión de billetes fue a compensar la fuerte caída de los ingresos de las familias que no sólo trataron de cuidar los pesos sino que navegan en un mar de incertidumbre sobre su futuro laboral.

La caída de los salarios en dólares es otro indicador de la realidad laboral argentina en la crisis. Tomando como base 2010 igual a 100, hoy los salarios promedio del sector registrado, y de acuerdo al tipo de cambio oficial, están en 78 cuando en 2015 ese índice era 126. Una caída de 38% aún cuando están muy por encima de los 37 de 2002.

La atención de la pandemia cubre con un manto de liquidez desequilibrios económicos que, más a la corta que a la larga, habrá que atender para evitar problemas mayores. La nueva propuesta de canje de la deuda abre una hendija y deja pasar algo de luz.

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