El casamiento de la princesa Beatriz de York y su millonario marido italiano Edoardo Mapelli Mozzi no solo fue secreto sino ferozmente controlado y censurado por el palacio de
Buckingham, en plena crisis por el escándalo Epstein, que involucra al príncipe Andrés, el padre de la novia.
El y su ex esposa Sarah Ferguson, la duquesa de York, fueron los “desaparecidos” de las únicas cuatro fotos oficiales que el palacio distribuyó a cuentagotas, 24 y 48 horas después. Probablemente para no herir la sensibilidad de sus súbditos, ante la posibilidad de que el octavo en la línea de la sucesión real sea interrogado por el FBI y termine imputado en el caso del pedófilo Epstein y Ghislaine Maxwell, la amiga británica, que presentó al millonario norteamericano al duque de York y a Fergie.
Los símbolos, las lealtades y las ausencias fueron las más importantes en esta discretísima boda, que solo se conoció cuando ya se había realizado el pasado viernes, con un escueto comunicado del palacio de Buckingham.
La reina Isabel le prestó a la hija de Andrés, su hijo favorito, la tiara de diamantes de la reina Mary, con la que ella se casó con el príncipe Felipe. Le sumó un vestido “vintage”, que la soberana utilizó en la premier del film Lawrence de Arabia en 1962.
La princesa Beatriz y su flamante marido, Edoardo Mapelli Mozzi, en una de las pocas fotos que el Palacio de Buckingham autorizó a distribuir. (Reuters)
Angela Kelly, la diseñadora de la reina, reformó el vestido, le agregó mangas cortas de organza y lo adaptó al talle de Beatriz. Un gesto en el que la reina quiso mostrar su amor de abuela y , al mismo tiempo, no disimular hasta donde la sobrevivencia de la monarquía en la Casa de Windsor puede forzar a disimular los afectos. El famoso “duty” o deber que ha mostrado en su larguísimo y complicado reinado es mucho más importante frente a sus súbditos.
Solo la reina Isabel y el príncipe Felipe estaban presentes en esta ceremonia de 14 invitados, en la pequeña Royal Chapel of All Saints en el Royal Lodge, la ex casa de la reina madre, donde actualmente vive el príncipe Andrés y su ex esposa, Fergie.
No fueron ni el príncipe Carlos y Camilla ni los herederos del trono, el príncipe William y Kate, ni su hermano, el príncipe Edward y su esposa Sophie, ni la princesa Royal, Anne, ni su larga lista de primos. Menos otros Royals europeos. Ninguno publicó en sus sitios Royal felicitaciones a la pareja que se casaba. Hasta Fergie, la madre, estaba muda en las redes.
Solo la reina Isabel y el príncipe Felipe pudieron aparecer en las fotos distribuidas por el Palacio de Buckingham del casamiento de la princesa Beatriz y Edoardo Mapelli Mozzi (EFE)
Un verdadero desierto Royal en esa pequeña capilla de piedra, a la que la novia llegó caminando desde la casa de su papá. Entre los invitados, solo los padres y hermanos de la novia y Wolfie, el hijo del novio, que actuó como paje y testigo. Y la reina, en un acto histórico de concesión y deferencia.
Las fotos del palacio sólo mostraron a los novios con la reina y el príncipe Felipe, en su primera salida oficial pos cuarentena por el coronavirus, manteniendo la distancia social y uno de ellos saliendo de la iglesia con su entrada cubierta de flores. Ni noticias de Andrew y Fergie.
Al día siguiente, en la cuenta de Instagram del flamante marido italiano de Beatrice, se subieron tres nuevas fotos, que duraron segundos. El palacio ordenó bajarlas y colocó dos, sin los padres de la novia en ella. Hasta bajaron el poema “I carry you in my heart”, de EE Cummings, que había leído en la ceremonia Nicola Williams Ellis, la madre del novio.
De alguna manera recordaba al casamiento de Máxima Zorreguieta con el heredero holandés, cuando el Parlamento no autorizó el ingresó de su padre al país por sus vínculos con la dictadura argentina. Máxima lloró desconsolada al escuchar a Piazzolla y estar sola en esa inmensa catedral. La princesa Beatriz pudo ser acompañada por su padre, aunque el Palacio lo borrara de las fotos. Pero la censura y la presión sobre la ceremonia era indisimulable.
Si el duque de York pudo llevar a su hija hasta el altar fue porque Beatriz no se aisló en el campo en Cotswolds, como oficialmente informaron, de la madre del novio. En realidad ella estaba junto a Edoardo y Wolfie en la casa de los duques de Work haciendo la cuarentena y organizando con Fergie, su mamá, la boda secreta. Allí estaba la princesa Eugenie, su hermana, y su marido, Jack Brooksbank. Todos organizaban el casamiento mientras acompañaban a su padre, el príncipe Andrés, que pasaba los peores momentos de su vida de Royal por el escándalo Epstein y la inminente convocatoria del FBI. Una asistencia o no que debe resolver el gobierno británico.
El Royal Lodge queda en el parque de Windsor y no había inconveniente para que Beatrice pudiera efectuar las pruebas de vestidos, organizar las flores de la pequeña capilla, ir y venir a ver los arreglos de la diseñadora Kelly, probarse la tiara y ensayar como debería ir su cabello en ella. El palacio de su abuela, la reina, queda al lado.
La decisión de llevar adelante la ceremonia en la capilla privada del Royal Lodge probó que el príncipe Andrés podía disfrutar del varias veces postergado casamiento, en medio del coronavirus, sin romper las reglas y fuera de las lentes de los fotógrafos. Por el otro lado demuestra el claro apoyo de la reina a él y a su nieta. Un afecto que no muestran sus hermanos o sobrinos como Harry y Meghan o William y Kate.
Más la solidez de la familia de los York y el apoyo que reciben de sus dos hijas.
La princesa Beatrice y su flamante marido, Edoardo Mapelli Mozzi, en una de las pocas fotos que el Palacio de Buckingham autorizó a distribuir. (EFE)
El casamiento debía realizarse en la Chapel Royal del palacio de Buckingham el 29 de mayo, antes de que la pandemia forzara a cancelar cualquier plan. Las autorizaciones para el casamiento en Gran Bretaña se conocieron dos semanas atrás.
Fergie, sus dos hijas y el príncipe organizaron la boda, la recepción, la ceremonia y el catering en plena pandemia. El objetivo es que fuera ahora y antes de que la reina y el duque de Edimburgo se fueran a fin de mes al palacio escocés de Balmoral para sus largas vacaciones de verano.
El límite de invitados a una boda o a un funeral está estipulado en 30 personas en Gran Bretaña. En este casamiento Royal solo hubo 14 invitados. Todos disfrutaron de canapés y un almuerzo sentados con vino, champagne, trucha, ensalada de ricota y chorizo con quinoa tostado y un filet de carne.
La reina posó para las fotos y se fue a condecorar a Sir Tom, un coronel del ejército discapacitado, que había conseguido 33 millones de libras esterlinas para el servicio nacional de salud caminando con su carrito de metal, en el jardín de su casa. Una ceremonia histórica y la primera de la soberana tras el confinamiento.
Los que se quedaron al almuerzo durmieron en el Royal Lodge, en unas tiendas indias que se habían distribuido en el jardín. Los dueños pasaron la luna de miel en una de ellas.
La verdadera fiesta será después, cuando la pandemia haya finalizado y la suerte del príncipe Andrés sea más clara. La flamante pareja vivirá en Italia para escapar de este pesado ambiente, evidente e incómodo en el día más importante de su vida.
Londres. Corresponsal.
DD
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