El hombre de 70 años acusado de matar de un balazo en el tórax a uno de los cinco delincuentes que el viernes pasado ingresaron a robar a su casa del
partido bonaerense de Quilmes, fue beneficiado este lunes con un arresto domiciliario, informó a la agencia de noticias Télam uno de sus abogados defensores, Hugo Icazati.
La medida fue dispuesta por el juez de Garantías 2 quilmeño, Martín Nolfi, y alcanzó al herrero Adolfo Ríos, quien recuperará la libertad desde la comisaría 9na. dicho partido del sur del conurbano y cumplirá con la morigeración en la casa de uno de sus hijos.
“Fede, vení. Entraron de nuevo, estoy herido, me cagaron a palos, vení, vení”. Desesperado, Ríos (70) llamó a su hijo Federico (35), quien recorrió las 20 cuadras a toda velocidad en su camioneta, sin importarle los pozos en el trayecto. Cuando llegó a la casa, en Quilmes, su papá estaba ensangrentado, tirado en el piso. Y uno de los ladrones, muerto a balazos, a la vuelta de la propiedad.
Ríos había quedado detenido por homicidio simple, agravado por el uso de arma de fuego. Primero el fiscal Ariel Rivas (UFI N° 1 de Quilmes) lo imputó por legítima defensa privilegiada, que luego cambió a abuso de la legítima defensa y finalmente a una tercera carátula. Este lunes el juez de Garantías N° 2, Martín Nolfi, le otorgó el arresto domiciliario.
Todo ocurrió la madrugada del viernes último en Ayolas al 2700, en Quilmes. Tres veces entraron los ladrones saltando la medianera. Primero robaron unos cables del garaje, a las 2. Una hora y media más tarde volvieron a aparecer para llevarse una bicicleta y una cortadora de pasto del lavadero. La última, a las 5. Ríos había prendido las luces y la tele, para estar alerta, cuando cinco asaltantes se metieron, aunque se había dormido.
El jubilado Jorge Ríos (70) fue golpeado por los ladrones y quedó detenido por matar a uno de ellos, en Quilmes.
El jubilado, que trabajó toda su vida como herrero y tiene tres hijos y cinco nietos, tomó una pistola calibre 9 milímetros, con la cual se defendió del robo. Su esposa era enfermera y murió en 2013, víctima de un cáncer.
“Cuando fue el primer hecho, mi papá me llamó por teléfono. Vine, revisamos todo, acomodamos herramientas, las guardamos en la casa y me volví”, contó a Clarín Federico, el hijo menor (sus hermanas Cecilia y Gabriela tienen 38 y 40 años, respectivamente).
En la segunda oportunidad, Ríos vio a los ladrones cuando saltaban la medianera para huir. “Encerrate y llamá a la Policía”, le aconsejó su hijo, pero el jubilado no quiso hacerlo, “para no molestar, ‘porque seguro estarán en algo más importante'”, según le diría.
Sin embargo, los delincuentes volvieron. Amenazaron con torturar con un destornillador al jubilado. Ya en el patio, Moreyra lo revoleó contra el piso y le lastimó la cabeza.
“Mi viejo pesa 100 kilos, es grandote, panzón, pero con 70 años sufre de EPOC, es hipertenso, le funciona un solo riñón, tiene una operación de columna, las tiene todas, porque trabajó fuerte toda su vida. No sé de dónde sacó fuerzas”, afirmó Federico en aquella oportunidad.
AFG
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