En julio y por el cobro del aguinaldo la compra de dólares de a 200 por parte de los minoristas superaría los US$500 millones del mes anterior.
El dato
cobra relevancia, sería la mayor venta del Banco Central en el año y a pesar de la acción de los bancos para frenar a los “coleros virtuales” que aportan su nombre y cuenta bancaria para después transferirle las divisas a un comprador mayorista.
En el gobierno existe la convicción de que “si a los argentinos se los deja, te compran US$25.000 millonesen un año y eso es insostenible” aun cuando las exportaciones pudieran crecer en forma significativa, un posibilidad que por ahora no se percibe.
En el flanco de los dólares la preocupación oficial gira en torno de la resistencia para bajar del dólar denominado “contado con liquidación” (se accede por medio de la compra-venta de bonos) que cotiza en torno de $119 pesos y marca una “brecha cambiaria” de 57% que irrita a los funcionarios. Y ni que hablar de los $130 del “blue” o paralelo.
En el “contado con liqui” hoy operan mayoritariamente fondos de inversión del exterior que aprovechan para vender bonos argentinos ante cualquier suba de precio para dejar los dólares afuera.
La baja del CCL del martes 21 de julio, después de seis subas consecutivas, fue la respuesta a la apuesta de los mercados a que finalmente el gobierno y los bonistas llegarán a un acuerdo para canjear bonos por US$ 64.800 millones.
La mejora de los precios de los bonos y las acciones argentinas que cotizan en el exterior fue a contramano de las palabras del presidente Alberto Fernández: “Es imposible que nos movamos del último esfuerzo” al conocerse la contrapropuesta de tres grupos de bonistas que detentan más de 35% de los bonos y que piden que el gobierno les ofrezca US$ 57 por cada lámina de US$100 en vez de los US$53,5 que les propuso Martín Guzmán en la cuarta oferta.
La apuesta a favor de los mercados se apoya en tres pilares. Uno lo sintetizó con claridad una nota de la economista Marina Dal Poggetto en Clarín bajo el título: “Una diferencia de apenas US$ 3,2 que debería alejar el default”.
Esa distancia representa unos US$ 3.000 millones a pagar a lo largo de diez años que resultaría un costo mucho menor a una profundización del default que dificultaría más aún la salida de la recesión de la Argentina estancada.
El segundo pilar se apoya en que el Presidente habló de no moverse de la cuarta propuesta (el arranque fue en US$38 y llegó a los mencionados US$53,5) pero también de seguir negociando y ahí la clave será sobre los costos de cada alternativa.
El tercer argumento es la versión que indica que la vicepresidenta Cristina Kirchner habría pedido cerrar una negociación que ya lleva siete meses y lo selló con un respaldo tuitero al ministro Martín Guzmán afirmando que en su posición es “clarito como el agua“.
Se refería a la crítica que el ministro formulara a la política de endeudamiento de Mauricio Macri y al reclamo a que los acreedores estén dispuestos a “ganar menos” como resultado de las negociaciones.
Mientras el flanco de los dólares juega sus partidos, el de los pesos está a punto de jugar una nueva ronda del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para nueve millones de personas y que, como en las anteriores ocasiones, será financiado en gran medida por una emisión de pesos que camina a paso redoblado.
La visión del Banco Central es que la tan meneada explosión inflacionaria en que desembocaría el “shock de emisión” para enfrentar la cuarentena no se produjo y no se producirá.
Parte de la base de que de los $1,2 billones emitidos desde marzo en adelante para pagar el IFE, la asignación por hijo, el resto de los planes sociales y los créditos ATP destinados a sueldos del sector privado, sólo lograron compensar en parte la caída de ingresos de las familias y, por lo tanto, no generaron un exceso de gasto.
En números, ese $1,2 billones fue absorbido en $900.000 millones por el sistema financiero y los $300.000 millones restantes circulan o están en manos del sector privado que, en alguna medida, explican el aumento de los depósitos a plazo fijo en pesos.
El argumento oficial se completa con que también los pesos fueron absorbidos por las letras que colocó el Tesoro para renovar vencimientos y por las colocaciones de Obligaciones Negociables que lanzaron las empresas privadas.
El cuadro oficial cierra con una tasa de interés para los ahorristas del 30% (capitalizada daría en torno de 40% anual) que está en línea con la inflación prevista para el año, de entre 40 y 45%, y con el ritmo de suba del dólar oficial que viene aplicando el Banco Central.
El esquema se presenta destinado a aquietar la coyuntura y basado en un cepo cambiario robusto que, pasado el trimestre de la liquidación de exportaciones del campo, ahora le queda prender una vela para que el Presidente firme un acuerdo con los acreedores que permita recrear la idea de que la Argentina pueda recobrar algo de la confianza perdida frente al mundo financiero.
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