Según la mayoría de los economistas, uno de los desafíos de la Argentina es cambiar el perfil de sus exportaciones. Transformar la materia prima en bienes de valor agregado, ya que
eso genera más ingresos y empleo. Durante los años de abundancia de gas en Vaca Muerta, YPF trató de hacer eso: en lugar de exportar gas, lo convirtió en GNL, para poder realizar despachos de mayor valor agregado.
Ese paso impensado, para un país que había importado US$ 51.000 millones en GNL durante las anteriores gestiones kirchneristas, está en peligro. El contrato de YPF con la compañía que la ayuda a exportar está generando tensiones. La belga Exmar,dueña del buque regasificador que presta servicios a YPF en Bahía Blanca, le pidió a la embajada de su país que haga gestiones ante el Gobierno argentino por una deuda de US$ 20 millones. La petrolera de mayoría estatal no le paga desde marzo.
El buque regasificador que Exmar tiene en Bahía Blanca exporta GNL desde septiembre hasta mayo. Ya despachó cinco cargos. Su situación es un reflejo de los vaivenes argentinos y los internacionales.
YPF tomó la decisión de exportar gas en 2018. Por los estímulos oficiales de la administración de Mauricio Macri, comenzó a sobrar gas en Vaca Muerta. La gestión anterior de YPF decidió que era mejor industrializarlo y despacharlo como gas líquido (GNL), con mayor valor agregado. En ese momento, se podían conseguir US$ 8 por millón de BTU -la unidad de medida del sector- exportados, cuando el gas sin industrializar se despachaba a menos de la mitad.
Después de firmar dos contratos con la belga Exmar, el barco regasificador llegó a Bahía Blanca, en medio de un convenio por US$ 70 millones que duraría 10 años. Los europeos ponían el buque y percibían una comisión por el proceso de regasificación. YPF aportaba el gas. En septiembre, la petrolera argentina comenzó a exportar.
Pero todo cambió en marzo de 2020. Los valores de los comodities energéticos comenzaron a caer. Y la pandemia paralizó la economía. A YPF dejó de resultarle rentable exportar, ya que conseguía US$ 4 por millón de BTU, la mitad que en sus planes originales. A fines de abril, cambió la cúpula de YPF. Ninguno de los defensores de las exportaciones (el anterior presidente, el anterior CEO o el responsable de gas) siguieron en la compañía. Los pagos a Exmar estaban paralizados desde marzo. La nueva gestión le comunicó a los belgas que no le pagaría por razones de “fuerza mayor”.
Exmar siguió procesando gas hasta mayo, como lo pauta el contrato. Hasta septiembre, no reanuda las operaciones. Mientras tanto, tiene que pagar el mantenimiento del buque -que tiene tripulación extranjera, que cobra en dólares-, pero sin que YPF le pague. La compañía manifestó su malestar en comunicados. Y después recurrió a la embajada de su país para que se queje frente al Gobierno argentino.
Durante las épocas de Julio De Vido como mandamás de las importaciones de GNL, Argentina llegó a pagar US$ 15 por millón de BTU. Para evitar esa situación, la administración de Cambiemos quiso construir una operación que permitiera cambiar la ecuación y meter al país en el exclusivo club de exportadores de GNL, donde los miembros no llegan a una decena.
Pero el mundo cambió tras la pandemia. Los precios de los commodities energéticos cayeron. Ya no es redituable despachar GNL a US$ 4. Pero YPF está atado a un contrato establecido en otros tiempos.
La rescisión del contrato tendría un costo muy superior a los US$ 70 millones de los servicios prestados. Ni YPF ni Exmar estaría en condiciones de hacerlo, según algunas fuentes que vieron ese contrato. Las partes, en cambio, podrían pactar alguna “adenda” para realizar modificaciones.
Aunque el precio del petróleo crudo se recuperó, la trayectoria del GNL todavía no está en esa dirección. En YPF razonan que la operación de exportación es redituable a determinados valores. Con el GNL a US$ 3 ó US$ 4, a la petrolera estatal le queda poca margen.
YPF se enfrenta a un dilema. Sus ejecutivos dicen que no cuentan con dinero para sostener las exportaciones. Pero si YPF se baja, también corren riesgos. Si la tendencia energética se da vuelta -como ya sucedió varias veces en las últimas dos décadas-, el gas argentino puede quedarse sin un futuro comercial. El desarrollo de ese insumo, de las exportaciones y la reversión del pasado importador podrá haber quedado como solo un buen intento.
G.B.
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