Estamos en la edad de oro de la ficción televisiva: la pantalla chica ya no es más la hermana pobre del cine, sino que se permite estándares de calidad en contenido
y realización a menudo iguales o superiores a los que se ven en la pantalla grande. Una de las explicaciones es que muchos cineastas se volcaron a dirigir también en televisión.
En este sentido, la Argentina no es la excepción. Algunos ejemplos son los de Daniel Burman (Supermax, Edha), Bruno Stagnaro (Un gallo para Esculapio), Damián Szifron (Los simuladores, Hermanos y detectives), Hernán Guerschuny (Casi feliz) o Lucía Puenzo (La jauría).
Luego de dirigir películas personales como Esperando al Mesías (2000), El abrazo partido (2003) o El Rey del Once (2016), Burman se aventuró al mundo de las entregas por capítulos. Primero con Supermax (2017), que mostraba las alternativas de un reality show que transcurría en una cárcel de máxima seguridad.
Daniel Burman durante el rodaje de “Supermax”. (Foto: Diego Waldmann).
Y luego, con la primera serie argentina original de Netflix,Edha, que se estrenó en 2018. Al contrario de lo que había sucedido con el resto de la obra de Burman, en general elogiada, esta ficción de diez episodios protagonizada por Juana Viale fue vapuleada por la crítica.
En ambas oportunidades, el director se alejó del mundo que solía retratar, el de la clase media porteña, generalmente de raíces judías, para adentrarse en el mundillo de la moda. Así lo explicaba en su momento: “Me atrae muchísimo explorar géneros nuevos. Creo que tiene que ver con un crecimiento que hice como autor. No me interesa quedarme atado a lo que creo que funciona”.
A la hora de comparar formatos, Burman reflexionaba: “El trabajo en series es más complicado y riesgoso que el cine porque hay muchos artilugios y herramientas para trabajar. Pero el despliegue temporal que se puede hacer en una serie me resulta tremendamente atractivo y permite un grado de experimentación que, muchas veces, una película no”.
“Edha”, serie de Netflix con Juana Viale y Pablo Echarri, dirigida por Daniel Burman.
Y agregaba: “Este dispositivo para una narración es maravilloso. Pueden aparecer diversas situaciones y hacerlas crecer, que se desarrollen muchos personajes o plantear dramas secundarios que por momentos adopten un rol más central. Es como tener todos los chiches a disposición. Me siento muy enamorado del formato. Hacer series es el mejor trabajo del mundo”.
El caso de Bruno Stagnaro es diferente, porque luego de poner la piedra fundacional de lo que se denominó Nuevo Cine Argentino en 1997 con Pizza, birra, faso –codirigida con Adrián Caetano– dirigió una ficción televisiva celebrada como Okupas (2000), para luego dedicarse a la publicidad y documentales y reaparecer en los primeros planos mucho después con otra celebrada serie, Un gallo para Esculapio (2017).
“Un gallo para esculapio”, de Bruno Stagnaro.
Para él, Un gallo para Esculapio era “un trabajo que se emparienta mucho más con el cine que con la tele”, por la producción que tuvo detrás y el tiempo con el que contó para filmarla. Stagnaro destaca series como Mad Men: “Los recursos, el tiempo, el equipo creativo que tiene detrás es impresionante. Pero sobre todo los guiones, son increíbles”.
Szifron desarrolló su carrera cinematográfica casi en paralelo a la televisiva. Debutó con Los Simuladores en 2002, y entre la primera y la segunda temporada dirigió El fondo del mar (2003), su opera prima. Luego de terminada la serie llegó su segunda película, Tiempo de valientes (2005). Y su segunda serie, Hermanos y detectives (2006). Mucho después llegó su película consagratoria,Relatos salvajes (2014).
“Los simuladores”, de Damián Szifron.
Su forma de encarar sus creaciones tanto para cine como para televisión se pueden resumir en esta frase: “El cine que hay que hacer es el que dicta tu propia mente, tu propio corazón, que está invadido por muchas cosas generales, pero también por una experiencia de vida que es intransferible. Por el tipo de cine que más me gusta, tiendo a hacer películas que establecen una relación con la audiencia de una forma muy natural. Puede ser mainstream, es verdad. Pero a mí me gusta hacerlo bien, porque significa que lo va a ver mucha gente. Y eso es una enorme responsabilidad”.
Aunque es difícil que se vuelva a ver alguna de sus ficciones en la televisión argentina: “Los simuladores fue una serie muy buena y despertó la atención de mucha gente, pero me parece que hoy la televisión argentina está peor que en esa época. Es regresiva. Se trata de trabajar rápido, barato, sin preparación. Lo que veo es mucha improvisación y poco respeto por la ficción”, decía hace cinco años.
“Casi feliz”, protagonizada por Sebastián Wainraich y Natalie Pérez, diriigda por Hernán Guerschuny.
Luego de dirigir comedias como El crítico (2013), Una noche de amor (2015) o Recreo (2018), Hernán Guerschuny debutó con gran éxito detrás de una serie: Casi feliz (2020), coescrita con su protagonista, Sebastián Wainraich, que tiene un tono emparentado al de sus películas.
“Fue el gran reto. Una serie tiene sus propias reglas y mecanismos para atrapar al espectador y que, en esa compulsión por seguir viendo la historia, también pueda emocionarse o reflexionar. Como director, me encanta la serie porque te permite un terreno de libertad absoluta, te podés ir con la trama de un personaje secundario, podés inspeccionar cómo era el pasado del protagonista, podés disgregar mucho más”, comparó él mismo.
Y agregó: “A veces, con una película eso es más difícil porque cada escena y cada frase tienen que tener un por qué, mientras que la serie te da una posibilidad de capricho mucho mayor que, además, el espectador agradece”.
La Jauría, dirigida por Lucía Puenzo-
Luego de elogiadas películas como XXY (2007) o Wakolda (2013), Lucía Puenzo dirigió Cromo (2015), una serie para la TV Pública, y ahora acaba de estrenar La jauría, una producción chilena, en Amazon Prime Video. Para ella, no hay mucha diferencia entre su rol como showrunner de la serie o directora de un largometraje.
“Es exactamente lo mismo. Es estar de punta a punta, como en general estamos los directores latinoamericanos en nuestros largometrajes. Hay que pensar una idea, escribirla, elegir el elenco, el equipo, filmarla, editarla, elegir la música. Nuestra particularidad en Latinoamérica es que muchos directores escribimos nuestros guiones y somos nuestros productores, no tenemos otros productores grandes detrás”, contó.
Lucía Puenzo (Foto: Diego Waldmann).
La diferencia radica en los tiempos: “La preparación y la escritura llevaron ocho meses, y la preproducción y el rodaje, otros ocho meses. O sea que son más o menos dos años, el doble de lo que suelen llevar nuestros largometrajes”.
En cuanto al lenguaje narrativo, sí hay cierta distancia: “Las series son más digresivas, más similares a la escritura de una novela, tienen más subtramas. Entonces escribirla requiere de más autores, más equipo, más semanas. Hay que aprender a trabajar en equipo de verdad, delegar al nivel de que cuando entra otro director va a filmar lo suyo como lo imaginó”.
SL
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