La tensión creciente entre Turquía y sus vecinas Grecia y Chipre está convirtiendo el Mediterráneo oriental en escenario de maniobras militares. Ankara
muestra músculo y Atenas y Nicosia responden con el apoyo militar de Francia. A los movimientos militares turcos respondió París enviando a la zona el portahelicópteros Tonnerre, la fragata La Fayette y dos cazabombarderos Rafale.
Los tambores bélicos volvieron a sonar este sábado, cuando cuando el vicepresidente turco, Fuat Oktay, ha advertido este sábado a Grecia que podría provocar una guerra si amplía sus fronteras marítimas en el Mediterráneo.
“Si que Grecia amplíe sus aguas territoriales no es causa de guerra, ¿qué lo sería?”, se preguntó Oktay en una entrevista con la agencia de noticias turca Anatolia.
El miércoles pasado Grecia alcanzó un acuerdo con Italia para ampliar las aguas territoriales griegas en el mar Jónico hacia territorio italiano entre 6 y 12 millas náuticas (10 y 20 kilómetros) siguiendo los acuerdos alcanzados recientemente con Italia y Egipto.
El anuncio se produce ante un aumento de la tensión con Turquía por las actividades de exploración y prospección de hidrocarburos en el mar Egeo.
Larga disputa
La tensión en la región no es nueva. Turquía y Grecia han tenido serios encontronazos en el pasado por la soberanía de pequeñas islas en el Egeo. Lo que es nuevo es la intervención francesa y sobre todo las razones que llevan a los turcos a los movimientos actuales y a griegos y chipriotas a responder: hidrocarburos.
La tensión se concentra en la pequeña isla de Kastelorizo, de soberanía griega pero a 570 kilómetros de la Grecia continental y a dos kilómetros de Turquía y donde el Oruc Reis turco, escoltado por fragatas, hizo la semana pasada prospecciones en busca de hidrocarburos.
Las razones de la bronca actual hay que buscarlas en la posibilidad de que el Mediterráneo oriental esconda grandes bolsas de hidrocarburos y en que los acuerdos firmados hasta ahora tienen en cuenta los intereses de Egipto, Israel, Chipre y Grecia, pero no los de Turquía, que ha decidido no seguir esperando.
La isla griega de Kastelorizo, en el centro de la tensión entre Grecia y Turquía. Foto: AFP
Ankara, que no tiene aliados en la región, que no mantiene relaciones formales con Israel y Egipto (hace años que retiró a sus embajadores en esos países), que mantiene unas relaciones con Grecia perpetuamente tensas y que ocupa la parte norte de Chipre, necesita imponer sus intereses.
La bronca se debe formalmente a las diferencias para acordar hasta dónde llegan las plataformas continentales de cada uno y porque Turquía se siente perjudicada después de que el pasado enero Grecia, Chipre e Israel firmaran un acuerdo para construir un gasoducto de 1.900 kilómetros que debe llevar el gas desde las aguas israelíes y chipriotas hasta la costa europea de Grecia.
El gobierno turco no acepta que Kastelorizo –los turcos la llaman Meis- tenga zona económica exclusiva, porque con 10 kilómetros cuadrados de isla Grecia sumaría en esa zona del Mediterráneo hasta 40.000 kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva.
Un barco de la armada griega, frente a la isla de Kastelorizo, eje de la disputa entre Ankara y Atenas. Foto: AFP
Grecia quiere que Kastelorizo una su zona económica exclusiva a la de Chipre, cerrando esa zona del Mediterráneo a Turquía. El gobierno turco no acepta zona económica exclusiva alguna para la pequeña isla griega. Dos versiones maximalistas difíciles de poner de acuerdo.
La prensa griega lleva semanas aventando que en medios militares turcos no se teme un enfrentamiento militar y que el sector más nacionalista de los altos cargos militares turcos empujaría a Erdogan a imponer sus intereses.
El ministro de Defensa, Hulusi Akar, favorable a ese sector, dijo la semana pasada: “Nuestros mares son nuestra patria azul. Y cada gota es preciosa”.
El control del mar Egeo
Patria azul es una referencia irredentista de los sectores nacionalistas turcos sobre la idea de que Turquía debe controlar el Egeo (principalmente poblado por islas griegas), el Mar Negro (salida de Rusia al Mediterráneo) y el propio Mediterráneo oriental (por encima de los intereses de Egipto, Israel, Líbano, Chipre y Grecia).
Los ministros de Exteriores de la Unión Europea se han reunido varias veces por videoconferencia en las últimas semanas. Pero no logran ponerse de acuerdo para aprobar sanciones contra Ankara.
Grecia, Chipre y Francia apuestan por aprobarlas ya. Italia y España quieren dar más tiempo a las negociaciones. Alemania apoya en esa idea a Roma y Madrid, principalmente porque teme que una ruptura con Turquía abra la puerta a otra masiva llegada de refugiados sirios e iraquíes, que desde 2016 contiene el presidente Recep Tayyip Erdogan.
Tras su última visita a Turquía, el titular de la diplomacia europea, Joseph Borrell recordaba lo que los analistas llaman “la maldición de la geografía”: “No se puede ir contra la geografía, Turquía siempre será un actor principal en el Mediterráneo oriental, un vecino de Europa y un socio importante”.
Grecia y Turquía prometieron a mediados de julio a Alemania que dialogarían, pero el pasado 6 de agosto el gobierno griego, antes de empezar esas conversaciones, firmó con Egipto la delimitación de sus respectivas zonas económicas exclusivas, que se superponen a las firmadas en noviembre del año pasado entre Turquía y Libia.
Ankara reaccionó el 10 de agosto enviando de nuevo al Oruc Reis a hacer prospecciones. Automáticamente Grecia puso en alerta a su Marina militar. El primer ministro heleno Kyriakos Mitsotakis reconoció días atrás que la acumulación de medios militares puede provocar un incidente.
Bruselas, especial
CB
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