La trampa de la montaña: trabajaba para salvar vidas y terminó sepultado por una avalancha

“En el año 97, yo estaba terminando la secundaria, un día mi papá me dijo que se iba a realizar el curso depistero socorrista en Catedral, y que si yo estaba

interesado él me pagaba la inscripción. Aclarándome quetenía que practicar bastante para pasar el test técnico de esquí, el día que subí a que me tomarán el examen,estaba Mario de referente y examinador, recuerdo que yo con 17 años estaba muy nervioso, el bajó haciendo unademostración y se suponía que yo tenía que emular su bajada. Bajé, a mi parecer bastante mal, pero Mario medio su visto bueno. Dos años después entré a trabajar en el equipo de patrulla, Mario era jefe de sector”,señala.

“Mi primer día de trabajo me tocó estar con él, me llevó a recorrer parte de la montaña, mostrándome cómohacer una apertura de pista, y enseñándome muchas cosas prácticas del terreno, que en el curso uno no lasaprende, siempre con mucha amabilidad, y una paciencia admirable. Desde ese día, no solo conocí a un jefe,conocí a un amigo, que siempre estaba superándose en lo profesional y como persona”, agrega Arellano.

El relato del patrullero ayuda a entender cómo Ruiz marcó la vida de muchos de los que en la actualidadtrabajan en el centro de esquí desde su juventud. “Siempre aprendí mucho de él, Mario era una persona muyinteligente, sabía hacer de todo, desde soldar, hacer instalaciones eléctricas, infinidad de cosas prácticas”,subraya.

Los patrulleros constituyen una cofradía que se va forjando en largas rutinas sometidas a las inclemencias deltiempo. El líder de la banda es el encargado de sostener el siempre complejo equilibrio de las personalidadesen danza.

“Fue un excelente compañero, amigo, jefe, padre y esposo. Su misión en esta vida era cuidar de los demás. Unapersona que vivía para la Patrulla. Toda su vida estuvo ligada a esta profesión.

Frente a los desafíos diarios, transformaba en positivo lo negativo para que uno se sienta mejor. En eltrabajo, siempre buscaba soluciones. Siempre inventando cosas nuevas, buscando la máxima excelencia. Siemprequeriendo mejorar, avanzar y que seamos mejores profesionales”, lo define el patrullero Samuel Cárdenas.“Sacaba lo mejor de todos y nos daba la oportunidad de crecer y desarrollarnos en nuestra profesión. Elsiempre te escuchaba. Un hombre humilde, silencioso pero muy observador, todo lo examinaba. De una templanzaexcepcional”, subraya.

Después de la muerte de Ruiz, el cerro Catedral permaneció dos días de duelo. Terminado el tiempo de reclusiónlos patrulleros volvieron a sus empeños. “Nos pasaron a buscar, subimos como siempre y aunque no será lomismo, seguimos adelante”, reflexiona Urra con templanza.Una vez más los equipos que gobiernan esta montaña regresaron a la cúspide de los cerros. En un raro homenajede la naturaleza retornaron los días calmos y el cielo azul apareció en toda su dimensión. Abajo, a miles demetros de distancia, el mundo parecía como si recién hubiera nacido. Pero sin Ruiz no se trataba ya del mismolugar.

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