Israel superó este sábado los 150.000 casos de coronavirus desde el comienzo de la pandemia, luego de una semana en que se registraron récords de
contagios diarios, con más de 4.000 sólo el jueves, y se encamina a un posible cierre total, sobre el que debe decidir el gobierno este domingo.
Seis meses después del comienzo de la pandemia, Israel ha pasado de ser caso modelo al desastre, con una de las tasas de morbilidad más altas del mundo. ¿Qué ocurrió? Según los expertos: politización de la crisis, exceso de confianza, falta de credibilidad de las autoridades y poca disciplina social.
El 12 de marzo, hace seis meses, Israel anunciaba el cierre de todas las escuelas y universidades del país. En ese momento registraba 109 casos confirmados y ninguna muerte por la pandemia. Luego lo harían los bares, restaurantes y todos los comercios no esenciales, medidas que, junto al rápido cierre de sus fronteras y frente a la escasa cifra de casos confirmados, fueron de las más drásticas del mundo.
El 19 de abril, con poco más de 13.000 infectados -con unos nueve millones de habitantes- y tras un intenso y efectivo confinamiento total, el gobierno dio por terminada la peor fase de la pandemia.
Un trabajador de la salud junto a una ambulancia en un hospital de Jerusalén, este viernes. Fuente: EFE
¿Cómo llegó entonces a tener hoy una de las tasas de morbilidad más altas del mundo, con más de 400 infectados por millón de habitantes durante la última semana?
¿Qué trajo al país a la situación actual, con más de mil muertes y 150.000 casos y a punto de decretar un nuevo cierre total para frenar una segunda oleada fuera de control?
“La idea de que la pandemia podía ser controlada fácil y rápidamente fue una ilusión, y fue un mensaje que transmitieron los políticos, de que la crisis ya había terminado y que podíamos volver a disfrutar de la vida. Fue un abordaje eufórico y marcado por el exceso de confianza”, opina ante la agencia EFE Leonid Eidelman, ex director de la Asociación Médica Mundial y de la Asociación Médica Israelí.
Apertura apresurada
El propio primer ministro, Benjamín Netanyahu, reconoció en julio, más de un mes después del comienzo de la segunda ola, que la desescalada de abril fue “demasiado pronto y demasiado rápida”.
“Autocomplacencia”, resume Alon Moses, director del Departamento de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas del hospital Hadassah.
Moses agrega además que, tras la reapertura de abril, existió una falsa expectativa de que la incidencia del virus mermaría durante el verano y una seria demora en la implementación de nuevas restricciones tras detectarse el aumento de casos en junio.
Por otra parte, considera que hubo, y aún hay, una falta de comunicación entre las autoridades y la sociedad, que contribuyó a la poca adhesión a las restricciones y las normas de distanciamiento social, incluyendo la celebración de bodas y multitudinarias festividades religiosas, que cree fueron decisivas para el rápido aumento de casos.
Para Ran Nir-Paz, profesor en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Hebrea de Jerusalén y especialista en enfermedades infecciones también en el hospital Hadassah, hay además otros dos factores que explican la caída en picado de Israel: la demora en la implementación de investigaciones epidemiológicas serias para rastrear los contagios y aislar a los posibles infectados y la politización de la gestión de la crisis.
Miembros del equipo médico de la Magen David Adom llevan a un paciente con coronavirus a un hospital en Jerusalén. Los casos avanzan en Israel. Foto: EFE
“Cuando los políticos anuncian restricciones por la mañana y las rompen por la tarde por sus intereses propios, es claro que nadie seguirá las reglas”, señala, y destaca además cómo la presión de ciertos grupos, sobre todo de los partidos ultraortodoxos, impactó las decisiones del gobierno y dificultó el trabajo del coordinador nacional para la pandemia, Roni Gamzu.
Los tres expertos coinciden en la necesidad de aplicar el cierre total, algo que el gabinete de ministros tenía previsto votar el domingo. Pero advierten que no es más que ganar tiempo y que resultará inútil si no es acompañado por otra serie de medidas, entre ellas un aumento urgente en la cantidad de pruebas realizadas a diario.
“Debemos tener una estrategia a largo plazo y la gente debería entender que esto no es una carrera sino un maratón”, sintetiza Eidelman.
Mientras que la tasa de morbilidad de Israel es una de las más altas del mundo, la cantidad de muertos sobre el total de contagiados fue y sigue siendo una de las más bajas (menor al 1%).
Esto, explican, se debe no solo a que un porcentaje importante de los contagiados son jóvenes sino sobre todo a la preparación del sistema hospitalario que, sin embargo, advierten, podría saturarse pronto y, tal como sucedió en países como España e Italia, conllevaría un veloz aumento de los índices de mortalidad.
“Tomamos decisiones en base a prueba-y-error. Pruebas algo, te equivocas, y lo arreglas. Así es como todos los gobiernos y líderes con los que hablo operan”, había dicho Netanyahu aquel día de julio en el que admitió su error en la gestión de la desescalada.
Por Pablo Duer, agencia EFE
CB
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