
En el mundo de la moda, siempre dominado por los hombres, Elsa Serrano fue, en los 90, la rubia tana que le dio glamour —un glamour dorado— a los
personajes más populares de la Argentina. Vistió a las esposas de dos presidentes, Raúl Alfonsín y Carlos Menem y, durante años, fue la asesora permanente del look de Zulemita Menem. Eso implicaba tener un lugar en el Tango01 en cada gira presidencial.
Pero, antes de eso, fue la mujer que viajó hasta Nápoles y tocó la puerta en el lujoso piso en el que vivía Diego Maradona con la propuesta de un vestido de novia para Claudia Villafañe. Terminó haciendo —a distancia— el que Diego quiso. Pero logró convencer al Diez de que el color no debía separarse algo del blanco. También lo vistió a él.
¿Quién no se acuerda —o vio por YouTube— esa cola eterna que seguía a una mujer pequeñita hacia el altar? ¿Y esas hombreras gigantes que después se convirtieron en tendencia? Es que antes del viaje a Nápoles, el 5 de diciembre de 1988, Susana Giménez eligió A Elsa Serrano para que la vistiera en su boda con Humberto Roviralta en el Hotel Alvear. En ese momento la diseñadora tenía 43 años, y una gran empresa.
Después, en el 99, le llegó la crisis. La quiebra que la obligó a querer rematar cien vestidos de alta costura para no perder su maison de la calle Mansilla. Pero el glamour renació, aunque ya no hubo más vestidos icónicos entre sus bocetos. Eso, todo eso, fue Elsa Serrano.
Con el acento italiano que nunca perdió, siempre le contaba a sus colegas, como la crítica de moda Matilda Blanco, que había llegado en barco a esta parte del mundo. Nació como Elsa Romio en Corigliano Calabró, en julio de 1947. Así como en los negocios, también, contó, perdió “una fortuna” en el amor. Se refería a un divorcio con una división de bienes que no la favoreció.
Noticia en desarrollo.
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