La lucha de dos papás para que inscriban como propios a tres hijos nacidos por gestación por sustitución -también llamado “alquiler de vientre”- está más cerca de alcanzar un final feliz.
Carlos (50) y Horacio (55) –prefieren resguardar sus apellidos- están desde 2016 en medio de una batalla judicial. El suyo es el primer caso de gestación por sustitución que llega a la Corte Suprema. Y se dictaminó que el tema se debata en el Congreso.
La pareja tiene cuatro hijos. La primera, hoy de 6 años, nació en 2013 en Orlando, Estados Unidos, por gestación por sustitución. La partida de nacimiento salió por orden de un juez a nombre de un solo papá: Horacio. Luego, Carlos fue a una escribanía y empezó el proceso de adopción.
Tiempo después decidieron agrandar la familia. “En Mendoza había una agencia que hacía lo mismo. Fuimos, pero tuvimos una muy mala experiencia y salimos huyendo. En Estados Unidos también fue feo y desgastante: la agencia nos dejó colgados”, recuerda Carlos.
Frustrados, decidieron ir “por motus propio”. Horacio, que es escribano, armó una escritura que regula los requisitos. Entrevistaron a “un montón de gente” hasta que dieron con una ex compañera del secundario del hermano menor de Carlos y con una chica que trabajaba para Horacio.
Los padres con sus hijos a la espera de un fallo favorable de la Corte. Foto: Emmanuel Fernández
Consultado sobre el carácter “solidario” de la práctica, Carlos reconoce que les dieron una compensación económica que cubría un lucro cesante, la atención médica y la obra social. “Las chicas no se salvaron por eso, ni hicieron diferencia económica”, asegura. Para él, “hubo plata y corazón de por medio”.
Durante los embarazos, los domingos desayunaban todos juntos. Las chicas iban a la casa de ellos, con sus propias familias, para que a sus otros hijos “les quedara claro todo el tiempo que estaban gestando para alguien”, comenta Carlos.
Una de las chicas quedó embarazada de mellizos. Pero al poco tiempo los perdió. Tuvieron que esperar hasta que los ciclos se volvieran a alinear. Mientras tanto, se inició el proceso de la otra chica, pero no prendía. Así que hubo más demoras. Finalmente, las dos lograron sus embarazos casi en simultáneo.
En 2016, nacieron los mellizos. Aunque tampoco fue fácil. La gestante rompió bolsa, cayó de emergencia en un hospital, y le pidió a Carlos: “Vos ocupate de los míos, que yo me ocupo de los tuyos”. Así que el hombre salió corriendo hasta la casa de la chica, para hacerle milanesas a sus hijos.
Los mellizos pasaron dos meses y medio en neonatología. Esto hizo que Carlos decidiera dejar sus trabajos –en las áreas textil y en psicología- y se dedicara a paternar “full time”. Meses después, la otra mujer dio a luz a un varón que hoy tiene 3 años.
En ese momento empezó la batalla legal con el objetivo de que la Justicia los reconociera como padres.
Una opción que tenían era que las mujeres gestantes reconocieran a los tres niños como hijos, los dieran en adopción, para que luego Carlos y Horacio los adoptaran. Pero ellos se negaron.
“Nuestro objetivo es que los chicos no sean adoptados por nosotros. Que reconozcan que somos los padres. Porque si no a nuestros hijos les estaban regalando madres abandónicas que nunca tuvieron. No es justo para nadie”, analiza Carlos.
El año pasado, obtuvieron un dictamen a favor de inscribir a los mellizos como hijos propios. Y la semana pasada, el procurador fiscal Víctor Abramovich hizo lo mismo con el hijo menor del matrimonio, solicitando a la Corte Suprema su inscripción como “copadres”. Son dos causas integradas.
Según lo detallado en el último dictamen, Carlos y Horacio “son quienes efectivamente ejercen el rol de padres y asumieron las tareas de crianza y cuidado hasta la fecha”.
La mujer gestante no aportó material genético (porque el procedimiento fue por ovodonación), tiene tres hijos propios, y desde el primer momento manifestó su voluntad de no ser reconocida como madre. “Nunca tuvo ni la intención, ni el deseo de serlo”, precisa el dictamen.
En el escrito, Abramovich explica que la gestación por subrogación es una técnica que no se encuentra prohibida por el ordenamiento jurídico argentino y que, por lo tanto, “está permitida, aún cuando no esté reglamentada”.
Para el nuevo Código Civil y Comercial –del año 2015- se había previsto una regulación específica para la gestación por subrogación. Pero, luego, fue suprimida del texto definitivo.
Hay una creciente judicialización de casos relativos a la temática. El Ministerio Público Fiscal identificó, en un relevamiento preliminar, más de cincuenta sentencias que abordaron la cuestión con criterios disímiles.
Por eso, Abramovich solicitó que el tema se debata en el Congreso. Considera que lo ideal sería que haya una norma reglamentaria que indique cómo se desarrolla la práctica.
En eso coincide Fernando Neuspiller, director de la clínica de fertilidad IVI Buenos Aires): “Es fundamental para nuestra práctica médica legislarlo, porque hay un montón de parejas que no pueden tener hijos. O porque son dos varones, o porque la mujer no tiene útero”.
Explica que en Argentina la práctica se viene haciendo. “Hay como 60 o 70 nacidos vivos con esta técnica”, detalla.
Explica que en muchas clínicas privadas de fertilidad -en especial dentro de la Ciudad- primero firman un acuerdo con un escribano. Hay una chica “que presta un vientre” a una familia, queda embarazada, y nace el chico. Luego, van al registro civil con el documento firmado. Y dicen: “La voluntad procreacional es de ellos, aparecen como padres, y ella aparece como la subrogante”.
“Esto es algo que no está prohibido. Se puede hacer. El tema es que si la gestora se arrepiente en algún momento de la gestación, ahí tenemos un problema. Es urgente la necesidad de legislar”, cierra Neuspiller.
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