Las nuevas caras de la pobreza: se quedaron sin changas y trabajan en un comedor por comida

Gente que hacía changas. Gente que vendía en la calle o en los colectivos. Gente que era empleada doméstica y hace siete meses se le cortó el trabajo ante la

target=”_blank” alt=”cuarentena” href=”https://www.clarin.com/tema/cuarentena.html” target=”_blank” title=”cuarentena”>cuarentena por el coronavirus. Gente que trabajaba en ferias vendiendo frutas y verduras y no hubo más feria.

En el Barrio Rivadavia, en Bajo Flores, mucha de esa “gente” (no la entelequia, los hombres y mujeres con nombre y apellido) tomó dos caminos: hacer fila para recibir comida en uno de los tres grandes comedores de esa zona, o trabajar en un comedor para ayudar y, a la vez, llevarse un plato a casa.

Según estiman los especialistas, a futuro, los meses de aislamiento inflarán aún más las cifras de pobreza que se conocieron este miércoles y arrojaron un baldazo de agua fría: casi 5 de cada 10 personas en el país están por debajo de la línea de pobreza. Son datos del INDEC del primer semestre, entre abril y junio. Como el cálculo es semestral, se espera que en marzo la cifra suba hasta el 45%. Pero estas son algunas de las caras de gente que ya es pobre hoy.

Sonia no quiere decir su apellido. Tampoco cuántos hijos tiene. Pero recibe a Clarín en el comedor y merendero “Rayito de luz”, donde hoy ayuda. Y come.

Sonia, este sábado, en el comedor Rayito de luz

Hasta hace siete meses trabajaba en siete casas a la vez como empleada doméstica. Todos esos ingresos se cortaron con la primera de las cuarentenas. Está desde el mediodía racionando las donaciones y, a la noche, se llenará ahí uno de sus tuppers para llevárselo a su hijo, que también la necesita.

“Servimos 580 platos por día. A veces, más. Pero en el último tiempo veo cada vez más caras ‘nuevas’. Todos los que hacían changas o trabajaban en casas de familia, están acá. Nadie se esperaba esto, el coronavirus, y golpea muchísimo a los que trabajan en negro. Por eso la fila acá da vuelta la esquina”, cuenta Blanca Alvarez, a cargo del comedor.

Al frente, Blanca Álvarez, a cargo delcomedor Rayito de Luz, con sus colaboradores.Foto Guillermo Rodríguez Adami

La gente -muchas de las personas enumeradas en el primer párrafo- hace fila desde las 14, para recibir la merienda de las 16. “Después se van a dar una vuelta y vuelven. A las 17 esto explota de gente que espera la cena de las 19. Dejan sus tuppers en la fila o se quedan sentaditos al sol”, detalla.

“Hay muchos argentinos. También paraguayos y bolivianos. Pero ahora están viviendo también peruanos. Que antes no aparecían para pedir comida“, cuenta Ana Palomino. Ella es de Perú. También trabaja y come en el mismo comedor. Antes de la pandemia, tenía su puesto en la feria de Flores, a pocas cuadras.

Ana Palomino entrega tuppers con comida en el comedor Rayito de luz. Foto Guillermo Rodríguez Adami)

Blanca tuvo que irse a Villa Urquiza a recibir donaciones -“Porque ya se había terminado lo que antes alcanzaba”-. Así que es Ana quien muestra a este diario dónde está la mercaderia y cómo aprendió a ayudar a servir comida según el protocolo.

“Acá sanitizamos a los que trabajan en el comedor (muestra uno de los pulverizadores en forma de mochila) y por acá (una ventanita de rejas negras) recibimos los tuppers que traen para llevarse la comida. Nadie puede entrar. Es un ambiente seguro. Ninguno de nosotros se contagió“, marca. Esa noche habría guiso de pollo. La noche anterior, carne al horno.

César Choque es vecino del comedor. Ahora también, “si queda algo”, se come gracias a este espacio, que recibe ayuda de los grupos Vianditas en Acción, Alternativa Solidaria y Cocina Solidaria, además del apoyo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Fundación SÍ.

El reparto de viandas de este sábado. Foto Gentileza comedor Rayito de luz

“Vienen del Barrio Perito Moreno, de Gonzalez Catán, de muy lejos. Pero también de la Villa 1.11.14, que está acá atrás. Ahí eran pobres antes, pero ahora más”, cuenta.

Como Clarín contó en agosto, el “Rayito de luz” arrancó la pandemia con 250 platos servidos por día. Después pasaron a 340. Hoy son “casi 600”. Muchas de esas nuevas raciones se las sirven a las nuevas caras de la pobreza. Y aparecerán en las estadísticas dentro de seis meses. 

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